Es el título de una famosa novela del escritor de origen portugués José Saramago. La novela se desarrolla en torno al comportamiento masivo que tuvo la población de una ciudad, de un país sin nombre, cuando ante un proceso electoral que se estaba desarrollando, la gente de forma individual decidió votar diferente. Votar en blanco, para no tener que darle el voto a ningún partido, sea este de izquierda, derecha o centro.
Las clase política, que como siempre evade y no asume responsabilidades, ubicó el fenómeno como un hecho incomprensible y trata de explicar tal comportamiento, inesperado para ellos, como parte de una conspiración internacional.
Ante este este hecho político, el primer ministro de ese país sin nombre: "reconoció que la gravedad de la situación era extrema, que la patria había sido víctima de un infame atentado contra los cimientos básicos de la democracia representativa", por lo tanto la acción del gobierno dentro de la novela se desarrolla a partir de lo que para ellos es una verdad incuestionable, a partir de lo que expone el ministro de interior: "… los servicios de espionaje que se encuentran bajo mis órdenes, o mejor, que dependen del ministerio a mi cargo, no excluyen la posibilidad de que lo sucedido tenga sus verdaderas raíces en el exterior, que esto que vemos sea sólo la punta del iceberg de una gigantesca conjura internacional de desestabilización, probablemente de inspiración anarquista, la cual, por motivos que todavía ignoramos, habría elegido nuestro país como su primera cobaya".
Así se desarrolla la novela, entre un comportamiento electoral de una población que probablemente estaba asqueada de los liderazgos y de la forma de hacer política de una clase política que perdió su conexión con la gente y con la realidad.
Si Saramago estuviera vivo y se planteara escribir una segunda parte de su novela, probablemente ese país sin nombre, lo pudiéramos llamar: Venezuela elecciones 6 de diciembre 2020.
La significativa abstención que se registró en este último proceso electoral para elegir a los diputados y diputadas de la nueva Asamblea Nacional, ocurrida en medio de la mayor crisis societal que se haya registrado en nuestra vida republicana y con un rechazo incuestionable (evidenciado en la calle, en las colas, en los mercados y en todas las encuestas de opinión) tanto de los líderes del chavismo-madurismo, comenzando por el propio Maduro, como de los líderes de las oposiciones, nos tiene que llevar a profundizar el análisis de ese comportamiento electoral, que a mi modo de ver, va mucho más allá del simple hecho de ganadores y perdedores. Aunque indudablemente el que sigue perdiendo es el país.
No se trata de buscar culpables fuera de nuestras fronteras, como tampoco decir que esto es un triunfo de un sector de la oposición cuya estrategia política se ha centrado, durante gran parte del siglo XXI, en llamar a la abstención, como si ello fuese un fin en sí mismo. Definitivamente la realidad, nuestra realidad, supera los deseos delirantes y la imaginación ociosa de unos cuantos que quisieran ver exterminado al chavismo o a la oposición.
El escenario político que se inicia después del pasado 6D tiene que llevarnos a reflexionar profundamente y tratar de comprender la complejidad política que tiene como resultados una abstención que ronda casi el 70%. Esta debería ser la tarea responsable y honesta de cualquier actor político que de verdad sienta y le duela lo que está pasando con la gente que sufre, que está soportando esta terrible crisis y que no encuentra ni en la política ni en sus liderazgos respuesta y solución a su terrible realidad.
Aprovechemos estos pocos días que quedan de este año, para que en medio de la tristeza que nos embarga como consecuencia de la crisis terrible e injusta que estamos viviendo, hagamos una profunda reflexión de estos resultados electorales para que en este 2021 y por lo tiempos y luchas que están por venir, podamos debatir y construir: como pueblo, como comunidad, como sociedad, como país, una ruta que nos permita conectar a la política con la gente. Es necesario ejercer contrapoder a partir de nuevos liderazgos; inteligentes, democráticos, honestos, coherentes y contestatarios.