Estoy convencido que los hijos e hijas de esta Patria llamada Venezuela, siguiendo el ejemplo de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, de quién hoy se cumplen 188 años de su desaparición física, romperán en algún momento las viejas tablas construidas de manera infame en nuestro devenir histórico desde la llegada de los conquistadores, y será desde ese momento de liberación, anhelada y buscada por muchos, cuándo llegará para todos el anhelado mediodía al que se refería Nietzsche en "Así habló Zaratustra".
Cuando llegue el mediodía de la patria, que no debe estar muy lejano, los condenados al sufrimiento porque cada vez son menores las posibilidades que tienen para satisfacer sus necesidades fundamentales; los obligados a vivir confundidos por la mentira y el engaño de promesas incumplidas; los disminuidos en sus capacidades de participar en los asuntos públicos, elegir y ser elegidos; y quienes sienten que se les cierran las puertas y ventanas de un futuro promisor, se transformarán en el esperado republicano.
Pero no será posible un nuevo comienzo, no habrá un nuevo mediodía, sino cerramos ese oscuro capítulo de explotación y subyugamiento de más de cinco siglos que contaminaron nuestros genes. De generación en generación, pequeños grupos aliados con intereses foráneos, utilizaron discursos engañosos y quebraron esperanzas aplicando todo el poder que se les dio para continuar con la ignominiosa tarea. Contra ellos Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco enfiló certeramente las ideas de su Maestro y las suyas propias, aprovechando sus sorprendentes energías.
Y son las ideas de Simón Rodríguez, como figura descollante por su visión republicana, donde se revelan desde un primer momento con la mayor claridad las claves requeridas para romper con las viejas tablas de la dependencia y la esclavitud, y así pueda surgir el hombre republicano. Sus ideas no se perdieron, ni extraviaron como algún pesimista pudiera creerlo, sino que logró sembrarlas para la posteridad en mentes fértiles predestinadas a la gloria. La primera siembra la hizo en su pupilo Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, quién enarboló en victorias gloriosas estas ideas grandiosas para toda la humanidad, cumpliendo con la misión de construir una patria grande de hombres libres, de nuevos republicanos; abriendo un camino que después de su muerte no se ha paralizado pero que es necesario reconocer ha tenido una construcción intermitente.
Es imperioso reconocer el empeño heroico de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, para cumplir con esta inmensa tarea. Se nos fue dejándonos como legado su sueño de convertir en realidad la utopía de construir una patria grande y gloriosa por y para hombres y mujeres republicanos. Lo que pudo avanzar lo hizo sin desfallecer transitando un largo camino de tropiezos, vicisitudes e infortunios. Su ejemplo será eterno.
Y si queremos preguntarnos, en este momento de reflexión sobre la figura de nuestro Padre Libertador, ¿cuál es el sentido de nuestras vidas? Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco continúa siendo una extraordinaria referencia. Él supo responder esta pregunta rompiendo con las viejas tablas de una vida de lujos, de riquezas materiales inexplicables, nepotismo, derroche y placeres, y muchas cosas más. Las cambió por un compromiso que cumplió hasta su último aliento. Ni siquiera murió en una cama propia aunque tuvo la dicha de mantener perdurable la utopía del hombre republicano, de la mujer republicana. ¡Honor y gloria para nuestro Padre Libertador!