La reciente inauguración de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) abre de manera muy concreta el camino para que el pueblo en su totalidad comience a sentir que ya pronto la posibilidad de acceder a los estudios universitarios del primer nivel es una realidad incontestable y que no es una quimera aquello de que, también los venezolanos todos, podemos obtener los mismos derechos que desde hace muchos años disfrutan los ciudadanos del mundo desarrollado. Quienes somos padres y abuelos, integrantes de esa gran masa de pueblo escasa de recursos económicos suficientes como para resolver el ingreso a la universidad de nuestros descendientes que no logran satisfacer los requisitos exigidos por unas disposiciones reglamentarias donde la exclusión es la norma y no la excepción, nos llena de inmensa satisfacción.
Se ha venido alegando desde siempre, para justificar dichas disposiciones o normas de ingreso académico, que el Estado no puede cargar con ese gasto tan inmenso que significa abrirle esa posibilidad a todos los venezolanos a quienes se les otorga el título de bachiller. Hasta hace muy poco tiempo, ciertamente, el gasto previsto para atender la educación no pasaba del 3% del PIB y, obviamente, quienes manejaban el asunto del cupo universitario no tenían otra alternativa que otorgarle importancia relevante a dichas normas, no obstante que las mismas contienen vergonzantes cláusulas, como aquellas que prescriben la excepción en el cumplimiento de los requerimientos de ingreso, cualquiera que ellos fueren, a los hijos de los empleados y profesores de las universidades y, obviamente, habilitando dispositivos de un alto contenido restrictivo para abrirle paso sólo y únicamente a quienes mostraban altos promedios en sus calificaciones, los cuales, en su inmensa mayoría, provenían de los centros de enseñanza de más alto costo (no de cualquier centro privado), sin que mediara algún interés por verificar si tales promedios se correspondían con la verdad. Por supuesto que ante tamaña perversión y ante la evidente estructura y contenido clasista de esos mecanismos de selección, en absoluto hacía comprensible, para cualquier cristiano, la persistencia de sostener un sistema de ingresos a la universidad excluyente, como es el que todavía continúa vigente.
Transcurridos ya más de cuatro años del gobierno del cambio y por mandato expreso de la Constitución Bolivariana de Venezuela, estos asuntos que tienen que ver con la educación han pasado a ser problemas de atención prioritaria y por ello nos resulta gratificante en extremo enterarnos de que a la fecha, a pesar del terrible golpe terrorista contra la economía que sufrió el país a fines del año pasado y comienzos del actual, por obra y gracia de una oposición irreflexiva y torpe, el gasto estatal en educación supera el 6,5% del producto interno bruto. Para que tengamos una idea de lo importante de esa cifra, basta con decir que, según la UNESCO, el gasto mínimo recomendable para el área educativa en cualquier país que se precie de ser serio y comprometido, además, con un proyecto de auténtico progreso, debe girar entorno al 10%. Oficiosamente hemos recibido la información de que Venezuela alcanzará dicho nivel, antes de que termine el mandato del actual período constitucional.
Ante tal perversión, generada por una grosera conducta en contra de un pueblo que viene reclamando por años su derecho al estudio sin lograr ser escuchado, pero que hoy, con un gobierno respetuoso del ordenamiento constitucional y legal de la República, como nunca antes se había visto, por lo menos para quienes hace rato pasamos a la tercera edad, en donde se observa que los derechos autonómicos de las universidades se mantienen incólumes, sin que exista algún propósito expreso del actual gobierno de vulnerarlos, tal y como muchas veces ocurrió durante los gobiernos de la democracia “puntofijista”, el Presidente Chávez toma una decisión trascendente e histórica de abrir nuevos espacios para la enseñanza superior y ello, obviamente, constituye un avance importante para un país que tiene que desarrollarse con el aporte de todo su pueblo, en el marco de su real y concreta participación y, además, con el absoluto respeto a sus derechos soberanos, los cuales nos corresponde defender como herencia sagrada de nuestros libertadores. Con la apertura de la UBV, en este gobierno se han puesto en marcha cuatro nuevas universidades y cinco institutos universitarios, lo cual habla de que en el área de la educación superior, su desempeño ha sido, sin lugar a dudas, un éxito indudable.
Hemos estado revisando documentos y material relativo al tema y nos encontramos con unas reflexiones hechas por el extraordinario psiquiatra y poeta portugués, Rui De Carvalho, quien la patria de Camoens y de Pessoa nos los prestó por muchos años desde 1.960, tantos que, lamentablemente, ese préstamo no tuvo el retorno que él siempre soñó, pues sus restos descansan desde hace ya siete años en nuestro suelo patrio. Esas reflexiones están recogidas en su libro “Las Gaviotas no toman Coca-Cola” (Ediciones Fondo Editorial Carlos Aponte, Caracas 1.987) y por cuanto, en nuestro criterio, esa reflexiones son tan completas y, además, ponen en evidencia no solamente el claro conocimiento que sobre el tema él tenía, sino las verdaderas raíces y causas del problema de la universidad venezolana, a la cual le dedicó muchos años de su vida, hemos considerado necesario transcribirlas íntegramente, lo cual lo hacemos, además, en un momento muy oportuno, pues el pasado 1 de agosto se cumplió un año más de su partida definitiva.(1)
LA UNIVERSIDAD, LOS INTELECTUALES Y LA IDEOLOGIA
Venezuela es un país sub-desarrollado que pertenece al tercer mundo. En Venezuela, la clase dominante hace todo lo posible para que el pueblo interiorice su ideología. Esta clase es sumamente primitiva y dependiente de la Metrópoli. Ella es a la vez una clase antipatriótica, traidora, mediatizada, domesticada y, a nivel nacional, dominante, explotadora y domesticadora; sus contradicciones son dramáticas y determinarán a corto o largo plazo su muerte. El pueblo venezolano hará un día el ajuste final de cuentas. Hará la revolución.
El sistema de enseñanza en Venezuela, después del 23 de enero y en plena “democracia representativa”, ha seguido un curso que los políticos oficialistas no se cansan de catalogar como la mal llamada “democratización de la enseñanza”. Esta enseñanza vive en el momento actual una franca crisis. Nadie cree que la educación venezolana sea democrática. La mayoría de las personas sabe que es clasista y que las universidades, en particular, sirven a los intereses más oscuros y sospechosos de la clase dominante. El elevado número de estudiantes universitarios, el problema de cupo y la degradación de la calidad de la enseñanza son factores que contribuyen a la crisis. Las universidades venezolanas están llenas de alumnos de las clases sociales más acomodadas. La clase obrera, el campesinado, los marginados no llegan casi nunca a frecuentar esta institución. La clase media, eterna aliada del “status”, es la que suministra el gran contingente de estudiantes universitarios.
Las universidades venezolanas se han hipertrofiado en los últimos años. Actualmente existen universidades selectivas con modelos pedagógicos y de investigación norteamericanos y con profesores y alumnos seleccionados atendiendo a intereses misteriosos, que no son sino los intereses de la Metrópoli y de sus representantes criollos residenciados en la periferia.
La ideología dominante forma los intelectuales que en diferentes niveles (ideólogos o profesionales cada vez más proletarizados) sirven con buena cara a la clase explotadora y dominante. Una mayoría de los estudiantes universitarios son capaces, mientras permanecen en la universidad disfrutando de su juventud y de algunas ideas renovadoras, de manifestar descontento con el sistema mediante diversas formas de lucha política. Pero esos mismos estudiantes, a la hora de integrarse a la sociedad como profesionales o técnicos, alienados en forma sutil por la ideología dominante, se transforman en los “Técnicos del Saber Práctico” de que habla Sastre, que son los servidores de la clase dominante, antisocialistas y anticomunistas. Ellos hipotecan su alma al diablo y se integran a la sociedad capitalista con ojos tristes, con mentalidad pequeño burguesa y desprovistos de imaginación, la cual siempre es considerada peligrosa por aquellos que defienden la norma. Se transforman en terribles cuerdos, poseedores de Certificado de Buena Conducta.
La universidad es una super-estructura que está íntimamente ligada a la dialéctica clasista. Sin la revolución jamás podremos poseer una universidad al servicio del pueblo, estructurada de acuerdo con nuestra ideología: el marxismo-leninismo. El tiempo es muy sabio. El futuro es nuestro.
Hasta hoy, en la universidades se han malgastado energías que han debido haber sido canalizadas para la revolución. En muchas luchas universitarias, revolucionarios potenciales se han transformado con el tiempo en seres inofensivos, neutrales o traidores. Han sido dirigidos y digeridos por el enemigo. En el futuro se impone una mayor vigilancia revolucionaria y un trabajo serio a nivel ideológico, para que esta forma de alineación no siga debilitando las fuerzas revolucionarias.
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(1) Rui De Carvalho, médico egresado de la Universidad de Lisboa en 1.956, quien revalidó su título en la Universidad de Los Andes y obtuvo el doctorado en psiquiatría en la UCV, ejerció con brillo y el mayor desprendimiento tan difícil y compleja especialidad por más de 30 años, al tiempo que mantuvo una intensa y fructífera actividad intelectual muy variada, entre la cual merece ser destacada aquella que lo llevó a ejercer la docencia en su especialidad en la Escuela Vargas de la UCV hasta muy poco antes de entregar su último aliento, así como haber cosechado una obra escrita de muy alto valor intelectual y político. El inolvidable Kotepa Delgado, con quien mantuvo una amistad inquebrantable, decía al referirse a Rui, que Portugal nos había regalado un portugués de oro…
Carvalho nació en Lisboa el 9 de febrero de 1.928 y murió en Caracas el 1 de agosto de 1.996.
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