El levantamiento popular que se ha desarrollado en Chile en estos días de octubre de 2019 se puede asemejar, en términos históricos, al Caracazo venezolano de febrero de 1989. Ambos fenómenos sociales representan una respuesta popular espontánea contra los estragos del neoliberalismo como programa económico.
Si el Caracazo significó en su momento el inicio de una etapa de protestas antineoliberales en toda América Latina, este Chilenazo del 2019 actúa como la culminación de 30 años de rebeliones populares que, aunque han tumbado numerosos gobiernos y contribuido al triunfo electoral de nuevos líderes y referencias políticas, aún no terminan de consolidar genuinas organizaciones y programas que interpreten y traduzcan el sentir popular en voluntad de cambio revolucionario anticapitalista.
Para la sociedad chilena, este levantamiento es, sin duda, la ruptura definitiva con el trauma impuesto a sangre y fuego por la dictadura militar pinochetista. La masiva protesta en todas las principales ciudades del país demuestra que el pueblo perdió el miedo (y ya no sólo los estudiantes, que comenzaron a luchar desde hace una década), y que los mecanismos de control ideológico de la democracia liberal burguesa han sido rotos por la conciencia que renace en las clases trabajadoras.
Pero también implica el hundimiento político del llamado "milagro chileno". Durante décadas, la burguesía chilena y sus socios mayores imperiales vendieron la idea de que el auge económico del país y la estabilidad política de la democracia eran el producto necesario del período dictatorial. En cinco días, el pueblo chileno acabó con esa falsa imagen de prosperidad económica y aparente convivencia democrática construida en los 30 años transcurridos desde el fin de la dictadura.
El Chilenazo de 2019 termina de resquebrajar el aparentemente sólido frente neoliberal que se conformó en Suramérica con protagonistas como Macri, Bolsonaro, Lenin Moreno, Duque, Kuczynski y el propio Piñera. Con Macri a punto de salir derrotado en las presidenciales del próximo domingo y Piñera en medio de una crisis que aún no logra resolver, con Kuczynski destituido y preso, y Moreno en Ecuador con la amenaza latente de un nuevo levantamiento indígena y popular, no queda en el continente ningún gobierno neoliberal que pueda presumir de logros económicos y estabilidad política. Pues Duque en Colombia y Bolsonaro en Brasil también enfrentan numerosos conflictos sociales y escándalos políticos, que sin alcanzar el nivel de los recientes sucesos en Perú, Ecuador y Chile, representan un auge de la lucha popular contra el neoliberalismo.
Hoy en Chile viven varias decenas de miles de venezolanos. Emigrados como otros tantos por los efectos de otro paquetazo neoliberal, el que ejecuta Maduro, disfrazado de socialista, pero cuyos efectos contra el pueblo y a favor del gran capital son tan letales como los aplicados por los ya mencionados gobernantes suramericanos. Estos venezolanos han presenciado la ruptura violenta del escaparate neoliberal que engañosamente les ofrecía un modelo "alternativo" al falso socialismo de Maduro .
En la realidad, tanto Maduro como Piñera representan programas económicos y proyectos políticos al servicio del gran capital mundial. Que uno sea pupilo de los gringos y el otro de los chinos no implica mayor diferencia. Sólo la lucha popular anticapitalista puede abrir espacios políticos para un nuevo liderazgo revolucionario en Nuestra América. Los pueblos de Ecuador y de Chile han resucitado las esperanzas de todo el continente por que se abra una era de verdaderos cambios a favor de las grandes mayorías sociales, que supere las inconsecuencias y traiciones que permitieron la retoma del poder por el neoliberalismo pitiyanki y que rompa a la vez con el macabro proyecto madurista que a nombre de Chávez ha vendido la revolución al capitalismo oriental.
Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 22 de octubre de 2019.