Algunos aspectos que abordó Baduel merecerían más respeto si no hubiese repetido la mentira que Brewer Carías, Herman Escarrá y otros académicos de otoño han difundido a través de Globovisión y los medios impresos tradicionales. Según su absurda tesis se ha convocado un referendo popular para aprobar un golpe de estado. Democrático, pues. Se diferencia de la posición de aquéllos porque no ratifica las diversas opiniones según las cuales “la iniciativa privada desaparece como derecho constitucional”, “Chávez busca la presidencia vitalicia”, “los derechos de autor no serán protegidos”, “ya no es Caracas sino la ‘Reina de Warairarepano’, ¡qué bolas!”, “nuestras propiedades están en peligro”, “dejarán votar a los niños porque son más manipulables”, o “equiparando profesores con obreros universitarios se perderá la universidad de la excelencia”. Sin embargo, y aunque no repite esas barbaridades, convoca a los medios opositores para gritar su coincidencia con la suma de todas esas mentiras: se ha convocado un referendo popular para aprobar un golpe de estado.
Se habría acercado a la opinión de muchos si hubiese formulado críticas al proyecto de reforma como lo ha hecho Javier Biardeau, por ejemplo. A través de aporrea.org, este sociólogo (creo) y profesor universitario (creo, también) ha elaborado el más completo estudio sobre la propuesta, e igualmente acerca de las características que actualmente distinguen el manejo del poder político, concluyendo en la necesidad de oponerse a la “deriva cesarista”. Por ello, nadie debe poner en duda su lealtad a principios revolucionarios, nadie debe denunciarlo por instrumentar supuestas agendas ocultas.
El general Baduel, por su parte, evaluando el impacto que producirían sus palabras -y entendiendo, nosotros, la posibilidad de sus futuras aspiraciones-, ha debido diferenciarse aún más del fascismo enardecido que pulula ansioso en torno a la embajada estadounidense; salvo que en su diseño estratégico haya visualizado un espacio que sólo podría ocupar plenamente si actúa con temeridad y en esa dirección, como lo ha hecho.
Aunque desconocemos las causas de su postura, sí pueden advertirse sus consecuencias, y ante éstas los voceros institucionales (del Estado, me refiero) y de los expresiones organizadas del proceso no deben reaccionar, como ya lo han hecho, con descalificaciones propias de los foristas de noticierodigital.com o de los representantes del Comando Nacional de la Resistencia. Acertadamente, los generales Maniglia y García Carneiro esgrimieron una respuesta inteligente repudiando la actitud asumida por el ex ministro, pero con el respeto mínimo necesario con el cual debe tratarse a quien ejerció en el pasado reciente, sin ambages, la defensa de la Constitución cuya reforma hoy se debate.