Cazadores de espías

Puedo hablar de Valencia la de Venezuela con respecto al caso de los cazadores de espías o esbirros orgánicos, algunos son lectores de novela policial inglesa, otros antiguos militantes maoístas y otros de nuevo cuño. Se les ve preguntando por amigos que aparecen en las redes sociales, estos amigos críticos al gobierno son o potenciales agentes de la CIA, agentes de campo, infiltrados y según estos chicos que a los sumo son hijos de algún honorable profesor universitario, intentan hacer de su diálogo una especie de comentarios donde desenmascaran a los agentes del enemigo.

Los cazadores de espías van a los recitales de poesía, toman fotografías, se reúnen con autoridades universitarias, señalan a cualquiera, acusan de terrorismo a discreción, y según ellos tienen suficiente información para demostrar con sobrada razón que, desde el vendedor de raspado de la esquina, el caimán del rio Cabriales, la chama que se tomo una foto en la plaza todos son agentes y con seguridad entrenados en los Estados Unidos, Londres o Paris.

Para estos chicos generalmente con relaciones de afecto y consanguinidad en Valencia la mayor parte de los que huyeron del país no solo son escuálidos, también son potenciales agentes del enemigo imperialista "Mira como agarra la servilleta, escuchaste lo que dijo de Soto Rojas". En estos días donde el resultado electoral es tan creíble como la fortaleza de nuestra moneda, estos chicos que trabajan por el solo acto de demostrar su abyección al personaje de turno van por ahí intentando intimidar.

Puede ser Gonzalillo o el padrinillo, Peter Pacheco, el indio Roger o el pelón damasina se colocan nombres y se reúnen en el antiguo Ateneo, en la Plaza Sucre, etc. Caminan y buscan a sus chicos de turno, afianzan sus creencias, anuncian que en Venezuela no se violan los derechos humanos, son una caja de resonancia de VTV o RNV.

Caminan con su cuaderno de notas, se pasan datos, toman fotos a la distancia, preguntan si ya llegaste, se anuncian y se miran, te piden una ayuda, se pulen los zapatos con el pantalón, si son educadores egresados de la algún núcleo de la UBV miran a los de la Carabobo con cierta molestia, sus hijos en la mayoría no están en escuela públicas, defienden al gobierno señalando que quienes están mal es por su deseo, en la Venezuela por ellos dibujada no hay carencias, los venezolanos buenos y las gestan democráticas son cosas del pasado, hoy quien proteste es terrorista, agente del imperialismo, aliado estratégico de los poderes extranjeros.

Yo mientras tanto les comento que estuve en Valencia y pude ver a unos poetas no orgánicos, algunos poetas libres que no son parte del engranaje del gobierno, que no andan haciendo sainetes celebrando a el Ruiz de moda, que no se van colgando de alguna rama suelta del jefe de turno, que no van llamando al agente que conocen para denunciar a un viejo amigo.

En fin, voy a ver a los poetas que están en la poesía y no en las notas gubernamentales, escribiendo notas descafeinadas o lacrimógenas, detallando la heroicidad de la que siempre han carecido.

De las notas que andan por ahí corriendo es la del "poeta" Víctor Manuel Pinto que ahora se presta y es corifeo y al espectáculo para ser parte del tiovivo o el carrusel gubernamental, no se si por alguna migaja o por juntarse con la gente de poder, esa que no habla acerca de los derechos humanos, que no emite pronunciamiento y que claro tampoco enaltece la palabra. Colaboracionista de la prosa que intenta endulzar la censura, la persecución y el miedo. Víctor se convirtió en el poetilla de la Gaceta Oficial.

Notas a pie de página: Me dicen que Luis Alberto no le habla a Luis Cubillán y que se cambia de acera cuanto el maestro Cubillán camina con tranquilidad por alguna calle. Me llama la atención profundamente. Ojalá y vuelvan las relaciones cordiales cuando Luis trabajaba en la oficina de Cronista de la Universidad de Carabobo. Había mucha cordialidad entre el jefe y el empleado. Ojalá y se encuentren y saluden como amigos, ya la política madurista pasará como pasó Pinochet o Mussolini. A esperar.



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Yuri Valecillo


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