Según José Ingenieros, "El hombre mediocre (léase la mujer también) es una sombra proyectada por la sociedad, o por el contexto que los rodea… Su característica es pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios… El hombre mediocre sólo tiene rutinas en su cerebro y prejuicios en su corazón". Dicho de una manera más directa, estas personas les queda grande pensar por sí solas, y menos tomar decisiones. Prefieren menguar bajo la sombra de otras personas, a quienes, muestran genuflexión para asegurarse seguir en un determinado cargo público.
Este es el caso de una funcionaria que funge de gerente de Recursos Humanos, de la Corporación Venezolana de Guayana, de la cual me quejó, pues, considero que está privándome de un derecho, ganado durante muchos años que preste servicio en esta emblemática empresa. Mi queja se centra en lo siguiente: soy excevegista, como lo es mi esposa. Ambos dimos lo mejor de nuestras vidas a esta gloriosa institución, hasta que nos tocó salir pensionados. Me encuentro en México, no escondido, sino con la frente en alto, donde recibo tratamiento oncológico, por cáncer prostático y porque tengo el apoyo de mi hija residenciada en ese país, en segundo lugar, porque no había manera de financiarme los costos del tratamiento.
En ese sentido, la propia CVG me garantizó uno de estos tratamientos de alto costo, pero llegó el momento en que nada más se pudo hacer. De eso existe constancia en la propia institución, como en el Grihosur (Grupo Hematológico Oncológico del Sur), donde recibí 30 radioterapias y luego, 4 sesiones de quimio, de las 6 que tenía indicada, las 2 restantes no se realizaron por contar con disponibilidad económica y ya la CVG no continuo con los pagos generados de la aplicación del tratamiento.
Nosotros como escevegistas tenemos derecho a las cajas de alimentación de la CVG, sin embargo, más de un año ha pasado sin que recibamos en citado benefició, a pesar que nuestra hija María Eugenia Santaella Cisneros, ha sido autorizada con poder legal para retirar ese beneficio. Pero, esas autorizaciones no tienen validez para la señora jefa de Recursos Humanos. (Según ella debemos ser unos tránsfugas que estamos viviendo un paraíso dorado, producto de dineros mal habidos, alejados de los preceptos "revolucionarios" que ella representa).
Los argumentos para tal falta de humanidad y consideración contra mi persona y mi esposa ella los sabrá, es decir, la atornillada funcionaria. Pero, sea cual sea su parecer, es un acto reñido y miserable no otorgar dos bolsas alimenticias, que nos corresponde, más aún cuando somos víctimas de una pandemia inclemente, por lo que el acto de esta dama se puede inscribir como un acto inhumano e injusto. Esta señora de Recursos Humanos se ha vuelto inabordable, no entiende de razones ni mucho menos de humanidad. ¡Qué pena! Pero, más tarde que temprano, ella será jubilada y vivirá lo que ella practicó desde su importante cargo. No estará toda su vida bajo el amparo de quien se confabula para tamaña ignominia.
Me despido, pleno de malestar, afectado por mi enfermedad, pero obstinado y arrecho de personas como la dama en cuestión, y me entra un aire al decir que las personas felices no pierden el tiempo haciendo el mal a los demás. El mal es algo que corresponde a gente infeliz, frustrada y mediocre.
Villahermosa, Tabasco, México, 28de enero de 2021.