Nuestro máximo héroe, Simón Bolívar, el Libertador al continuar pronunciando su extenso y maravilloso Discurso de Angostura, va contagiando de fe y optimismo a cada lector, de que si tenemos que esperar cosas que la Providencia nos proveerá, y ellas, en parte anunciada con meridiana claridad por el mismo paisano y guía nuestro. Es el día domingo 15 de febrero de 1819 fue un día glorioso para Venezuela, ese día se oyó la voz del más grande americano en el salón donde se encontraban reunidos los diputados que componían el gran II Congreso Constituyente de Venezuela. Sigue así la pieza oratoria redactada y leída por el Libertador de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y creador de Bolivia.
"Debiendo corregir las malas costumbres con penas morales, las Leyes castigan los delitos con penas aflictivas, no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que la debilita, y no solamente lo que viola la Constitución, sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción de este Tribunal verdaderamente Santo, deberá ser efectiva con respecto a la educación y a la instrucción, y de opinión solamente en las penas y castigos. Pero sus anales o registros donde se consignen sus actas y deliberaciones, los principios morales y las acciones de los Ciudadanos, serán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consultará el Pueblo para sus elecciones, los Magistrados para sus resoluciones, y los jueces para sus juicios. Una institución semejante por más que parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que algunos Legisladores antiguos y modernos han establecido con menos utilidad del espíritu humano. Legisladores, por el proyecto de Constitución que reverentemente someto a vuestra sabiduría, observaréis el espíritu que la ha dictado.
Al proponeros la división de los ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria, el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices. Poniendo restricciones justas y prudentes en las asambleas primarias y electorales ponemos el primer dique a la licencia popular, evitando la concurrencia tumultuaria y ciega que en todos tiempos ha imprimido el desacierto en las elecciones, y ha ligado, por consiguiente, el desacierto a los Magistrados y a la marcha del Gobierno; pues este acto primordial es el acto generativo de la Libertad, o de la esclavitud de un Pueblo. Aumentando en la balanza de los Poderes el peso del Congreso por el número de los Legisladores, y por la naturaleza del Senado, he procurado darle una base fija a este primer cuerpo de la Nación, y revestirlo de una consideración importantísima para el éxito de sus funciones soberanas. Separando con limites bien señalados la jurisdicción Ejecutiva, de la Jurisdicción Legislativa, no me he propuesto dividir sino enlazar con los vínculos de la armonía que nace de la Independencia, estas potestades supremas cuyo choque prolongado jamás ha dejado de aterrar a uno de los contendientes. Cuando deseo atribuir al Ejecutivo una suma de facultades superior a la que antes gozaba, no he deseado autorizar un déspota para que tiranice la República, sino impedir que el despotismo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas, en que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocracia.
Al pedir la estabilidad de los jueces, la creación de jurados, y un nuevo código, he pedido al Congreso la garantía de la Libertad civil, la más preciosa, la más justa, la más necesaria, en una palabra, la única libertad, pues que sin ella las demás son nulas. He pedido la corrección de los más lamentables abusos que sufre nuestra judicatura, por su origen vicioso de este piélago de legislación española, que semejante al tiempo recoge de todas las edades y de todos los hombres; así las obras de la demencia, como las de talento, así las producciones sensatas, como las extravagantes, así los monumentos del ingenio, como los del capricho. Esta enciclopedia judiciaria, monstruo de diez mil cabezas, que hasta ahora ha sido el azote de los pueblos españoles, es el suplicio más refinado que la cólera del cielo ha permitido descargar sobre este desdichado Imperio. Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres, que la tiranía y la guerra nos ha dado, me he sentido la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la obscura antigüedad, y de aquellas olvidadas Leyes que mantuvieron algún tiempo la virtud, entre los Griegos y Romanos. Y bien puede ser tenido por un cándido delirio; más no es posible; y yo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamiento que mejorado por la experiencia y las luces; puede llegar a ser muy eficaz. Horrorizado por la divergencia que ha reinado, y debe reinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al Gobierno Federativo, he sido arrastrado a rogaros para que adoptéis el centralismo y la reunión de todos los Estados de Venezuela en una República sola o indivisible. Esta medida, en mi opinión es urgente, es vital, es redentora; es de tal naturaleza que sin ella el fruto de nuestra regeneración será la muerte.