Señor empezad vuestras funciones, yo he terminado las mías (XIV)

Al continuar nuestro máximo héroe, Simón Bolívar, el Libertador, pronunciando su extenso y portentoso Discurso de Angostura, se va cada vez el lector dando cuenta de la claridad de su pensamiento, algo poco tenido por líderes políticos en el mundo entero. El 15 de febrero de 1819 fue un día glorioso para Venezuela, ese día se oyó la voz del más grande americano en el salón donde se encontraba reunido los diputados que componían el segundo gran Congreso Constituyente de Venezuela. Sigue así este segmento final de la elocución redactada y escrita por el propio libertador de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y creador de Bolivia.

"Un Gobierno que ya no quiere dominios sino desiertos; ciudades, sino ruinas; vasallos, sino tumbas. La declaración de la República de Venezuela es el acta más gloriosa, más heroica, más digna de un Pueblo Libre; es la que con mayor satisfacción tengo el honor de ofrecer al Congreso, ya sancionada por la expresión unánime del Pueblo Libre de Venezuela. Desde la segunda época de la República, nuestro ejército carecía de elementos militares, siempre ha estado desarmado, siempre le ha faltado municiones, siempre ha estado mal equipado. Ahora, los soldados defensores de la Independencia no solamente están armados de la justicia, sino también de la fuerza. Nuestras tropas pueden medirse con las más selectas de Europa; ya que no hay desigualdad en los medios destructores. Tan grandes ventajas las debemos a la liberalidad sin límites de algunos generosos extranjeros que han visto gemir la humanidad y sucumbir la causa de la razón, y no han sido tranquilos espectadores, sino que han volado con sus protectores auxilios y han prestado a la República cuanto ella necesitaba para hacer triunfar sus principios filantrópicos. Estos amigos de la humanidad son los genios custodios de la América y a ellos somos deudores de un eterno reconocimiento, como igualmente de un cumplimiento religioso a las Sagradas obligaciones que con ellos hemos contraído.

La deuda nacional, Legisladores, es el depósito de la fe, del honor y de la gratitud de Venezuela. Respetadla, como la Arca Santa, que encierra no tanto los derechos de nuestros bienhechores; cuanto la gloria de nuestra fidelidad. Perezcamos primero que quebrantar un empeño que ha salvado la Patria y la vida de sus hijos. La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado, ha sido el voto uniforme de los Pueblos y Gobiernos de estas Repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. Estos Pueblos hermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos, sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal; que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades mi imaginación se fija en los siglos futuros y observando desde allá, con admiración y pasmo la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del Universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas entre esos océanos que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana. Ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus Montañas de plata y de oro.

Ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo. Ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan superior es la suma de las luces, a la sumas de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la Libertad empuñando el cetro de la justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno. Dignaos Legisladores acoger con indulgencia la profesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del Pueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad, y la Paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio de las leyes inexorables, la igualdad y la Libertad.

Señor empezad vuestras funciones, yo he terminado las mías"

José M. Ameliach N. Enero de 2019



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José M. Ameliach N.


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