Cuatro años antes:
Al final de la fallida y no tan santa –en términos guerreristas y de violación de derechos humanos…– administración Obama –demócrata–, el mundo presenció la más inusual y reveladora de las campañas electorales estadounidenses. La corrupción, ambiciones e intrigas a lo interno de los propios partidos –republicano y demócrata– como elementos predominantes para llegar a la máxima representación partidista; ‘la nominación a la candidatura presidencial de los Estados Unidos’. El mundo vio en todo su esplendor un imperio en agonía, decadente, falto de honestidad, falto de humanidad…, en el que; bajo la consigna «Estados Unidos Primero», Donald Trump, candidato republicado, para sorpresa y reacomodo virulento de muchos, ganaría las elecciones. ¡Inexplicable, sorpresivo, fraudulento…! ¡Nadie en este mundo se esperaba tal triunfo, los medios se habían encargado de la negación de su posibilidad! ¡Los gobiernos latinoamericanos enmudecieron, quedaron en un limbo a la expectativa, aliados incondicionales, entonces de los demócratas, basados en los medios y sus encuestas, apostaron y jugaron al triunfo demócrata! Solo en la retórica propagandística, estadounidense, contra el comunismo, la inaudita e inverosímil victoria electoral de Donald Trump ante Hillary Clinton, no podía ser otra cosa que; «un fraude electoral por injerencia extranjera contra el sistema y la forma de vida estadounidense…», fue la mejor excusa desde las ‘prodigiosas mentes de analistas demócratas’ para explicar su derrota y mantenida –como espectáculo circense– por los medios a lo largo de estos cuatro años. ¡Después del primer presidente de color en la casa blanca, ahora le tocaba el turno, al más ‘floreciente, exitoso…’, magnate empresarial del espectáculo, la hotelería…!
Así, desde los camerinos como jugador designado de último inning, último recurso, surgió y llegó Donald Trump a la presidencia, tras una convulsa, insólita, de espectacularidad noticiosa diaria, denigrante y bien decadente campaña electoral estadounidense de hace cuatro años atrás. Posesionado, sólo recibirá vítores de sus detractores internos –los medios de comunicación a la vanguardia y mampara– cuando de asaltar el poder en otras naciones se trataba su gestión. Déspota, sórdido, gansteril, delincuencial… son los calificativos más resaltantes y comunes contra en el desempeño de su administración, en aras de mantener la espectacularidad noticiosa, la atención del mundo sobre su persona. Enfrenta y sanciona al mundo entero como medida proteccionista y eficaz para la restauración de la influencia y hegemonía perdida hacia la concreción de su promesa electoral: ¡«Estados Unidos, grande, poderoso, dominante, primero»! ¡Muchos son los afectados!, dentro y fuera de sus límites territoriales, legales… que no le perdonaran la desfachatez individualista, su arrogancia, maltratos y pérdidas multimillonarias en todos los ámbitos y naciones. ¡Era el mejor bufón, teatrero, jamás visto en la jefatura de imperio alguno! Pensémoslo.
Hoy, tras una nueva campaña electoral por la presidencia de los Estados Unidos, con resultado adverso –‘aplastante y aún después veinte días nada claro’– contra Donald Trump, su continuidad administrativa, política y probablemente empresarial, queda en evidencia la obsolescencia de su sistema electoral, la decadencia política, democrática, y sobre todo: «queda en absoluta e innegable evidencia cómo la vida de la sociedad estadounidense depende de todo un entramado teatral, de comedia, circense, cinematográfico, donde los medios de comunicación son los encargados de ‘llevar y juzgar la verdad’» –mal acostumbrados en su desempeño y cotidianidad a decidir quién gobierna y quien no otras naciones–, confabulados contra Donald Trump, al ‘sacarlo del aire’ por «decir las mismas mentiras sobre fraude electoral» –que desde esos medios se aplauden y se fomentan en otras naciones– sin duda habían decidido derrocar a Donald Trump y sus pretensiones de continuidad administrativa. «¡Los medios de comunicación estadounidenses derrocaron a Donald Trump como lo suelen hacer en otras naciones!» ¡La comedia, el espectáculo circense, noticioso, distractor, hollywoodense debe continuar! Los problemas internos y externos son muchos y muy profundos. ¿Se habrán puesto de acuerdo republicanos, demócratas y medios para distraer al mundo, a la sociedad estadounidense con su diatriba política, Trump es hombre, empresario de espectáculos?
El punto cumbre, emblemático, de esta superproducción cinematográfica en la que se ha convertido la última elección presidencial estadounidense, está en boca, redes sociales, de republicanos, seguidores de todas las nacionalidades, representantes legales –manager artísticos– de Donald Trump, y en sí mismo, al señalar una trampa, fraude…, orquestado, dirigido, financiado y ejecutado, contra la sociedad, el sistema electoral y la democracia estadounidense, por el gobierno venezolano… ¡Claro, no podía ser de otra manera! ¡En su confabulación interna –decadencia política administrativa estadounidense, violatoria de todo derecho e institucionalidad–, no puede ni debe tener enemigos en su propio país! ¡Todo mundo –a decir hollywoodense–, es un patriota en potencia! ¡El enemigo es externo, y hoy, cuatro años más tarde, ahora en boca de los republicanos, está fundamentado desde Venezuela!
–¿Cómo van a resolver? ¿Cómo termina esta película?...
¡Para Hollywood siempre se impone la libertad, la democracia… los buenos y nobles fundamentos de la sociedad y modo de vida estadounidense!, hoy y, desde hace mucho tiempo, vulnerados, mancillados por sus propios medios de comunicación.
Veo y pienso, anticipo un desenlace de espectacularidad noticiosa, propio de Hollywood en otras naciones: «Los medios de comunicación en cadena nacional muestran a las fuerzas patrióticas, libertarias, heroicas, dirigidas por el flamante presidente estadounidense –noble y merecedor del Premio Nobel–, Donald Trump, negándose al reconocimiento de la derrota electoral e imposición de Joe Biden por el despiadado régimen venezolano» «¡Llaman al desconocimiento institucional, del ilegítimo gobierno demócrata!» «¡A la calle, a las guarimbas en todo el territorio estadounidense!» «¡Es la hora de defender el modo de vida americano, la integridad, libertad, democracia, institucionalidad, prosperidad, estadounidense de injerencias externas, contra las pretensiones comunistas, castro-chavistas, maduristas representadas por Joe Biden!»
Idealizo, como final de esta obra, a Donald Trump; «rodeado y protegido por la sociedad estadounidense, junto a su ‘ejercito libertario’, en transmisión conjunta al mundo de todas las cadenas comunicacionales, en tarima desde Central Park, con una gigantesca bandera estadounidense de fondo, flanqueada por multitud de banderas de naciones amigas –en primer plano las de los países del Grupo de Lima–, autoproclamándose vencedor y autojuramentándose Presidente en ejercicio de los Estados Unidos de América» –Recuerden que la vida estadounidense es toda una película, de guiones cinematográficos, impuesta por los medios de comunicación y cualquiera puede ser su final–.
¡A qué no lo hacen!...