Capitalismo salvaje es un término válido usado para referirnos a un modo de capitalismo especialmente desigual; uno, en el que los trabajadores reciben sueldos por debajo del monto mínimo que les permite conservar su nivel de vida y, por ello, la fuerza de trabajo (los trabajadores) sólo pueden reproducirse en peores condiciones y de una manera más limitada, imperfecta o defectuosa; lo que, sin duda, tiene consecuencias de largo plazo, disminuyendo la productividad futura de la sociedad.
En el capitalismo salvaje, el hecho de que se remunere al trabajo por debajo de lo que debería recibir como mínimo, amplía también las desigualdades sociales, haciendo a la sociedad cada vez más injusta e intolerable, lo que genera inestabilidad y desestabiliza no sólo económicamente, sino también en el ámbito político y todos los demás ámbitos de la actividad social (salud, educación, justicia, administración, etc.).
En el capitalismo salvaje, los empresarios o dueños del capital recargan en los trabajadores una parte creciente de los costos de mantenimiento o reposición del capital, al mantener los sueldos por debajo de los niveles mínimos que permiten a los trabajadores reponer sus fuerzas y salud física y mental, luego del esfuerzo (físico, mental y nervioso) causado por la actividad de trabajo, al tiempo que les impide levantar o criar a sus hijos y familia de la manera acostumbrada. No obstante que, de esta manera, los trabajadores deben financiar una parte significativa o creciente de los costos del capital y del capitalista, no participan -a pesar de ello- en las ganancias de la empresa. Lo que contribuye igualmente a dar un rasgo más desigual o injusto a este capitalismo, justificando lo llamemos capitalismo salvaje.
En este capitalismo salvaje son los trabajadores, aceptando sueldos más bajos y/o el deterioro de los servicios públicos, quiénes contribuyen a financiar al Estado y los demás servicios públicos; pues los capitalistas escurren o evaden su responsabilidad de pagar impuestos, fuerzan exenciones impositivas y el otorgamiento de subsidios fiscales. La situación es más injusta, si los trabajadores deben pagar impuestos -de sus sueldos- y contribuir con el financiamiento del Estado, a través del pago de mayores tarifas y cargos directos, para acceder a servicios públicos que deberían ser gratuitos para el usuario (como debe ser el caso de la educación y salud públicas).
En este capitalismo salvaje, las empresas aprovechan cualquier mecanismo para incrementar -incluso indebidamente- sus ganancias, sin importar cuán ilegítimos e inmorales nos parezcan esos mecanismos de "redondeo de la ganancia"; no sólo pagan sueldos por debajo de lo que deberían ser a valor del mercado, sino que cobran precios excesivos por sus productos (de esa manera extraen una porción más del ingreso de los trabajadores), algunos no se contentan sólo con ello y además se apropian hasta del vuelto o "sencillo" (esto pasa, por ejemplo, cuando cobran en divisas y no dan el vuelto en la misma moneda, o pretenden darlo en otros productos e incompleto…). También cuando recargan en el trabajador y sus sueldos responsabilidades que son del capitalista (por ejemplo, esgrimen: "no te pago un sueldo más elevados, porque debo comprar o compré una nueva máquina, o no vendí lo suficiente, o no puedo producir lo suficiente"). Transmitiendo al trabajador y sus remuneraciones el costo por el riesgo del capitalista, es decir, precisamente el argumento por el cual el capitalista o "dueño del capital" exige su participación sobre el producto excedente, llamándolo ganancia. Los trabajadores participan así de los riesgos y costos, pero nunca de esa ganancia (¡!).
Este capitalismo salvaje se caracteriza además por la renuncia, por parte del Estado, de sus responsabilidades en la regulación normal de las actividades económicas (la manera cómo se usa la propiedad de las empresas, también por parte de empresarios extranjeros, la regulación de precios y salarios, el respeto a las leyes laborales y que garantizan la seguridad social de los trabajadores y su familia, etc.) en general, omite la obligación de regular situaciones en las que entran en relación individuos desiguales o con una dotación inicial muy desigual o diversa de poderes; en donde, hay el riesgo de que los débiles sean abusados o explotados por los más poderosos, en ausencia de regulación estatal efectiva.
Algunas medidas que apuntan en la dirección de corregir la aparición de este capitalismo salvaje tienen que ver con la necesaria renovación del pacto fiscal y la transición hacia un esquema impositivo más progresista, así como el reforzamiento de las atribuciones públicas en la regulación de la actividad económica, por ejemplo, la regulación adecuada y democrática de precios excesivos, la defensa y reforzamiento del uso de nuestra moneda (lo que implica también reforzar la actividad de recaudación y progresividad de los impuestos), la vigilancia de la inversión pública y la readecuación de los servicios públicos, especialmente, los esenciales… entre otras medidas evidentes.