Luego de la "constituyente", su alta factura patriótica, el 21N pasará a la historia como el proceso electoral más despreciable de nuestra historia, donde luego de más de dos lúgubres décadas de rumores y sospechas quedó flagrantemente demostrado la complicidad entre una falsa oposición con quienes, por la misma cantidad de tiempo, han desnaturalizado al otrora país más envidiado del planeta.
Aunque en chavismo ganar espacios de poder no vale absolutamente de nada, veamos este ejemplo: sí sumamos los votos de los candidatos "opositores" en las 20 gobernaciones que "ganó" el chavismo observamos que la sumatoria de éstos sobrepasa con creces el resultado obtenido por los candidatos psuv, es decir, deja en evidencia que "el financista" les ofreció todos los recursos para sus respectivas campañas electorales con la única condición de evitar la unidad, es decir, sus postulaciones debían ser por separadas, de ese modo el "financista" aseguraba su triunfo en un escenario electoral consabidamente abstencionista.
Una vez más, al igual que en las regionales 2017, queda demostrado que la oposición no controla la abstención, ella es el sentimiento nacional más legítimo en la nación, el grito de auxilio, la manifestación ciudadana de rechazo más solemne contra instituciones públicas psuvizadas mata votos. Obviamente, el régimen tampoco la controla, pero la alienta, esa es la explicación del porque el gobierno más rechazado de nuestra historia se desvive por realizar elecciones, además de controlar las instituciones, recursos y armas de la nación a real placer.
Ojalá finalmente se haya comprendido que lo electoral (y su respectiva abstención) son escenarios estériles, inútiles, ya demostraron lo que tenían qué demostrar. Tras "lo electoral" el régimen chavista obtuvo su desconocimiento, sanciones y demás actos punitivos por parte de la comunidad internacional, no habrá nada más.
Ahora bien, suponemos el régimen conocía de antemano lo que iba ocurrir, tras otra pantomima electoral el chavismo nunca iba perder espacios de poder y, lo más importante, terminaba de darle jaque mate a todo vestigio de oposición, sobrepasada vastamente por el castrismo venezolano.
Así es, oficialmente Venezuela queda sin oposición. También quedó demostrado que quienes participaron como candidatos tienen mismo nivel de rechazo que el régimen, dicho sea de paso, una abstención de 60% que, bajo la esclavitud electoral edificada por el régimen, nos obliga darnos cuenta la abstención real es superior al 70%.
Ahora el régimen intentará edificar su nueva oposición, donde el cuestionado Manuel Rosales se vislumbra como primer candidato ¿Cómo lo dejaron retornar al país sí estaba solicitado por la justicia roja? No hay hueso sano en este 21N.
Sépase, oficialmente no hay oposición en Venezuela, al menos orgánicamente, de partidos, nadie con legitimidad suficiente. Juan Guaidó es la figura reconocida por las democracias del mundo como cabeza de la oposición venezolana, pero dentro de nuestras fronteras prácticamente ha perdido toda su popularidad.
La política es dinámica, quedamos a merced de su dinamismo, los liderazgos surgen cuando menos se piensan. Las figuras opositoras requeridas deben tener como principal característica ser quienes impongan la agenda política, no (como los que hacían vida hasta el 21N) borregos que interesadamente decían amén a todos los planes del chavismo.