Las nefastas consecuencias de la toma de la Asamblea Nacional por parte de bárbaros conspiradores que convirtieron al órgano central de nuestro poder legislativo en una agencia al servicio de sus intereses subalternos a los del capital/sionismo dominante, nos exigen una participación consciente tanto en la elección de los diputados responsables de devolverle su legitimidad y dignidad, como en el acompañamiento y control de su gestión a partir del 2021. Nos exigen apropiarnos de la fuerza que nos otorgamos al aprobar nuestra Constitución y establecer explícitamente que "La soberanía reside intransferiblemente en el Pueblo…" y que "Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos".
Si es válido recordarle a los gobernantes que el poder se tiene para ejercerlo, más válido aún es tomar consciencia de que la soberanía -fuente de todo otro poder- también se tiene para ejercerla directa o indirectamente como se apunta en nuestra Carta Magna. Ejercicio que en el caso de la renovación parlamentaria implica como mínimo dos grandes compromisos.
El primero y más sencillo, el ejercicio indirecto "mediante el sufragio". Quienes queremos a Venezuela no podemos caer en el gravísimo error de no votar para "castigar" al Gobierno, tal como ocurrió en el 2015. La gestión gubernamental es criticable, sí. Pero la dura situación que estamos atravesando es producto fundamentalmente del acoso, el asedio y el bloqueo impuesto por el poder imperial y sus lacayos contra nuestro país, precisamente por defender nuestra soberanía. Por eso, hoy más que nunca, votar se convierte en una obligación moral ineludible pues si no somos capaces de practicar indirectamente nuestro poder soberano, difícilmente lo podremos ejercer de manera directa como lo exigen las circunstancias.
El segundo compromiso a asumir es mucho más complejo y difícil que el primero pues si bien estamos acostumbrados a votar no lo estamos a intervenir sistemática y concienzudamente en la definición e instrumentación de nuestro destino. Quinientos años de colonización, una innegable tendencia al caudillismo y un siglo de "cultura" petrolera, incluyendo medio siglo de democracia representativa, nos han inoculado, además de otras mañas propias del capitalismo dependiente, una marcada tendencia al inmediatismo, al "resuelveme" y al "dame".
Ha llegado hora de sustituir la quejadera y la criticadera por los medios y las redes por un activismo bien organizado y responsable. De asumir maduramente la cogestión de la administración pública que nos corresponde como Poder Popular organizado. De trabajar de la mano de nuestros legisladores para acelerar el tránsito de nuestra Venezuela aun capitalista hacia una Patria soberana, comunitaria, socialista.
Solo el Pueblo salva al Pueblo.