Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben (XI)

El Libertador Simón Bolívar exponiendo ante los diputados representantes de casi todas las Provincias que conformaban Venezuela, les hace conocer su parecer de cómo debían ser las Leyes que rijan las instituciones del Estado, su percepción es tan vehemente que no dudaba en la necesaria división de los Poderes. Si, el Discurso de Angostura pronunciado por el venezolano Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819 contenía la clave para asentar en Venezuela un modelo de gobierno que proporcionara la mayor suma de felicidad para todos los habitantes de la república venezolana. Bien, sigamos transcribiendo el imponente y contundente Discurso de Angostura, pieza oratoria redactada y escrita personalmente por nuestro querido y grande hombre; nuestro paisano.

"Todos los pueblos del mundo han pretendido la libertad, los unos por las armas, los otros por las Leyes, pasando alternativamente de la anarquía al despotismo, o del despotismo a la anarquía; muy pocos son los que se han contentado con pretensiones moderadas, constituyéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu y a sus circunstancias. No aspiremos a lo imposible no sea que por elevarnos sobre la región de la Libertad, descendamos a la región de la Tiranía. De la Libertad absoluta se desciende siempre al Poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la Suprema Libertad Social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una Libertad ilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga en los límites que la razón y el interés prescriben; que la voluntad nacional se contenga en los límites que un justo Poder le señala; que una legislación civil y criminal análoga a nuestra actual Constitución domine imperiosamente sobre el Poder Judiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá el choque que embaraza la marcha del Estado; y no habrá esa complicación que traba, en vez de ligar la Sociedad.

Para formar un Gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales, moderar la voluntad general, y limitar la autoridad pública: los términos que fijan teóricamente estos dos puntos, son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos, es la restricción, y la concentración recíproca a fin de que haya la menor frotación posible entre la voluntad, y el Poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu, es la que ensancha el progreso de las luces. El amor a la Patria, el amor a las Leyes, el amor a los Magistrados, son las nobles pasiones que deben absolver exclusivamente el alma de un Republicano. Los venezolanos aman la Patria, pero no aman sus Leyes; porque estas han sido nocivas y eran la fuente del mal: Tampoco han podido amar a sus Magistrados porque eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagrado por la Patria, por las Leyes, por las Autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de Cuerpo a Cuerpo. Para sacar de este caos nuestra reciente República, todas nuestras facultades morales no serán bastantes sino fundimos la masa del Pueblo en un todo: la composición del Gobierno en un todo la Legislación en un todo, y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa.

La sangre de nuestros ciudadanos, es diferente, mezclémosla para unirla, nuestra constitución ha dividido los Poderes enlacémoslos para unirlos: nuestras Leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este Edificio monstruoso se derribe, caiga; y apartando hasta sus ruinas, elevemos un templo a la Justicia, y bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un código de Leyes Venezolanas. Si queremos consultar monumentos y modelos de Legislación, la Gran Bretaña, la Francia, la América Septentrional los ofrecen (Divinos) admirables. La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor Paternal del Congreso. Moral y luces son los Polos de un República: moral y luces son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su Areópago, y los guardianes de las costumbres y de las Leyes; tomemos de Roma sus Censores y sus Tribunales domésticos, y haciendo una santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el Mundo la idea de un Pueblo que no se contenta con ser Libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos y (reuniendo) formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres, y la moral Republicana. Constituyamos este Areópago para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción Nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la patria el ocio la negligencia, de los ciudadanos: que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos"



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José M. Ameliach N.


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