¿Cuál será el criterio para evaluarlos? ¿Qué desafinan? ¿Desafinan con relación a qué, a la «teoría y el solfeo» que nos trajeron de la Europa conquistadora y colonizadora? ¿A qué no mantienen el compás? O… más aún, son buenos si crean, ejecutan y difunden la música que a mí me gusta? ¿O es que hay música para «músicos» militantes revolucionarios y otra para «músicos» reaccionarios, contrarrevolucionarios?
La música es «un lenguaje universal» pero no al margen de la lucha de clases. En mi modesto entender, el criterio de evaluación debería pasar por el asunto «filosófico» del gusto, de la estética. Pero, ¿Qué punto de referencia debemos tomar para opinar acerca de los creadores (sean músicos o cultores de cualquier creación «bella» del ser humano: plástica, escénica, culinaria, literaria, sanadora,danzarina…) y su arte? ¿El de Kant, el de Hegel, el de Marx… cuál?
El criterio del gusto en una determinada cultura (la burguesía, el capitalismo, como clase dominante, ha sabido hacer la suya. Tal como ocurrió también en el feudalismo o en cualquier otro modo de producción determinado), que es un criterio impuesto y convertido en ideas dominantes por la clase dominante, que siempre va a condicionar al gusto de tal o cual sociedad.
Los refinados gustos de la burguesía permean los de toda la sociedad capitalista y, hasta «proletarios», aburguesados por la superestructura propia a esas relaciones de producción, son capaces de aplaudir y defender a los concertistas académicos sacralizados por las academias del Estado capitalista.
La formación social venezolana que aplaude hoy la música académica (interpretada, por ejemplo, por el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles) de Beethoven, Mozart, Bach, Haendel o Hyden, que también aplaudía, admiraba y defendía Karl Marx (1854), no hace a ninguno de ellos reaccionarios, ni les coloca entre los conspiradores y contrarrevolucionarios.
Marx pide explícitamente a su amigo y copartidario Engels que no deje de leer a Honoré de Balzac. Y, cuando aquel lo hace, le califica como «maestro del realismo» ya que encuentra en Balzac a un creador que «nos da en la Comedia Humana una excelente historia realista de la sociedad francesa, ya que, bajo la forma de una crónica, describe casi año con año, desde 1816 hasta 1848, el impulso siempre creciente de la burguesía en ascenso contra la sociedad nobiliaria»… Conservador en política pero progresista como literato (la estética literaria de Balzac) «describe cómo los últimos avances de esta sociedad –para él ejemplar- iban poco a poco quedando atrás ante el asalto del rico y vulgar advenedizo o eran corrompidos por él»… Y, continúa puntualizado Federico Engels que (el escritor Honoré de Balzac), «en torno a este cuadro central agrupa una historia completa de la sociedad francesa de la cual yo, hasta en las particularidades económicas… he aprendido mucho más que todos los historiadores, economistas y estadistas de profesión de todo este periodo». Lapidariamente, Engels asegura que la gran obra de Balzac es
«una continua elegía sobre la inevitable ruina de la buena sociedad» y, pese al derrumbe inminente de la sociedad burguesa, descrito prodigiosamente por el gran novelista, «todas sus simpatías están de la parte de la clase que está destinada a desaparecer».
Los comentarios de esta (mi) nota de opinión vienen al caso a propósito de las decisiones del Estado venezolano, a través del Gobierno Bolivariano y Chavista que preside el camarada Nicolás Maduro, de asumir su papel revolucionario de proteger, alentar y acompañar a todas nuestras manifestaciones culturales y a sus creadores y artistas, muy a pesar de que pudiesen ser defensores, en política, de ideas reaccionarias y contrarrevolucionarias. Ese es el deber de un gobierno que contribuye a construir el socialismo.
Difiero de los cultos a las personalidades y de la entronización de individuos que hacen, hicieron o pudieran hacer daños perversos, en política, en economía, social y militarmente, a nuestra Patria, a nuestra soberanía, a nuestro patrimonio e identidad. Pero estoy y estaré siempre con nustr@s creador@s, con nuestr@s artistas, con nuestr@s hacedor@s de cultura. A ellos: «contad con la vida, aún siendo indiferentes».
Tod@ artista aténtic@ es revolucionari@ en esencia, en su obra, en su creación, porque en ella encierra la crítica a las desigualdades e injusticias sociales, aunque en política las aplauda y las avale. A la hora de emitir juicios estéticos, no olvidemos que el asunto no es de individuos y que la lucha es de clases. No de un pobre contra un rico, es de clases.
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