—Si votas por una candidatura opositora el CNE transmite automáticamente dos votos al PSUV. Por eso no fui a votar —declamó una eminencia de esas que desayunan en panaderías. Derrota marca Acmé.
Cuando Julio César quemó la Biblioteca de Alejandría se perdió casi todo el conocimiento. Por eso me da terror el destino del monumental fichero sobre el castellano en Venezuela que Ángel Rosenblat acumuló por décadas en la Universidad Central de Venezuela. Mi UCV anda muy rara y me hace daño sospechar lo que sospecho.
La oposición, por ejemplo, es capaz de dilapidar El Nacional con tal de suprimir la memoria de Miguel Otero Silva, su fundador, y encima culpar al gobierno. En esta última etapa se podía leer ese periódico durante años y no enterarse de que en Venezuela existió ese escritor, que quedó vetado. Fue uno de los mejores diarios del mundo hasta que degeneró porque los Mujiquitas que quedaron a su cargo creen que hay que envilecerse para oponerse a un gobierno. No tienen competencia moral para concebir que su oposición hubiera sido más eficaz afianzada en sus fortalezas históricas, amén de elevar el debate. Se llama decadencia.
Antes de la cibernética los repositorios documentales estaban a la merced de guerras o desastres naturales. Ahora no solo hay discos duros sino una quisicosa que llaman la «nube», donde desde hace años puedes preservar tus documentos, fotos, vídeos, música.
Lo mismo pasa con tus votos, abrigados por el CNE de la vileza del «acta mata voto», como ha demostrado la incendiaria dama que incinera los cuadernos de votación de la oposición.
El Imperio pirómano anda afanoso en la destrucción de la memoria humana. Destruyó la Biblioteca de Bagdad, por ejemplo, donde no se sabe qué documentos inestimables se perdieron, como tablillas sumerias que ya nunca sabrás qué te decían.
Si nos invaden olvídate del techo del Salón Elíptico, junto con el Acta de la Independencia, porque no solo nos quieren exterminar sino devastarnos la memoria como arrasaron la Biblioteca de Alejandría y como los conquistadores intentaron asolar las culturas indígenas y aún quieren prolongar el holocausto de Apacuana.
No podrán, pero harán mucho daño porque tal es el algoritmo genocida del Imperio.