Peor que la mordaza es la automordaza. Peor que la censura es la
autocensura, peor que el desconocimiento es la negligencia y peor que todo
eso es la alienación. Y a ella, ha dedicado durante muchas décadas su
artillería pesada la industria de las comunicaciones del Norte, que sabe muy
bien que más que los ardides puede la alienación para desfigurar las formas
de pensamiento, los perfiles culturales y la percepción del mundo, que es
como realmente se domina a los pueblos.
Cuando el manejo calculado de la alienación se aplica a una industria que
llaman del entretenimiento, las consecuencias pueden ser devastadoras para
la identidad y el bolsillo... pero el gran público no se da cuenta.
Durante las últimas semanas y con motivo del fallecimiento de grandes
luminarias musicales, la cobertura y el despliegue noticioso ha sido
directamente proporcional, no a la real importancia del fallecido, sino al
mercadeo publicitario del muerto. A los efectos de ese mecanismo nunca fue
lo mismo la muerte de Compay Segundo que la de Celia Cruz, y no es lomismo
el fallecimiento de Celia Cruz que el de Tite Curet. Tienen razón, pero es a
la inversa.
Hay más. En este intervalo también falleció uno de los pilares de los
muñequitos de Matanzas, grupo folklórico cubano de absoluta tradición abakuá
y nadie supo nada. Falleció René Touzet y casi nadie se dio cuenta.
Falleció Benny Carter, figura de referencia en el jazz, y la cobertura fue
poca.
Y también murió el trompetista boricua Juancito Torres... y las
transnacionales noticiosas no se dieron cuenta... o no quisieron darse
cuenta.
La muerte de Celia Cruz fue la más publicitada. Hoy todos nos preguntamos
¿cómo está el viejo Pedro Knight? Pero no hay cobertura para los
sentimientos ni para la solidaridad y las preocupaciones humanas en el
mercadeo.
Datos El 17 de junio fallecía René Touzet, compositor, director de orquesta
y pianista nacido en Cuba. El autor de “La noche de anoche” había abandonado
liberrímamente Cuba en 1960, como también lo había hecho Celia. No había
bloqueo, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba no estaban rotas. No
hubo exilio político.
Tan así que ambos escogieron México para vivir inicialmente.
Es que tampoco había en ese entonces manejo de los sentimientos antinada.
Touzet, todo un creador, fue cantado en sus temas por voces como las de Olga
Guillot, Bing Crosby, Pedro Vargas, Toña la Negra, Bola de Nieve, Elena
Burke y Frank Sinatra.
Luego, el 12 de julio falleció Benny Carter. Y pensamos en Alberto Naranjo y
en Federico Pacanins, investigadores del jazz, pues ellos nos darían más
luces acerca del saxofonista, compositor y director de orquesta que llegó a
tocar junto a Ella Fitzgerald y Miles Davis.
Carter falleció en Estados Unidos, y era sábado. La noticia sólo se conoció
justo cuando se sabía de la muerte de Francisco Repilado, Compay Segundo, el
14 de julio.
Compay llegó a componer, pero no se puede decir que fuera su mérito
principal la composición, sino la interpretación y su arte con las cuerdas.
Compay, a tiempo, se había devuelto para su tierra, pero no pasó de La
Habana, sabiendo quienes le conocimos, que su vida y su alma estaban en
Santiago de Cuba, adonde finalmente fue trasladado y sepultado como lo
indica la razón: con homenajes y rápidamente.
No alcanzó el viejo Pedro Knight a darle esa noticia a Celia Cruz. La
inmensa guarachera falleció el día del cumpleaños de Rubén Blades, 16 de
julio.
El inmenso afecto del pueblo caribe por ella vivió un episodio triste. Las
agencias de noticias decían “El exilio cubano rinde tributo a Celia”,
discriminando de esta forma el afecto del planeta. A Celia Cruz le rindieron
tributo de cariño, revolucionarios, anticastristas, gays, barrenderos,
intelectuales, venezolanos, finlandeses, mucha gente que no tiene nada que
ver con posturas. La mezquindad que ella nunca asoció a su vida se hizo
presente.
Y luego el desconcierto de siete días con un cadáver danzando entre carrozas
y vestidos, entre bamboleos, jamaqueos mortuorios y cámaras...
Diez días después de la muerte de Celia fallecía en Puerto Rico, el 26 de
julio, Juancito Torres, figura sumamente respetada por sus méritos musicales
(era trompetista) y por su estatura moral. Juancito Torres fue fundador de
“Batacumbele” y alma del movimiento de la Nueva Canción Puertorriqueña. Su
nombre está en ese sentido al lado de boricuas como Lucecita Benítez, Danny
Rivera, Antonio Cabán Vale, “El topo”, Roy Brown, Andy Montañez, Frank
Ferrer, Andréz Jiménez y Zoraida Santiago, entre otros contando, por
supuesto, con Tite Curet Alonso en esa lista.
Y entonces viene ahora y se muere el Tite Curet, poeta, periodista,
compositor, salvador de otras voces para la música como las de Cheo
Feliciano e Ismael Rivera, amigo de todos, conciencia parlante de su pueblo.
Volvemos al principio de estas líneas. ¿No eran importantes todos estos
fallecidos de la música? ¿Qué o quién impide que por lo menos los melómanos
manejemos estas informaciones? ¿Hay, ciertamente libertad de información?
¿No será que, en predios musicales la información pasa por el filtro
alienante de las transnacionales del ocio? ¿Qué hemos de hacer para que no
se desfiguren nuestros perfiles culturales?
La música y los músicos populares y latinoamericanos han padecido desde hace
mucho la mordaza. Y no habrá ley nacional ni continental, ni discusión que
valga mientras no se apunte a un cambio en la conciencia. Es lección que
ellos nos dejan.