“El mar, por su naturaleza, estaría tranquilo y quieto, si los vientos no lo revolvieran, y turbaran. De la misma manera el pueblo estaría quieto y sería dócil si oradores, y sediciosos no lo removiesen, y agitasen”. Fin de la cita. Bacón.
Cientos de postulados, figuraban a la cabeza de una reducida muchedumbre de jóvenes con almas viejas, que el PSUV presentó, con sus honrosas excepciones por supuesto, este sábado 28 de agosto, como candidatos a las elecciones regionales, para una supuesta renovación de las alcaldías, y gobernaciones, el próximo 21 de noviembre de 2021. Estas elecciones carecen de interés, en el sentido habitual, y democrático del término. Hay unos candidatos impuestos en cada estado, y municipio, como existirá también una propaganda única que se volcará sobre ellos: la única libertad del ciudadano consiste en marcar el nombre impuesto, pero seleccionado por otros. En teoría, podrían ser derrotados todos, puesto que la hiperinflación, destruye los estómagos de la patria, las mayorías exigen el cese de esta tragedia; en la práctica, esta desgracia sólo le ocurre a un ex rico país petrolero, que oscila entre quince, y veinte millones de habitantes que se quedaron, y la prensa internacional se vuelca con fruición sobre ese dato, procurando no relacionarlo con el número total de los que huyeron, que es de unos 7.000.000, con lo que el porcentaje de los postulados es milesimal. Estas elecciones serán sólo un rito, tiene algo de fiesta macabra, o de costumbre, pero nada más. Lo que sí parece honestamente digno de señalar es la reiteración de nombres elección tras elección: el triunfo de la ancianidad-militante. Se sabe que en la antigüedad del planeta, se reservaba la fortaleza juvenil para la guerra, y los viejos para la política. La palabra senado era, literalmente, una reunión de viejos, pero esto debe considerarse así, dentro de la breve vida humana, ya superada.
En Venezuela, como en otros países de corte totalitario, donde la configuración del poder, y de la sociedad ha brotado de un movimiento fascista, no de una revolución, donde se han entronizado los ideales, imponiendo unos dogmas que parten del punto de vista de lo inmejorable: del hallazgo de la verdad bajo presión militar. Cuando se prolonga en el tiempo sobre todo, en un tiempo como el de este siglo XXI: la velocidad, mutante, esta aplicación de lo inmejorable, supone una lucha contra la realidad de esta tragedia socio económica venezolana. Un intento de adaptar la barbarie a las formas de gobierno, y al molde ideológico totalitario, fundamentalista, y teocrático, traído del Medio Oriente, Cuba, y Asia, no a la inversa.
En 1999, la revolución bolivariana tenía un carácter enteramente juvenil frente a un socialismo real del siglo XX caduco, más aún que la ancianidad: dominada por el «cadáver insepulto de Miquelena, y su eterno socio», según frase famosa de Rómulo Betancourt (que, finalmente, moriría de viejo, pero fuera del poder). Hoy todo es totalitario. Se trata de sostener la viabilidad de ese dogma, de lo inconmovible que es. Ha sido minado por la maldad, por la historia negra, por los sucesos, por la acción exógena de árabes, chinos, cubanos, rusos etc., por una legión de térmites que se han devorado los enormes cimientos económicos de la patria de Bolívar.
Los revolucionarios del inicio casi han desaparecido: van sucediéndoles los niños-hijos de la nomenklatura. En ellos, la palabra oportunidad no tiene sentido. Se trata de eso. Su verdad es única, quien quiera modificarla será un apátrida, indigno de ser Gobierno.
No es enteramente lo que se vive en este país, un problema de generaciones. La dirigencia de la tercera edad, que ahora agoniza, son unos supervivientes de aquella ‘revolución bolivariana’: han sabido, sin embargo, recibir, y captar el aire del tiempo, sin cambiar de rumbo. No puede suceder así, esto en un país donde la palabra revisión de este desastre, es peyorativa, donde la palabra ‘desviacionismo totalitario’ es señal de lo punible. Incluso cuando en determinados momentos se ha comprendido la necesidad de un cambio, y la busca de un NO rotundo –al estalinismo-, el peso del viejo dogma soviético-cubano ha podido más: van 22 años.
El reciente enroque de mandos hecha sobre la base de reponer a los más ‘leales’ de cada claque (o jóvenes, pero con el alma vieja) indica, sobre todo, una imposibilidad de adhesión, a las nuevas realidades. Las fotografías de una aspirante a la alcaldía capitalina agotada, y de un policía aspirando a la gobernación gocha, con facciones deshechas, revelan una auténtica esclerosis revolucionaria. La gerontocracia prematura es uno de los males que minan hoy a Venezuela por dentro. Un país sin libertades, como el aquí construido con puntos de atraco militar en las carreteras del país, es lo único capaz de sujetar un andamiaje como este, cambio y fuera.
Percasita11@yahoo.es
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