La
historia recuerda
Espartaco
fue el símbolo de la vida juntada a la esperanza de liberación del esclavo; fue
el dolor de cabeza más intenso de generales que sin nunca haberlo visto lo
tenían por un enigma cierto y tan peligroso para el imperio, que órgano por
órgano tuvieron que componer su cuerpo entero para identificarlo antes de
asesinarlo y volver a descomponerlo. Espartaco representa en una biografía o
radiografía la historia de la resistencia del esclavo contra las atrocidades
del esclavista y por un mundo donde no hubieran ni amos ni esclavos.
El
general Graso, vencedor de Espartaco, decía que éste: “cuando luchaba con sus
propios brazos, era así, una furia, una cólera…” Era el tiempo en que Antonio
Cayo no azotaba a sus esclavos, pero cuando había alguna dificultad asesinaba a
uno para que los demás volviesen a la disciplina que el esclavo debía a su amo
y no se produjera desmoralización. Dicen que era mucho más fácil tratar al hombre que al esclavo y al caballo. Los
gobernantes, menos Cicerón, olvidaban que eran los esclavos los que hacían a
los romanos… y también al imperio. Definitivamente, éste no es nada sin
esclavos como tampoco lo sería el capitalismo sin proletarios, que son los
esclavos modernos.
La
esclavitud, sin duda, fue un salto cualitativo en la historia humana en su
tiempo y cuando dejó de serlo y se convirtió en un estorbo para el progreso y
desarrollo histórico, sencillamente fue derrumbado por una revolución que sólo
estaba dado dirigir por los señores feudales y no por los esclavos. Es en esto
donde debe buscarse la razón esencial de la derrota de Espartaco y no en la compra de información por
el general Craso a Baciato el negociante de esclavos. Pero la esclavitud, como
progreso o brutalidad de la historia, se sustentó en un nivel de sufrimiento
humano que ningún cristiano de corazón sensible sabe el por qué Dios lo
permitió, teniendo éste todos los poderes divinos concentrados en sus manos.
Sufrimiento que simbolizó una trilogía antes nunca imaginada por la mente
humana: plantación-bestia-esclavo como la misma cosa por el uso que le daban los
romanos. Por eso, para Cicerón, Roma (solamente Roma la que daba y quitaba la
vida del esclavo) tuvo en su historia a un Espartaco.
Espartaco
no fue solamente los ojos, el alma y el corazón de los huesos y los músculos de
la rebelión de los esclavos tracios. No, así la epopeya o la odisea o la gran
obra de Espartaco y los esclavos hubiese quedado reducida a Capua. Espartaco
fue la rebelión de los esclavos galos, judíos, griegos, egipcios, tracios,
nubienses, sudaneses, libios, persas, asirios, samarios, germanos, eslavos,
búlgaros, macedonios, españoles, italianos; es decir, de ese mundo que estaba
harto de Roma, tal como bien lo decía el mismo Espartaco. De esa manera todos
los esclavos se trasformaron en un solo esclavo en lucha por su liberación, y
se llamó: Espartaco.
Espartaco,
por su manera de pensar y de actuar, nunca debió compartir ese oportunista
concepto de las tres aptitudes de Graco sobre la política, pero tal vez sí
cuando el senador, afectado por alguna dificultad, lanzaba al viento que la
política es una mentira y que la historia era el registro de esa mentira. Espartaco
era justo todo lo que no eran los romanos. Para el Imperio, incluyendo a
Cicerón, Espartaco no era más que un
criminal, pero aun así luego de muerto seguía siendo un enigma de profunda
preocupación, por lo menos, psicológica para senadores y generales. Roma, como
estigmatizada de tantas simbolizaciones de castigos con esclavos asesinados en
cruces, parecía andar tal como andaban los caminos. Y éstos, piedra por piedra,
fueron estremecidos por Espartaco, aunque no haya podido darle la vuelta al
mundo como lo quería Gannico. Espartaco sabía que en lo único que se parecía el
esclavo a los esclavistas era que la vida no decía cuando morirá.
Dicen
que un hombre debe ser un poco loco para ser un gran general. Tal vez,
Espartaco tuvo algo de cuerdo para ser un gran loco desafiando durante cuatro
años todo el poder de Roma venciéndole sus poderosos ejércitos. Que no haya
ganado la guerra, no importa, no estaban facultados los esclavos por la
historia para hacer cambiar un mundo que había embrionado en la entraña de los
señores feudales, pero Espartaco fue una señal del destino de la futura
humanidad que se levantaría sobre la sangre, el sudor y el dolor de los
esclavos. ¿Acaso Prometeo en persona no había robado el fuego sagrado del cielo
y se lo había dado como el más precioso de los presentes a la humanidad? Como
lo preguntó Howard Fast.
Quizá,
como un honor de Espartaco, valga la pena al recordarlo no olvidar, mientras el
mundo ande patas arriba y haya esclavos, aquel mensaje que envió al Senado de
Roma con el único soldado sobreviviente de un combate ganado por el gladiador tracio
al comandante Varinio Glabro, el legado. Espartaco, adolorido por el asesinato
de unos esclavos inocentes y más por la violación de que fue víctima una
esclava por todos los soldados de
Para los romanos, Roma era grande porque Roma
existía, pero Espartaco era despreciable porque Espartaco no fue más que un
símbolo de castigo, aunque hubiese ganado cinco batallas en que barrió de la
faz de la tierra a las fuerzas del imperio sin contar los movimientos en que
hizo retroceder o poner en fuga legiones enteras de soldados romanos. Nunca
Roma, mientras no fue verdaderamente cristiana, dejó de ser la danza de la
muerte de esclavos. Con la muerte de Espartaco se apagó casi un fuego entero, pero quedó una chispa que lo
hizo inextinguible, porque el nombre de Espartaco era susurrado en algunos
establos, gritado en algunos combates, y bendecido por la historia humana
soñadora de justicia y libertad. Fue el tiempo en que las salchichas se hacían
utilizando los cuerpos muertos de los esclavos. ¡Qué barbaridad!