Después de varios días de estar ausente de las redes sociales hoy retomamos nuestro oficio, esta vez para tratar los pormenores que generó la falla eléctrica, la cual ha sido considerada por propios y extraños como la más larga en el tiempo que ha sufrido el país a lo largo de su historia.
Recordemos que el apagón, que dejó sin fluido eléctrico inicialmente a más de 18 estados de la República, en un solo sopetón, se dio inicio el pasado jueves 7 de marzo, a las 4:00 de la tarde, y se prolongó, en el caso de Yaracuy, hasta el día lunes, entre las 4:00 y 5:00 de la tarde. Las cuentas nos dicen que vivimos completamente a oscuras, aproximadamente, 96 horas ininterrumpidas.
Nunca antes los venezolanos de este tiempo habíamos experimentado un desafío de tal magnitud, como el que acabamos de vivir.
Los problemas que generó el apagón en nuestros hogares comenzaron a sentirse de inmediato. La televisión, la radio y los medios alternativos, es decir la Internet y el encendido de las computadoras y de los teléfonos celulares, quedaron nulos de todo uso.
La desesperación comenzó hacerse presente a medida que transcurría el tiempo, más cuando vimos que los refrigeradores y neveras que sirven para resguardar nuestros alimentos, comenzaron a dejar de enfriar.
Sumada a esta circunstancia igualmente los venezolanos empezamos a experimentar la falta de agua potable, que llega a la mayoría de los hogares del país a través del bombeo que funciona gracias al fluido eléctrico.
Una vez que el apagón se consolido después de las 24 horas, se hizo presente la rabia y la desesperación, aunado al fuerte calor que debimos experimentar, sobre todo los niños y ancianos, quienes tenemos la oportunidad de dormir en aire acondicionado, o al menos, bajo el influjo de un ventilador.
"Maduro coño ´e tu madre" escuchamos gritar en repetidas oportunidades a varios vecinos que frustrados ante la difícil situación imploraban, sonando las cacerolas, que se terminará de caer el gobierno.
Quienes hemos defendido el proceso revolucionario debimos asumir las indirectas que se lanzaban de manera retadora en silencio, y sobre todo el repicar de las ollas, para evitar así cualquier confrontación innecesaria, más si ésta pudiera implicar a los propios vecinos.
De ahí en adelante, cuando el apagón se hizo elocuente, en el tiempo, la taquicardia, el nerviosismo y la frustración emergieron irremediablemente, sobre todo debido a que los pocos alimentos que estaban resguardados en las neveras comenzaron a dañarse, y para rematar el agua que quedaba en reserva comenzaba agotarse.
Sabemos de algunas vecinas que para ahogar el sufrimiento rompieron en llanto ante la impotencia de ver el país sumido cada vez más en caos y dolor y sobre todo tener que soportar esto difíciles momentos alejados de familiares queridos, que se vieron en la necesidad de abandonar el país antes del apagón para buscar mejores niveles de vida.
Sumada a las anteriores circunstancias el problema que estamos viviendo los venezolanos se hizo más crítico, por cuanto la mayoría de los hogares no cuentan con las bombonas de gas, y quienes venimos cocinando con uno u otro aparato eléctrico quedamos nulos de toda nulidad hasta para preparar los alimentos. Incluso, ni leña se consigue, lo que hace que se empeore la situación.
El insomnio, en los días sucesivos al apagón, desde luego, también se hizo presente, sobre todo por temor a que algún grupo delincuencial apareciera para continuar cometiendo tantas fechorías, como de hecho lo vienen haciendo, libre y de manera impune, en perjuicio de las familias venezolanas, desde hace tiempo.
A grandes rasgos parte de lo aquí narrado nos afectó directamente debido al apagón. Aunado a ello las pocas noticias que llegaron por una que otra emisora de radio, que logró salir al aire, hizo que la tensión en nosotros mismos fuera mayor.
Una de ellas, que de hecho nos afectó notablemente, fue el presunto fallecimiento de ochenta niños en el estado Zulia que permanecían hospitalizados en la sala de neonatología del Hospital Universitario de Maracaibo, debido a que las incubadoras se quedaron sin electricidad.
La preocupación de nuestra pareja para preservar las insulinas y los medicamentos para el VIH/Sida, más las muestras para serologías de las diferentes patologías que afectan a los pacientes del estado, en su trabajo, también se hizo presente, por cuanto las mismas ameritan refrigeración para preservar su vida útil y por tanto solo se contaban con cavas portátiles y gel de refrigeración, los cuales aseguran solo 48 horas de temperatura adecuada.
Afortunadamente la Proveeduría del estado, con una planta eléctrica propia, asumió el reto de resguardar todos estos medicamentos y muestras lo que hizo que la tensión bajara.
No podemos dejar de mencionar ante el colapso eléctrico que sufrió en este caso Yaracuy las actuación que asumió el gobernador del estado, Julio León Heredia, como garante de la salud en la entidad, pues gracias a sus gestiones, nuestros pacientes renales que ameritan ser dializados, diariamente, continuaron su proceso de tratamiento una vez que dotó de plantas eléctricas a los diferentes centros de salud privados que prestan ese importante servicio.
A pesar de todo, algo positivo vivimos los vecinos con el afamado apagón. El mismo sirvió para estrechar más aun la amistad y la comunicación entre propios y extraños. De entrada en la primera noche, en medio de la oscuridad, se nos ocurrió prender un "mechurio" con gasoil al frente de nuestra residencia. Eso permitió, además de alumbrarnos momentáneamente, establecer largas tertulias en torno a la crisis que afecta al país, hasta bien entrada la noche y hasta comenzar a sentir los efectos del sueño.
En medio de estas tertulias se hizo presente la solidaridad con alguno que otro vecino que no tenían ni siquiera para poder preparar alguna comida caliente.
En nuestro caso recibimos apoyo para tratar de poner en funcionamiento una vieja planta eléctrica, que a duras penas logró mantenerse encendida solo por una hora, pero después cumplió con su cometido a intervalos de 15 o 20 minutos, con poco éxito.
Tras los encuentros en lo que sí coincidieron los vecinos, a pesar de pertenecer mucho de ellos a la oposición, fue en mantener la calma y la paz en el país, pues bajo ningún concepto comparten o apoyan una incursión armada que devenga para instaurar a la fuerza otro gobierno.
En nuestro caso comentamos que este apagón es solo parte de los tráiles de lo que pudiera ser una verdadera guerra, lo cual nos ha llevado a promover y sembrar mayor conciencia.
A estas alturas aun no comprendemos como es que existen venezolanos que se han prestado, por los intereses de unos pocos, llevar al país a la situación de caos que estamos viviendo.
Desde nuestra trinchera solo nos resta seguir promoviendo la paz, el diálogo y el entendimiento, pero sobre todo el reencuentro entre los propios venezolanos, porque Venezuela eres tú, soy yo, somos todos, y aquí, afortunadamente, cabemos y hay trabajo para todos.
Por ello, debemos de evitar entonces que la historia nos señale y nos recrimine ante el comportamiento que hemos venido asumiendo en perjuicio de la nación, pero sobre todo evitar que el país se nos vaya de las manos en detrimento de las próximas generaciones.
Además de trabajar para restituir el servicio eléctrico, los venezolanos estamos llamados a reconstruir al país, por eso insistimos en nuestros llamados a emprender las acciones necesarias, eso sí en medio de la paz que tanto necesita la nación para recobrar en definitiva el camino perdido.