El petróleo ha sido una bendición y una maldición para muchas naciones. En Venezuela, el rentismo consolidó un modelo económico insostenible, mientras Noruega transformó sus recursos en un motor de prosperidad.
La historia contemporánea de Venezuela con el petróleo contrasta profundamente con la gestión de la renta petrolera de países como Noruega. Mientras Venezuela emergió a principio del siglo XX como uno de los mayores exportadores de crudo a nivel mundial, el modelo rentista consolidó una economía dependiente y vulnerable. En cambio, Noruega, a partir de su entrada como productor de petróleo en los años 70, pese a ser uno de los países más pobres de Europa, construyó un modelo basado en la sostenibilidad, la diversificación y la transparencia.
Este contraste invita a una profunda reflexión sobre cómo reconstruir una economía post- rentista para la Venezuela que nos merecemos los venezolanos, una Venezuela sin populismo.
El uso del petróleo como instrumento populista de redención nacional ha tenido consecuencias profundas y duraderas en Venezuela. La dependencia del petróleo y la corrupción estructural han llevado al país a una crisis sin precedentes. Sin embargo, también ofrece lecciones importantes sobre la necesidad de diversificar la economía, promover la transparencia y la rendición de cuentas, y construir un modelo de desarrollo sostenible que no dependa exclusivamente de los hidrocarburos.
Una verdadera rectificación debe iniciar con un análisis sincero de las políticas que han perpetuado el rentismo, la corrupción y la dependencia, sin importar la ideología política.
Los Desequilibrios del Rentismo Petrolero en Venezuela
El rentismo petrolero no solo moldeó la economía venezolana, sino que también generó desequilibrios estructurales profundos. Desde las primeras concesiones otorgadas bajo el gomecismo hasta la Ley de Hidrocarburos de 1943, el Estado venezolano recibió una fracción mínima de las ganancias generadas por la exportación de petróleo. Con el tiempo, esta dependencia exacerbó problemas como la desindustrialización, la centralización del poder en una élite rentista y la perpetuación de relaciones neocoloniales.
La falta de diversificación económica dejó al país expuesto a las fluctuaciones del mercado internacional. Además, el sistema rentista fomentó la concentración de la riqueza en un reducido grupo de poder, lo que, desde una perspectiva estructuralista, consolidó dinámicas de exclusión y dependencia que resultaron en la marginación de sectores productivos clave, como la agricultura y la industria.
Una Mirada Marxista: Acumulación y Dependencia
En el marco del análisis desde la historiografía marxista, el rentismo petrolero puede entenderse como una modalidad de acumulación que reproduce las relaciones de poder en el capitalismo dependiente.
La burguesía nacional, aliada con corporaciones transnacionales, se beneficiaba del control de la explotación petrolera mientras el Estado fallaba en redistribuir equitativamente los recursos. La nacionalización de la industria petrolera en los años 70 no rompió este ciclo. Por el contrario, consolidó un Estado eminentemente rentista y populista, incapaz de impulsar una economía diversificada.
Arturo Uslar Pietri alertó tempranamente sobre esta trampa económica con su llamado a "Sembrar el Petróleo", en el "Festín de Baltasar", entre otras publicaciones. También los hicieron Alberto Adriani, Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Sin embargo, estas propuestas de canalizar la renta hacia el desarrollo de sectores productivos nunca se materializó, obstaculizada por los intereses de un sistema que premiaba la dependencia de la renta, favoreciendo a una burguesía comercial parasitaria y que fomentaba la inercia política con sus más oscuros intereses.
Con el calificativo "festín de Baltazar" se ha rebautizado el uso que los gobiernos han hecho de las divisas del petróleo.
En 1936, en el diario Ahora, Uslar Pietri escribió con ese título lo siguiente: "¿Hasta cuándo podrá durar este festín? Hasta que dure el auge de la explotación petrolera. El día en que ella disminuya o decaiga, si continuamos en las condiciones actuales, habrá sonado para Venezuela el momento de una de las más pavorosas catástrofes económicas y sociales". Todo estaba dicho, advertido y pronosticado.
Estamos sin duda frente a la más pavorosa catástrofe económica y social, como escribió León Moraria en un artículo publicado en Aporrea, el 1 de febrero del 2016, bajo el título "El festín de Baltazar y el rentismo petrolero", el cual recomiendo leer.
El Colapso Rentista: Crisis y Narrativas Discursivas
La caída de los precios del crudo a partir de 2014 desnudó las fragilidades del modelo económico venezolano. La falta de inversiones en infraestructura y tecnología, junto con la fuga de capitales, profundizó el deterioro de la industria petrolera.
Este colapso, más que un simple problema coyuntural, evidenció una crisis estructural que requirió reexaminar el modelo rentista. Desafortunadamente, la brutal crisis económica y social no sirvió de escarmiento para la clase política, repitiéndose los costosos errores del pasado y los malos manejos de la renta petrolera.
Desde una perspectiva hermenéutica discursiva, el discurso oficialista ha intentado justificar el fracaso mediante narrativas de resistencia al imperialismo y defensa de la soberanía. Sin embargo, estas retóricas no han enfrentado las fallas estructurales del sistema, perpetuando un ciclo de crisis.
Noruega: Una Gestión Ejemplar
Noruega comenzó su historia petrolera en la década de 1970, cuando Venezuela era un país todavía con una posición política y económica privilegiada, lo cual en un contexto económico para los noruegos era mucho más precario que el de Venezuela.
Sin embargo, para 1990, cuando Venezuela atravesaba un paquete económico de corte neoliberal que fue el detonante de la explosión social de "El Caracazo". Noruega, como si se estuviese viendo en el espejo de Venezuela, ya había sentado las bases para un modelo de desarrollo sostenible.
La creación de su Fondo Soberano, conocido como el Fondo Global de Pensiones del Gobierno, permitió canalizar los ingresos petroleros hacia sectores estratégicos como la educación, la tecnología y las energías renovables. Con una estricta rendición de cuentas y una visión a largo plazo, Noruega demostró que la renta petrolera puede ser una herramienta para construir prosperidad y estabilidad económica, en lugar de dependencia y vulnerabilidad.
Entre 2004 y 2014, Venezuela y Noruega tuvieron en común una producción de 3 millones de barriles diarios, es decir, los mismos ingresos, pero con el contraste entre la prosperidad económica sostenible para la nación europea y la miseria acentuada para nuestra querida y maltratada Venezuela.
Obviamente, que Noruega destinó los recursos obtenidos por exportación de petróleo a inversión productiva, rentable, infraestructura y sostenibilidad, mientras en Venezuela se despilfarraran en corrupción y políticas ineficaces, como subsidios, control de cambio, expropiaciones, importaciones indiscriminadas para favorecer la nefasta economía de puertos.
Es relevante mencionar que el Fondo Global de Pensiones del Gobierno de Noruega supera los $1,4 billones, lo cual resalta la magnitud de su éxito y nos ubica en la magnitud de nuestra tragedia y el fracaso de nuestra clase política, sobre todo a lo largo de los últimos 50 años.
Noruega logró mantener una política fiscal responsable mientras limitaba la dependencia de su economía al petróleo (Actualmente, solo usa el 3% de los ingresos del fondo anual).
A nivel global, según un reportaje del diario La Vanguardia, de México, las tres empresas en las que el fondo noruego tiene más dinero invertido son Apple (una participación de más de 21 mil millones de dólares), Microsoft (más de 20 mil millones) y Alphabet (más de 11 mil millones). En total, alrededor del 70% de las inversiones del fondo son en acciones, poco más del 27% en instrumentos de renta fija y el 3% restante se divide en bienes raíces e infraestructura de energía renovable.
Venezuela debe abrir caminos hacia un futuro diversificado
Para Venezuela, el camino hacia una economía diversificada requiere aprender de experiencias internacionales exitosas de naciones petroleras como Noruega, Qatar y Arabia Saudita, y no petrolera como Singapur.
La inversión en tecnologías emergentes y la promoción del turismo sostenible son fundamentales, en dos áreas en que Venezuela dispone de ventajas comparativas con minerales estratégicos y una envidiable diversidad geográfica natural.
Regiones como los Andes, la Costa Montaña, las Islas del Caribe y el Escudo Guayanés ofrecen oportunidades únicas para desarrollar un turismo de alto valor añadido, que podría convertirse en un pilar clave de la economía nacional.
Además, es imprescindible adoptar políticas económicas que promuevan la transparencia, reduzcan la corrupción y fomenten la participación ciudadana. Sin un compromiso con la transparencia, la corrupción podría seguir desviando recursos esenciales y limitando el desarrollo.
Es imprescindible realizar una crítica objetiva y sin apasionamientos de las políticas económicas más ineficaces implementadas durante la IV República y los gobiernos de Chávez y Maduro. Esta reflexión no solo es necesaria, sino que representa un paso fundamental para enfrentar los errores estructurales que han conducido a la devastación económica y social de Venezuela.
Solo a través de la voluntad política y colectiva con visión pragmática y multidimensional será posible superar los errores del pasado y construir una economía equilibrada y sostenible, asegurando así un futuro próspero y resiliente para Venezuela.