Quienes creemos firmemente en las potencialidades de este hermoso país llamado Venezuela siempre recibiremos buenas noticias, aunque para ser sinceros no son tantas como es de esperarse. Noticias que nos llegan de muchos lugares como gotas de rocío que se transforman en curadoras del pesimismo y de la negatividad extremas, que para muchos se convierten en esperanza como el olor de las flores de mastranto en la Mesa de Guanipa, porque más allá de las apariencias y de la toxicidad que nos han querido inocular aprovechando las terribles dificultades que estamos viviendo no somos un país destinado a autodestruirnos sino a reconstruirnos en comunión con nuestras raíces desde la diversidad de sueños que atesoran nuestros genes. Y muchas de estas buenas noticias que iluminan el camino que debemos ir construyendo nos llegan de nuestras universidades públicas y privadas donde a pesar de las dificultades y de la incertidumbre que reina en el ambiente la mayoría de sus autoridades, profesores, investigadores, trabajadores y trabajadoras no se rinden o abandonan el barco.
Estamos al cierre del último trimestre del 2018. Para nadie es un secreto que desde hace un tiempo los indicadores macroeconómicos andan en picada sin tocar todavía fondo, y frente a esta dolorosa realidad buena parte de los actores políticos que dominan el escenario continúan montando un circo abierto que cada vez nos sorprende menos en su capacidad de cinismo e histrionismo, armando sin cesar falsas ilusiones de cambio real y verdadero. Sin embargo, las universidades públicas, sobre todo las autónomas, y privadas continúan cumpliendo con su misión de egresar excelentes profesionales en especial con estudios de tercero y cuarto nivel.
Para citar un ejemplo, la UCAB entrega en este trimestre títulos de cuarto nivel con diferentes menciones donde prácticamente la tercera parte de quienes los reciben tienen menciones honoríficas, cum o suma cum laude ¡Es sorprendente! Otro, el Politécnico José Antonio Anzoátegui de el Tigre, donde tuve la oportunidad de cumplir funciones docentes, lo va a hacer del tercer nivel, y tengo la información que el núcleo de la UNEFA en el estado Sucre sumó también unos cuantos nuevos egresados. Y pare de contar.
Y es altamente probable que la mayoría de estos nuevos profesionales, con la excepción de los que cuentan con un buen padrino político o aquellos que ya tienen asegurada una posición laboral se encuentren frente al dilema de irse o no del país; aventurarse a ciegas en la busca de "oportunidades" para lograr una calidad de vida que visualizan no podrán lograr quedándose. Es una cuestión de perspectivas.
La apuesta de emigrar para un venezolano o venezolana con estudios universitarios de cuarto nivel es probablemente muy riesgosa. Significa detener y retroceder el desarrollo profesional que han logrado con muchos sacrificios y dedicación. En la memoria de nuestro país muchos profesionales con estudios de cuarto nivel, que vinieron de otras tierras, tuvieron muchas oportunidades para continuar con su desarrollo profesional sin ningún tipo de discriminación. Así somos los hijos e hijas de este terruño. En el presente la mayoría, para no decir la totalidad, de estos países les niega oportunidades dignas y del mismo nivel a profesionales venezolanos y venezolanas aun necesitando de sus servicios.
Quedarse y no abandonar el barco es lo que más se acerca a un acto heroico; ténganlo por seguro. Quedarse no es tontería, no es cualquier cosa. Quedarse implica sumarse a la tarea de sustituir las viejas tablas de las que hablaba Nietzsche para continuar navegando desde un prometedor mediodía hacia ese nuevo amanecer, hacia esa nueva realidad que deseamos construir, resolviendo o intercambiando problemas complejos utilizando ese conocimiento interdisciplinario que continuamos acumulando.
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