Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del mamarrachismo. Está teniendo un éxito clamoroso en todas partes —menos en países como Venezuela. Pero insisten y no es tanto que fracasan siempre siempre siempre sino las mamarrachadas apoteósicas y criminales que inmortalizan. No tienen ni talento ni probidad, pero la desvergüenza alimenta mucho.
El teatro ha acompañado al ser humano durante milenios y ha montado en los escenarios a bufones, graciosos, cómicos, arlequines, colombinas, payasos, esperpentos y demás mamarrachos entrañables para cualquiera que haya sido niño —hay gente que nunca fue niña, me consta.
No se me olvida una corrida bufa que vi en mi infancia en las desaparecidas Arenas de Valencia, en que unos payasos se hacían atropellar por unos toros bravos —la niñez se ríe de cosas así.
Otro recuerdo ineludible de mi infancia: una comparsa carnavalesca de mamarrachos. Fue que en la familia nos vestimos con ropas tan viejas y deterioradas que no servían para vestir sino para dar risa. Todo aderezado con máscaras, bultos, acciones y voces grotescos que apenas recuerdo. Lo que sí rememoro es que nos divertimos mucho.
Siempre he sido partidario de las payasadas, me simpatiza la gente que disfruta causando risa, Joselo, Ruyío, Fina Rojas, Frijolito y Robustiana… Causar risa es de las actividades por las que vale la pena vivir.
Pero en mis delirios más frenéticos jamás imaginé que la payasada tomara el poder, si los bufones precisamente se burlan de él. ¿Cómo es que gente grotesca están tomando el poder por doquier, con Trump y Bolsonaro a la cabeza? No tendría inconveniente si no fuera porque causan catástrofes, con mortandades y Libias. La payasada del irrealizable Muro de Trump está poniendo a pasar hambre a casi un millón de familias. Otros funámbulos del humor irresponsable, María Corina Machado o Henry Ramos Allup, ponle, están alentando una guerra civil, quema de personas en la calle, vivas, incendio de equipos de salud, puputovs, apagones, precios sádicos. «¡Fuerza es fuerza!», brama MariCori. «¡Tengo un motor arrechísimo aquí!», ulula Ramos Allup señalando su ingle. Pero cada día las payasadas son más suntuosas, como la autojuramentación de Gauidó. Y más peligrosas. ¿Cómo haremos con gente así?