La Comunidad Andina (CAN) ha venido desarrollándose progresivamente desde 1969. Gran parte del éxito del comercio entre países como Venezuela y Colombia o Colombia y Ecuador, se debe a la normativa de disminución y eliminación de aranceles, así como al acceso a mercados de la CAN. Nos ha costado a los andinos finiquitar el tema del arancel externo común, para pasar a ser una Unión Aduanera. En el ámbito institucional la CAN es el esquema de integración subregional más desarrollado, con su Secretaría General, el Tribunal de Justicia, sus Consejos Ministerial y Presidencial, el Parlamento Andino, la Comisión, etc... También en los ámbitos medio ambiental y social hemos avanzado significativamente.
El MERCOSUR, por su parte, ha sido muy eficiente en lo comercial, aunque con un déficit institucional significativo. No obstante, la realidad actual de América Latina demuestra que hoy en día en países como Brasil y Argentina se hace notable la voluntad política integracionista, con una noción que trasciende lo meramente comercial. Venezuela también viene actuando en este sentido. Por esta razón, la disposición de Caracas de integrarse al MERCOSUR no es de extrañar. Sin embargo, debemos manejarnos con cautela y seguridad, para no optar por un esquema en detrimento del otro. Bolivia es un ejemplo claro, es miembro pleno de la Comunidad Andina, pero, a su vez, es miembro asociado del MERCOSUR. No obstante, Venezuela y Colombia son los motores de la Comunidad Andina, ante lo cual, nuestro gobierno debe resguardar los intereses de la CAN y hacerlos coincidir con los del MERCOSUR. En este sentido, la intención de Venezuela de asociarse al Mercado Común del Sur es, a nuestro entender, una manera de presionar para que ambos bloques subregionales aceleren sus procesos de asociación, liberen las barreras y se retroalimenten en todas las esferas de la integración.
La propuesta del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), surgida en Washington y que pretende crear una zona sin barreras arancelarias para el intercambio comercial, las inversiones y servicios, que se extendería desde Alaska hasta la Patagonia, ha puesto sobre el tablero latinoamericano una necesidad que no hemos satisfecho y que se definía con claridad en el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, nuestra unificación. Si bien el ALCA es, en principio, una propuesta plagada de desigualdades y asimetrías, también ha significado un punto de inflexión para que los latinoamericanos y caribeños reflexionemos y apuntalemos nuestra integración. Este ha sido un efecto positivo de la propuesta ALCA, pues muchos de nuestros gobiernos y pueblos nos hemos percatado que es menester unirnos y protegernos mutuamente, antes de negociar con bloques económicos poderosos, que bien podrían venir a socavar nuestras economías nacionales y nuestra soberanía.
El plazo prácticamente impuesto por la administración Bush del año 2005 como fecha tope para culminar las negociaciones del ALCA, ha desnudado a la América Latina, dejando al descubierto nuestras debilidades, nuestros egoísmos históricos, nuestras ambiciones. Gobiernos como los de Caracas y Brasilia vienen advirtiendo sobre los riesgos inminentes de aceptar el ALCA tal como se nos plantea. Es por ello que en el último Consejo de Presidentes del MERCOSUR, así cómo en el recientemente culminado Consejo Presidencial Andino de Quirama, los mandatarios suramericanos decidieron acelerar y profundizar la integración CAN – MERCOSUR y debatieron sobre las consecuencias que encarna el ALCA, surgiendo alternativas dignas de estudio.
Cabe recordar que en 1993, el gobierno de Brasil lanzó la idea de crear un Área de Libre Comercio Suramericana (ALCSA); el ALCA, por su parte, fue propuesta por Clinton en 1994, aunque ya venía concibiéndose desde la Iniciativa para las Américas de George Bush padre a principios de los 90. En abril de 1998 se firmó el Convenio Marco para crear una zona de libre comercio entre la CAN y el MERCOSUR en el contexto de la ALADI, convenio sobre el cual se viene negociando desde entonces. En los años 2000 y 2002 se celebraron las dos Reuniones de Presidentes de América del Sur, en Brasilia y Guayaquil respectivamente, en las cuales se retomó la idea del ALCSA a través de las negociaciones entre la CAN y el MERCOSUR. Esta zona de libre comercio de América del Sur supone la integración de un espacio geográfico que supera los 17 millones de kilómetros cuadrados, lo que representa el 85% de toda América Latina y el Caribe y aproximadamente el 45% del continente americano. Además, su población es de aproximadamente 340 millones de personas, lo que representan el 67% de América Latina y el Caribe y el 55% de la población total del continente. No obstante, las negociaciones entre la CAN y el MERCOSUR, no han avanzado al ritmo esperado, posiblemente gracias a la falta de voluntad política y de interés real en este proyecto regional
Hoy, gracias a la visión estratégica latinoamericanista de muchos estadistas y a la presión que significa el ALCA, los mandatarios han decidido apurar el paso para completar las negociaciones de la zona de libre comercio entre la CAN y el MERCOSUR antes de que finalice el 2003, y una vez liberado el comercio, pasar a otras fases y ámbitos de nuestra integración, como el político, el social, el cultural, el medioambiental etc... De lograr coordinar las posiciones de los gobiernos suramericanos ante las negociaciones del ALCA, será mucho mayor la fuerza negociadora de la región y mejores los resultados a obtener. De hecho ya se habla de un ALCA light, ligera, menos abarcadora que el proyecto inicial, en la cual puntos muy delicados se discutirían en el seno plural de la Organización Mundial del Comercio, además de exigirle a EEUU y Canadá un acceso equitativo a sus mercados agropecuarios. En cualquier caso, existen diferencias entre algunos gobiernos de América del Sur: Colombia y Chile, por ejemplo, se inclinan más por el ALCA tal como está plateada que por un enfoque suramericano. Habría que preguntarle a los pueblos cuál es el destino que prefieren
Venezuela también ha propuesto la conformación de una Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), fundamentada en la unión de las naciones latinoamericanas, con proyectos endógenos y regionales de desarrollo y vocería única en su política exterior para negociaciones con otros bloques. El hecho es que bien sea el MERCOSUR ampliado, el ALCSA o el ALBA, en América Latina estamos conscientes, una vez más, de la urgencia de nuestra unión y de la capacidad real que tenemos de convertirnos en una referencia mundial como bloque cultural, económico, político y social. Una vez consolidada la América del Sur, debemos estrechar los vínculos con Centroamérica y el Caribe, conformando, por qué no, una Comunidad de Naciones Latinoamericana y Caribeña. Los venezolanos contamos con una Constitución Política que facilita la integración latinoamericana y que la define en términos de un mandato expreso (art.153).
El futuro está pues en manos de los latinoamericanos. Ese sistema internacional globalizante, es el mismo que nos hace darnos cuenta de cuán importante es nuestra integración. Insistimos en que no es correcto que dejemos a los pueblos latinoamericanos al margen del debate integracionista. No podemos alegar que la integración es algo técnico para esquivar la opinión de los pueblos. Quizás no tengamos una nueva oportunidad para replantearnos una opción latinoamericanista de la integración, tal vez esta sea la definitiva, es cuestión de voluntad, sentido común y participación popular.
JORGE ARREAZA M
INTERNACIONALISTA
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