En mis primeros años como estudiante de comunicación social en la universidad del Zulia, LUZ, -el próximo 15 de diciembre cumplo 30 años de graduado -mis profesores, especialmente Jesús Urbina Serjant y Margarita Arribas- decían que la forma como conocemos el periodismo iba a cambiar por dos elementos fundamentales, uno: falta de papel, dado que para producir la pulpa hay que deforestar al tiempo que se necesita mucha agua potable para su traslado y producción y dos, las nuevas tecnologías; para ese entonces 1989-1990- los teléfonos celulares parecían un cartón de leche de un litro con su respectiva antena que parecía sacada del Apolo 11. Ambos profesores, Jesús era redactor del Diario La Columna en Maracaibo y Margarita era investigadora de la comunicación de cara al nuevo milenio, insistían en que el profesional del periodismo tenía que adaptarse a los cambios que exije el momento, más allá que la manipulación y tergiversación de la información, el palagrismo, la falta de ética en las notas de prensa disfrazadas de publicidad, el sesgo informativo, lo riesgoso que es trabajar el periodismo de investigación y la intervención del Estado en asuntos sensibles a la sociedad era el pan nuestro de cada día. Esos docentes y otros más a lo largo de mis estudios reafirmaron el hecho que la aldea global de Marshall McLuhan -que él identificó al estudiar en profundidad los mensajes y el alcance de la televisión- iba ser cosa del pasado, justamente por el avance tecnológico en las telecomunicaciones. Hoy no se habla de ente emisor, ente receptor, retroalimentación, canal, mensaje; no señor. Se identifican como entes emisores, entes receptores, multialimentación, canales y mensajes, con la particularidad que quienes escriben o elaboran esos mensajes no son periodistas y menos los que años atrás servian como "enlace" entre los noticieros y la comunidad, en otras palabras, los infociudadanos. Hoy los influencer han tomado lugares privilegiados para ser los portavoces del hecho noticioso, hay muchos de ellos que son "comunicadores sociales" lo que agrava la situacion debido a que deberían ser garantes de la veracidad, por el contrario son quienes falsean, distorsionan y mienten sobre el acontecer informativo; es aquí cuando las palabras de mis profesores Urbina Serjant, Arribas, Blas Peroza Naveda, Carlos Paredes, Carmen Simona Matute,

Elda Morales, Míriam Miquilena y otros cobran fuerza y certifican sin temor a equivocarme, que fueron visionarios sobre el rol del periodismo, lo único que tal vez no abordaron con profundidad fue el hecho que el periodismo debe estar teñido de un alto valor patriótico y que el acceso a las nuevas tecnologías por parte de vende patria y personas con bajo o nulo conocimiento de lo que debe ser el proceso comunicativo, incitan al odio, al asesinato y a la invasión del país en el que nacieron. Atrás quedó "El huésped alienante" de Marta Colomina, refiriéndose al papel que desempeñó la televisión en los años 70-80 y 90, para dar paso a la internet de Elon Musk, al tiempo que estamos frente a la reedición dantesca y miserable de un "País portátil" de Adriano González León, para lidiar con influénceres tarifados quienes con un lenguaje antivenezolano enfocan a tontos, distraídos, pendejos, violentos y parias quienes intentan dar un cybergolpe. Cambiando el tema, unos mamadores de gallo que nunca faltan me comentaron que la pelona está rondando el gremio periodístico, el punto es que lamento el sensible fallecimiento de mi amigo, camarada y colega reportero gráfico: Alejandro Lazo, quien con tan solo 46 años de edad pasó a la siembra eterna, luego de una infructuosa lucha contra el cáncer de pulmón. Descansa en paz mi pana. También el pasado 20 de agosto conmemoré los cinco años del encuentro de mi señora madre Irene, con el Todopoderoso.