La participación de las mujeres trabajadoras en las luchas del movimiento obrero, durante el régimen zarista, las impulsó a luchar por su propia emancipación: a las reivindicaciones económicas, frecuentemente, se le añadían las demandas de guarderías en las fábricas, pago de licencia por maternidad, tiempo libre para amamantar a los recién nacidos, etc. Los ejemplos abundan: huelgas de mujeres que reclaman poder usar los mismos baños que usan los dueños de la empresa, que cese el abuso de los capataces y que se prohíba insultar a las obreras.
Cuando se inició la guerra, las feministas de la Unión de Mujeres por la Igualdad de Derechos convocaron a una movilización de las "hijas de Rusia" en apoyo al gobierno. Para las obreras rusas, sin embargo, la guerra significó una carga adicional sobre sus hombros ya agobiados: mientras eran movilizados al frente casi 10 millones de hombres -en su mayoría campesinos-, las mujeres se convirtieron en obreras agrícolas, alcanzando a representar el 72% de los trabajadores rurales. En las fábricas pasaron de ser el 33% de la fuerza de trabajo en 1914 al 50% en 1917.
Ya en abril de 1915, las mujeres arremetieron contra un gran mercado de comestibles de San Petersburgo, tomando los víveres que necesitaban para sus familias; la escena se repitió en Moscú. Sucesos similares se desarrollaron al año siguiente. Las consignas, que luego se popularizaron en febrero de 1917, se iban gestando en cada revuelta de las obreras rusas, hartas de las penurias en las que vivían: fin de la guerra, retiro de las guardias de cosacos de las fábricas, libertad para los bolcheviques exiliados y todos los presos políticos...
En enero de 1917, un reporte de la policía advertía que "las madres de familia, agotadas por las colas interminables de los comercios, atormentadas por el aspecto hambriento y enfermo de los niños, están más abiertas ahora a la revolución, que el señor Miliukov, Rodichev y compañía, y por supuesto, son más peligrosas porque ellas representan la chispa que puede encender la llama". Fueron estas mujeres trabajadoras, fundamentalmente las obreras textiles, las que eligieron el Día Internacional de la Mujer, el 23 de febrero de 1917 -que corresponde al 8 de marzo del calendario occidental-, para reclamar pan, paz y libertad, dando inicio a la revolución.
En Rusia, el Día Internacional de la Mujer se había conmemorado, por primera vez, en 1913. El periódico de los bolcheviques había lanzado un suplemento especial. En San Petersburgo se reunieron cerca de 1.000 personas ante las cuales habló una obrera textil: "El movimiento de las trabajadoras es una corriente tributaria del gran río del movimiento proletario y le dará su fuerza." Mientras los mencheviques deseaban que solamente las mujeres participaran en las manifestaciones, los bolcheviques sostenían que el Día Internacional de la Mujer debía ser conmemorado no solamente por las trabajadoras, sino por toda la clase obrera. Por eso incluyeron en su periódico una sección especial titulada "Trabajo y vida de las obreras" y luego, por sugerencia de Lenin, decidieron publicar un periódico íntegramente dedicado a las mujeres trabajadoras, llamado Rabotnitsa.
Finalmente, con la revolución triunfante de octubre, las mujeres soviéticas obtuvieron el derecho al divorcio, al aborto, la eliminación de la potestad marital y la igualdad entre el matrimonio legal y el concubinato. Sin embargo, como decía Lenin: "Allí donde no hay propietarios terratenientes ni capitalistas ni comerciantes, allí, el poder de los soviets construye una nueva vida sin esos explotadores, allí hay igualdad del hombre y la mujer ante la ley. Pero esto todavía no es suficiente. La igualdad ante la ley todavía no es la igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la obrera conquiste, no sólo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero. (...). El proletariado no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber conquistado la libertad completa para las mujeres."