Para la Revolución Bolivariana

2002: Un año heroíco

No se trata de una exageración, ni de una frase grandilocuente; es la constatación pura y simple de lo que ha sido el recién finalizado año 2002 para la Revolución Bolivariana.

Desde noviembre de 2001 ya se preveía lo que podría ser el año 2002. Bastó que se promulgaran las 49 leyes que le daban carácter operativo a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, para que la oposición contra Chávez se radicalizara. Hasta noviembre de 2001 eran aun muchos los factores que seguían creyendo que se estaba en presencia de una revolución "gatopardiana" en la que todo debía cambiar para que todo siguiera igual.

Días después de las elecciones presidenciales de 1998 el ex presidente Carter, quien estaba en el país en calidad de observador, señaló que en Venezuela se acababa de dar una revolución en libertad, una revolución democrática. En parte era cierto, ya que el triunfo de Chávez presuponía el cambio de una estructura política caduca por otra progresista, aunque para ello era necesario derrumbar la estructura sobre la cual se edificó la IV República. Por lo cual el año 1999 se vería signado por la puesta en marcha de un nuevo proyecto político. El 2 de Febrero, una hora después de su juramentación ante el Congreso, Chavez decreta el Referéndum para aprobar la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Diez días antes (el 23 de enero), en el acto de instalación de las Cámaras, Chávez pidió que fuera el Congreso quien lo decretase. El pedido fue pospuesto sine die. En Mayo se llevará a cabo dicho referéndum en el cual la inmensa mayoría de los venezolanos aprueban la Convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente. En Agosto se elegirán los Diputados que la han de integrar. La oposición sale derrotada, hasta el extremo que sólo logró seis de las ciento treinta y un plazas en liza. Y en diciembre se somete a referéndum el texto de la nueva Constitución, siendo aprobado con el voto afirmativo del 80% de los electores que sufragaron.

El 2000 será el año en el que se habrán de relegitimar los Poderes Públicos. Sin estar constitucionalmente obligado a ello, Chávez decide relegitimarse también, por lo que en Agosto es ratificado por una mayoría abrumadora, mientras que en la Asamblea Nacional el 75% de las curules serán ocupados por diputados afectos a la Revolución Bolivariana, varios de los cuales después le darán la espalda, traicionando así el mandato de sus electores, aunque sin alterar la mayoría parlamentaria chavista.

El año 2001 se verá signado por una intensa actividad legislativa a fin de promulgar las leyes que debían darle sentido a la nueva Constitución, delegando en parte la Asamblea Nacional esta responsabilidad en el Ejecutivo en virtud de una Ley Habilitante que lo autorizaba a dictar una serie de Decretos-Ley referidos a materias de índole económica y social. En noviembre el Ejecutivo somete a consideración de la Asamblea Nacional, para su ratificación, las 49 leyes, siendo las más polémicas las relativas a la tenencia de las tierras, tanto agrícolas como costeras, la pesca industrial, la seguridad social, la educación, el turismo y los hidrocarburos. En Noviembre de 2001 la revolución dejó de ser "gatopardiana" para devenir en Revolución Bolivariana. Los poderosos sabían que estaban contados los días de sus privilegios, por lo que comienza un furioso proceso de radicalización cuya primera manifestación sería el llamado a la huelga general del 10 de diciembre de 2001. Huelga que fracasó de manera estrepitosa al no contar con el respaldo de la clase obrera. Huelga que quedó desvirtuada al no poder ocultar la oposición que no era otra cosa que un descarado "lockout" con el que se pretendía quebrarle el espinazo al Gobierno.

Así se llega al 2002.

Desde los medios de comunicación social (escritos y radioeléctricos), que han llenado el vacío dejado por la desaparición de los partidos político tradicionales, se desata una campaña para estigmatizar a Chávez y a su acción de Gobierno. Sin aportar pruebas de ninguna especie, y ello desde el año anterior, se inventan casos de corrupción, se denuncia que el Presidente agrede a su esposa, se consolida la matriz de opinión que Chávez es un títere de Fidel Castro, se le vincula con la guerrilla colombiana, se le hace pasar como encubridor de Montesinos (en el 2001 a Patricia Poleo, la autora del bulo, el Gobierno de Aznar le otorga el premio Rey de España de periodismo) y se le da cabida a cualquier noticia venida de EE UU que lo presente como un peligro para el continente. En otras palabras, se "calienta" el ambiente para justificar una solución de facto.

En marzo, dentro del marco de la nueva Ley de Hidrocarburos, se procede a la reestructuración de la Junta Directiva de Petróleos de Venezuela. Un grupo de ejecutivos de la alta gerencia desconoce a las nuevas autoridades, por lo cual son despedidos. La oposición se hace solidaria con ellos y a partir de allí estructura una protesta que habrá de concluir en otro "lockout", poniendo como condición para su cese la renuncia de Chávez. Se desata una descomunal campaña mediática para motivar a la clase media, que se autoproclama "sociedad civil", a que esté en la calle para forzar la renuncia del Presidente. El golpe de Estado está en marcha. El 11 de abril se concentra ante la sede de Petróleos de Venezuela a casi un cuarto de millón de personas a las que se les arenga a ir al Palacio de Gobierno, para sacar de él a Chávez. A las cuatro de la tarde francotiradores comienzan a matar gente del chavismo, estaban apostados en torno al Palacio de Gobierno en defensa del Presidente y de la Revolución, así como a manifestantes de la oposición. Un grupo de generales, jefes de fuerza, erigiéndose en jueces dictaminan que Chávez es quien ha dado la orden de masacrar al pueblo, y al amparo del artículo 350 de la Constitución desconocen al Presidente. Todo lo que habrá de suceder durante las siguientes 46 horas ya es historia, por lo que lo obvio.

El 11 de abril Luis Miquilena, mentor político de Chávez, lo desconoce y con él un minúsculo grupo de diputados que le son afectos se pasan a la oposición. Controlado el Poder Judicial por la gente de Miquilena, el Tribunal Supremo de Justicia exculpará a los militares golpistas, con los que un golpe de Estado devino en un "vacío de poder" que justificaba la actuación de los facciosos. Se torpedean gestiones encaminadas a limar fricciones, y la oposición radicaliza aun más su línea de acción. El Gobierno, tras el respaldo que le da la OEA, convoca al Centro Carter, a Naciones Unidas y a la OEA, para que sirvan de mediadores entre las partes en conflicto. La oposición, un mes antes de que se le otorgue el Nobel de la Paz, denuncia a Jimmy Carter como vendido al Gobierno. Los militares golpistas exculpados toman la Plaza Francia de Altamira, la que declaran "territorio liberado", y desde allí lanzan proclamas para incitar a sus compañeros de armas a insurgir en contra de Chávez. Las televisoras privadas retransmiten desde allí, mañana, tarde y noche, el más mínimo hecho que se produzca.

La oposición convoca a un Referéndum Consultivo para determinar si el pueblo (ahora ya no se habla de la "sociedad civil", se quieren pueblo) desea que Chávez siga en la presidencia. Por no ser vinculante, a tenor de lo pautado en la Constitución, Chávez lo desestima, afirmando que el texto constitucional contempla un Reférendun Revocatorio del mandato, el que se podrá convocar a mitad del período presidencial, es decir en agosto de 2003. La oposición en su afán por convocar el Reféredum consultivo logra a duras penas recoger el millón y medio de firmas que estipula la norma constitucional, ello a pesar de proclamar a diario que el 80% de los venezolanos están hartos de Chávez, que el 80% de los venezolanos quieren que Chávez se vaya, ¡YA! A finales de octubre Cesar Gaviria, Secretario General de la OEA, instala la Mesa de Negociación y Acuerdos. La oposición no se desliga ni de los militares facciosos de la Plaza Altamira, ni del sector radical de la oposición. El 2 de diciembre se decreta otro "lockout". El 85% de los comercios y empresas siguen operando, así como el 100% del transporte de carga y de personas. En la noche del 6 de diciembre un pistolero asesina a tres personas en la Plaza Altamira, de inmediato aparecen vídeos en los que el asesino está al lado del Alcalde de Caracas, Freddy Bernal, y desde los medios se dice que esos muertos deben serle imputados a Chávez. Desde la Plaza Altamira, y desde otros sectores de la oposición también, se clama por la intervención de la Fuerza Armada Nacional. Los jefes de la Regiones Militares le dan su total apoyo a Chávez. Innacio "Lula" Da Silva y Lucio Gutiérrez resultan electos presidentes de Brasil y de Ecuador. Con esos triunfos, la Revolución cuenta con nuevos aliados. La Casa Blanca destituye a Otto Reich de la Oficina para Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, con lo que la oposición pierde un poderoso aliado. Las televisoras privadas suspenden su programación habitual y mañana, tarde y noche se dedican a soliviantar al pueblo en contra del Gobierno. Desde los medios se dice que Chávez es un sátrapa, un tirano y un asesino que conculca libertades fundamentales, pero ningún medio es clausurado por el Gobierno. Los dueños de las televisoras privadas convocan una ruedas de prensa internacional y en ella hacen un rídiculo planetario tratando de justificar lo que no tiene justificación alguna, corresponsales del "Financial Times" y del "The Economist" asquedados por lo que están presenciando se retiran de la sala.

Y se da el Golpe Petrolero.

La alta y mediana gerencia de Petróleos de Venezuela (PDVSA) paraliza la Industria Petrolera. Barcos tanqueros, secuestrados por sus capitanes, son fondeados en los canales de navegación. Refinerías que se desactivan, campos petroleros que dejan de operar, sistemas operativos que se sabotean, se cierran los llenaderos de gasolina, se interrumpe el suministro de gas domiciliario e industrial, remolcadores y prácticos de puertos que se niegan a atracar barcos que están a la espera de cargar petróleo, gasolina, asfalto y gas, para la exportación. Flotas de camiones cisterna, controladas por la gerencia de PDVSA, dejan de transportar combustible y para asegurar su inmovilidad se les quitan los neumáticos y se les dañan los sistemas eléctricos. Ante la seguridad de que el Gobierno tenía planes de contingencia y que habría de tomar el control de la Industria, alteraron los sistemas operativos a fin de que al ser reactivados ocasionaran graves acidentes que dañasen definitivamente las instalaciones, no se pararon ante el hecho de que ello habría de ocasionarle la muerte y graves lesiones a miles de venezolanos, tanto trabajadores de la industria como a personas que viven en las cercanías de las instalaciones que habían sido saboteadas. Desde los medios de comunicación social privados se presentó a esa gente cual héroes de la patria, dándoseles la mayor audiencia y aplaudiendo cada una de sus acciones terroristas.

Mientras tanto el Gobierno, la Fuerza Armada Nacional y... el pueblo, tomaron las instalaciones petroleras, desarmaron todas las trampas mortales y en menos de dos semanas comenzaron a regularizar la situación.

Ni los líderes de la oposición, disociados de la realidad social del país, ni la clase media que los aúpan, cretinizada por las campañas mediáticas, esperaban que el pueblo siguiera fiel al liderazgo de Chávez y no le hiciera responsable de las incomodidades que todo esta acción ocasionó. Un pueblo que guardó la calma sabiendo que con ella le estaba dando el más efectivo respaldo al Presidente y a su tren ejecutivo, sabiendo que ellos estaban en capacidad de controlar este nuevo golpe de Estado. En abril ese pueblo salió a la calle para restablecer a un presidente depuesto, en diciembre se mantuvo fuera de ella para dejarle mayor libertad de acción. Un pueblo que sabe no debe caer en ninguna provocación, a pesar de que está siendo masacrado por los esbirros de la oposición, puesto que hay que evitar que se dicte un Estado de Excepción que perjudicaría al Gobierno, un Estado de Excepción que a diario pide la contrarrevolución.

Y a medida que pasan los días la oposición, sus líderes (¿?) y los medios de comunicación social, pierden credibilidad y poder de convocatoria. Siguen proclamando que el país está paralizado, cuando lo único que han logrado paralizar son los grandes centros comerciales, los expendios de comida basura, es decir el corazón de la actividad económica y social de la clase media, y la educación privada. Una clase media que se desgasta en marchas y contramarchas que en nada concluyen. Una clase media que a partir de enero de 2003 habrá de ser acosada por sus acreedores, bancos, inmobiliarias y tarjetas de crédito, exigiéndole el pago de obligaciones vencidas, puesto que en contra de lo que a ella se le hizo creer, los acreedores nunca estuvieron en huelga, es más, no creen en huelga alguna que valga. A mediados de enero comenzará la gran debacle y esa misma clase media clamará al cielo para que el Gobierno le dé su merecido a quienes vilmente los engañaron.

A partir de enero la Revolución Bolivariana habrá de salir fortalecida gracias a un pueblo que ha sabido organizarse, que ha desarrollado una sólida conciencia política y creado toda una serie de medios alternativos (escritos y radioeléctricos) con los que se inmunizaba del veneno mediático que destruye a una clase media sin conciencia política, desprovista de análisis crítico y carente de una mínima capacidad reflexiva. Gracias a un pueblo al que no hace falta publicitarle la acción del Gobierno, por ser su beneficiario.

Gracias también a una Fuerza Armada consustanciada con el pueblo y que en virtud a un nuevo liderazgo nunca más habrá de funjir como Guardia Pretoriana de los dueños de los privilegios.

El 2002 efectivamente fue un año heroico Hoy, desde Venezuela, podemos actualizar una antigua consigna revolucionaria y decirle al mundo:

¡El pueblo organizado no será derrotado!

http://www.rebelion.org/venezuela/030315jvgomez.htm


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Juan Vicente Gómez Gómez


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