Derrotado, como se marchó su antecesor Charles Shapiro, William Brownfield presentó una infeliz bufonada al despedirse de su barra querida en un intento por tratar de esconder su rotundo fracaso como embajador de Estados Unidos en nuestro país.
Según algunos personas que tienen conocimiento de la reunión, Brownfield -al decirle “goodbye” a sus friends oposicionistas- cantó desentonadamente: “Adiós muchachos / compañeros de mi vida, / barra querida, de aquellos tiempos. / Me toca a mí hoy emprender la retirada, / debo alejarme de mi vieja muchachada. / Adiós muchachos / ya me voy y me resigno”.
La mejor muestra de su resignación ante su revés diplomático-político al no poder desestabilizar al país, fue que antes de emprender su estampida hacia Colombia lució una camisa roja rojita que rezaba: “¡Uh! ¡Ah! Brownfield sí se va". Con lo que el diplomático estadounidense pretendió parafrasear chistosamente el conocido lema chavista: "¡Uh! ¡Ah!, Chávez no se va”.
Sostenemos que al procurar hacer una broma con la camisa roja rojita en su desbandada hacia territorio colombiano, al guasón del norte “le salió el tiro por la culata”. Pues, sólo un soldado derrotado y rendido, como en este caso lo reconoce William Brownfield, se pone el uniforme del ejército que lo venció en el campo de batalla.
Usando otro lugar común, diremos que “a confesión de parte, relevo de prueba”. Es decir, mister Brownfield si se va, y se marcha cabizbajo y con el rabo entre las piernas.
Bien dice un viejo proverbio que “más vale caer en gracia que tratar de ser gracioso”. Pero por lo visto, a mister Brownfield no le ocurrió ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Pero es que nadie puede reír al escuchar las peroratas engoladas del representante del país que cercena la vida en otros pueblos con su ejército de ocupación. Por ello, las erradas bufonadas de Brownfield y Shapiro lo que han hecho es desenmascarar la imbecilidad del imperio.
Cierto es que los dos últimos embajadores de Estados Unidos en Venezuela han resultado tragicómicos. Bien que se merecen su ridiculez infinita, porque no se puede esperar otra cosa de quien se reúne con Cabeza e’ Motor, Antonio Ledezma, Pablo Medina, Oswaldo Álvarez Paz, Alejandro Peña Esclusa y Manuel Rosales, quienes son el hazme reír de la política venezolana. Por lo tanto, aunque no ha sido comprobado clínicamente, pareciera que la ignorancia y la ridiculez son contagiosas. O sea que se pega, como se dice coloquialmente.
Ante los bufones fracasados que han resultado Brownfield y Shapiro, creemos que la gestión de George Walker Bush haría mejor papel nombrando como representante de su país en Venezuela a Pepeto, Popy o a Malula, quienes son más serios que el par de payasos de diplomáticos estadounidenses antes citados.
Mister Brownfield, quien se va con su corazón imperialista totalmente magullado, al cruzar la frontera hacia Colombia no tendrá otra alternativa que cantar a manera de despedida de su barra querida el vallenato siguiente: “Yo sólo he querido dejarles un recuerdo / porque en Santa Marta me puedo morir / y entonces me tienen que rezar, / y claro, se tienen que poner / traje negro aunque no gusten de él…”.