Crece la memoria de Salvador Allende y se rehabilitan “Los 13 del 13” (de septiembre del 73)

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Al acercarse el 30 aniversario del golpe militar (11/09/1973), la fuerza de la historia rehabilita vigorosamente la figura de Salvador Allende Gossens. Los medios de prensa también se ven forzados a destapar por primera el lado oscuro y algunos tabúes de la sociedad chilena, como el rol que el partido Demócrata Cristiano (DC) tuvo en el “pronunciamiento”. Este mes de septiembre –tradicional para los grandes acontecimientos políticos– marcará un intenso reencuentro con la memoria colectiva, con decenas de nuevos libros, testimonios, actos, mesas redondas y toda clase de eventos recordatorios.

Muchos mayores de 50 años (son 11 de 15 millones) tienen algo que contar o tuvieron algún protagonismo, exagerado o simplemente inventado. Las nuevas fábulas indican que en el palacio presidencial de La Moneda hubo mucha gente que los más estrechos colaboradores del Presidente jamás conocieron, comenta hoy con sorna el periodista Carlos Jorquera, quien trabajó con Allende y, además, fue su amigo, al igual que el periodista Augusto Olivares.

Mueren fábulas, nacen otras

Del mismo modo, hoy nadie invoca al supuesto ejército extranjero clandestino –cubanos, checoslovacos, húngaros, etcétera, –¡todos “comunistas”!– que se aprestaba al asalto al poder para ensanchar la órbita soviética hasta que apareció el buen Pinochet.

Murió una fábula, nació otra. Por ejemplo, cada vez hay más protagonistas decisivos en la transmisión de las últimas palabras de Allende, pieza oratoria para la historia, improvisada sólo por el genio de un gran dirigente político que supo cumplir su deber a costa de la vida. Y lo más probable es que el trabajo lo hizo un anónimo trabajador (radio-operador) fallecido.

Dirigentes políticos que fueron críticos del Presidente desde posiciones radicales –lo encontraban “reformista” y “amarillo”– hoy le cantan loas. Eso no parece mal, pero también algunos olvidaron que en las primeras horas de ese fatídico día buscaron refugio en las embajadas, porque hoy relatan el protagonismo de una jornada heroica a tiempo completo. Pero al fin de cuenta, no lucen tan mal como los líderes otrora encendidos de verbo revolucionario que hoy capitanean empresas transnacionales con el mismo fervor, sólo que ahora no sólo “predican”, además “hacen”.

Allende y Balmaceda

Sea como fuere, la figura de Salvador Allende crece cada día más, pero no tan rápido como la rehabilitación de José Manuel Balmaceda, el Presidente que se quitó la vida tras su derrota en la Guerra Civil de 1891, a quien el líder socialista describía como mártir en las frecuentes alusiones de sus discursos. La velocidad histórica del reconocimiento nacional pudo ser mayor para Balmaceda, no sólo porque maduró antes de veinte años desde que Santiago fue asaltado por la soldadesca “revolucionaria”, perseguidos y escarnecidos sus colaboradores y violadas sus mujeres, probablemente porque el estadista perteneció de frente a la clase propietaria chilena que entonces se dividió en dos fracciones irreconciliables en la disputa de cómo invertir los recursos mineros que pertenecieron a Perú y a Bolivia hasta la guerra del Pacífico (1879).

De alguna manera, Allende también pertenecía a esa clase, pero en las urnas levantó un proyecto para las clases pobres que pretendían mejorar sus condiciones de vida, aspiración recurrente que viene marcando por siglos la historia chilena... y universal. El suicidio no es la única coincidencia entre ambos dirigentes políticos, porque 29 años después de la muerte de Balmaceda la clase propietaria volvió a dividirse en las urnas y resultó elegido Arturo Alessandri Palma, un liberal que postulaba un programa de reformas mínimas, pero increíbles para su época, entre muchas otras el contrato de trabajo, la silla para los empleados de comercio y el seguro obrero obligatorio, que de nuevo tampoco existe hoy. 27 años después del golpe de 1973 fue elegido el socialista Ricardo Lagos que al comienzo causó bastante temor entre la clase propietaria, miedos que hoy se ven sin fundamentos.

Estatua sí, avenida no

Pero ha sido bajo Lagos que la figura de Allende ser yergue con más fuerza dentro de Chile, porque en el exterior comenzó a recibir tributos el mismo 1973, incluyendo homenajes, desfiles, bustos y nombres de calles y avenidas. Durante los 4 años de Patricio Aylwin (1990/1994) su nombre se mencionaba a hurtadillas pero en los 6 de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994/2000) se decidió erguir una escultura en bronce frente al palacio de La Moneda –inaugurada bajo Lagos, en junio del 2000. Era impresentable que Allende no estuviera junto a los últimos presidentes que tienen allí su estatua, Eduardo Frei Montalva (1964/10970) y Jorge Alessandri Rodríguez (1958/1964).

La Municipalidad de San Joaquín, una comuna popular del sur de la ciudad, le puso el nombre de Salvador Allende a su modesta avenida Vasconia, a 50 cuadras de La Moneda, pero no hay ninguna arteria importante de la capital chilena que lleve su nombre. Todavía causa desagrado que en “el barrio alto” de la urbe, en el este, exista una importante avenida llamada... “11 de septiembre”.

En los primeros años de la “transición a la democracia”, que comenzó en 1990, hasta el oficialismo laico de la coalición gobernante, o sea, los socialistas, radicales y “pepedeístas” (del Partido Por la Democracia) no exhibían gran entusiasmo por rescatar a Allende. También es cierto que Chile terminó de perderle el miedo a los militares hace apenas un par de años.

Urticaria en la derecha y la DC

La reivindicación de Allende ha sido un proceso lento, que tuvo un hito importante cuando el 4 de septiembre de 1990 se le hizo el funeral oficial –los golpistas lo habían sepultado sigilosamente en Viña del Mar, sin ninguna ceremonia–, aunque el entonces Presidente Aylwin tuvo un gesto poco afortunado cuando dijo “si las circunstancias volvieran a repetirse haría lo mismo”, o sea, por lo menos de nuevo “dejaría hacer” –el golpe– si otra vez fuera jefe de la DC, como en el 73. “Le confieso que debo haber sido muy inocente pero no percibí la profundidad de la conspiración”, se excusó después con Hernán Soto, cuando lo entrevisto para la revista Punto Final 514 (enero, 2002).

Otras palabras desafortunadas de un DC, esta vez del presidente del Senado, Andrés Zaldívar, al anunciar en estos días su no asistencia a dos actos programados por La Moneda para rendir tributo a la memoria de Allende como ex Presidente y líder de una corriente de opinión legítima que ejerció legalmente el gobierno, despertó una saludable curiosidad pública por conocer a fondo el rol DC de 1973. Si el gobierno Lagos midió mal la intolerancia no cívica de la derecha y de la DC ante los iconos tradicionales de la democracia –como las figuras presidenciales elegidas por soberanía popular–, el rechazo de Zaldívar exhibió de paso la división de la sociedad chilena en dos pedazos irreconciliables, la fragilidad de la alianza gobernante y la profundidad interna del cisma ideológico derecha-centro izquierda que la DC todavía no resuelve, más allá de que los protagonistas hayan pisado el freno o puesto marcha atrás (Zaldívar va a una sola ceremonia después que el Gobierno decidió “¿des? lavarla” un poco).

“Los 13 del 13”

8 de los 15 millones de habitantes de Chile nacieron después del golpe. Otros 3 millones tenían entonces menos de 20 años. Mucha gente que no vivió los acontecimientos se entera ahora de la disidencia histórica, aunque minoritaria, de “Los 13 del 13”, trece escasos dirigentes DC que hicieron público su rechazo al golpe el 13 de septiembre de 1973 (cuatro fallecieron): Bernardo Leighton, Andrés Aylwin, Radomiro Tomic, Jorge Donoso, Claudio Huepe, Mariano Ruiz-Esquide, Renán Fuentalba, Belisario Velasco, Florencio Ceballos, Ignacio Palma, Fernando Sanhueza, Narciso Irureta e Ignacio Balbontín. “Las diferencias de entonces nunca se zanjaron del todo”, afirma esta semana la revista “Siete +7”, del grupo económico del DC Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Muchos piensan que en la Argentina de los años 50 un golpe militar precisaba apoyo radical. En Chile cunde un juicio similar, por lo menos que la DC facilitó la luz verde a los golpistas el 73, entre otras decisiones políticas a favor del golpe, declarando “inconstitucional” al gobierno Allende en la Cámara de Diputados dos semanas antes.

Colaboración y co-gobierno

La historia registra una larga entrevista de Eduardo Frei Montalva con el franquista ABC de España, reproducida en El Mercurio, y su carta a Mariano Rumor, el líder DC italiano, dos textos que justifican el golpe y defienden a los militares. Otros líderes DC, entre ellos Juan Hamilton y Enrique Krauss, salieron a explicar el “pronunciamiento” a sus camaradas DC de Europa. Algunos, como el actual jefe de Codelco, Juan Villarzú, ocuparon altos cargos y ministerios en el régimen militar. Lo cierto es que la DC gobernó con los militares.

Recordar todo esto provoca acusaciones de haberse quedado en el pasado, de no mirar hacia el futuro. Lo cierto es que ahora muchos dan por seguro el regreso de la misma gente que dio el golpe, esta vez sin militares y con apoyo popular electoral. Pero hay quienes piensan que el futuro se levanta mejor asumiendo el pasado, como lo dijo en estos días el disidente DC Belisario Velasco, unos de “los 13”: “La sociedad chilena se vio tan gravemente afectada por el golpe, que me parece superfluo que hoy eso se vea sepultado por un pretendido cuestionamientos interno de a Concertación. Lo que realmente falta es una explicación de quienes fueron ministros, subsecretarios u ocuparon cargos de relevancia en el régimen de Pinochet. Esa es la única respuesta pendiente”.

Los sobrevivientes de “los 13” se reunirán el 11 de septiembre, a las 10, en la plazuela Bernardo Leighton para honrar su memoria. Después, le entregarán una copia de la histórica declaración de hace 30 años a Isabel Allende, la hija que ahora es Presidenta de la Cámara de Diputados. Enseguida, se irán a La Moneda a rendirle su tributo a la memoria de Salvador Allende.

II (puede ser 2ª parte)

Arrepentimientos equivocados

A 30 años del golpe los más fanatizados siguen defendiendo al régimen militar. A casi nadie le cabe duda que se cometieron graves violaciones a los derechos humanos –torturas, asesinatos, desapariciones y toda clase de atrocidades. Pero las imágenes todavía se las arreglan para exhibir –incluida la televisión estatal– a un país que en 1973 estaba sometido al caos, las colas y el desorden “a causa de políticas erradas”.

La responsabilidad en la escasez de víveres que hubo en 1973 –simplemente porque la clase empresarial decidió ocultarlos precisamente para debilitar al gobierno–, se le sigue atribuyendo a “los errores de Allende” y de su coalición Unidad Popular, igual que hace 30 años.

Varios ex líderes de la UP también han reconocido su “culpabilidad”, entre ellos el ex comunista Luis Guastavino, poniéndose en un nivel de responsabilidad idéntico al de los golpistas, muy al gusto de la derecha. El discurso que promueven la derecha y la conducción DC es “todos somos culpables”. Y ahora, “reconciliaos los unos a los otros”.

Lo cierto es que Guastavino no dsempeñó un rol significativo con Allende, en los ‘60 predicó el “aggiornamiento” del PC o su acercamiento a la DC para un proyecto de gobierno, la misma tesis de Enrico Berlinguer, entonces jefe del PC italiano. Y ahora tampoco tiene un rol importante con Lagos: sólo es intendente de Valparaíso.

Doble discurso de la escritura

En el fondo, subyace una justificación casi subliminal del golpe militar, que no se hubiera producido sin la aprobación pasiva o activa del partido Demócrata Cristiano liderado entonces por Aylwin, entre otros.

Y aunque se “rescata” la figura de Salvador Allende, se pone énfasis en su cuestionada “amistad con Fidel Castro” y su afición por el “bello sexo” como otras “debilidades” –también su “lamentable apego” al marxismo–, a veces con la complicidad ingenua de algunos ex colaboradores que cuentan intimidades de hace 30 años, mientras otros las inventan de frente.

Todo esto, como si el gusto por las mujeres fuera un defecto grave en un país absolutamente dominado por los machos. El historiador de derecha Gonzalo Vial trabaja activamente esta vertiente desde las páginas del vespertino La Segunda, de propiedad de Agustín Edwards Eastman, el mismo dueño de El Mercurio.

Gran perdedor: el Ejército

Pero también hay grandes “perdedores” incuestionables, sólo que visten uniforme. El gran derrotado político en la escena chilena es el Ejército, la rama de las Fuerzas Armadas que cometió más delitos contra las personas, mientras su actual comandante en Jefe, el general Emilio Cheyre, hace esfuerzos –al parecer sinceros– por volverlo al redil de la civilidad e internalizar en las mentes de los oficiales aquellos viejos y abandonados conceptos de profesionalismo y prescindencia política.

El Presidente Ricardo Lagos formuló el 12 de agosto una propuesta gubernamental para resolver de una vez en Chile “la cuestión de los derechos humanos”, eufemismo que significa asesinatos, desapariciones y torturas. Quizás eligió ese día para debilitar el primer paro nacional convocado por la Central Unica de Trabajadores a nivel nacional, el primero en estos 14 años de “transición hacia la democracia” (1990-2003), que igual se produjo el día 13 en protesta por los bajos salarios y la crueldad del modelo económico ultra-liberal que administra el gobierno civil.

“No me ayude compadre”

Lo insólito es que la “propuesta Lagos” ha sido rechazada de plano por sus presuntos beneficiarios, a través de las organizaciones de familiares de las víctimas y entidades internacionales como Amnistía Internacional de Londres, alegando que encubre la impunidad y propicia “la solución de punto final” adoptada en otros países sudamericanos.

En cambio ha sido muy festejada y apoyada incondicionalmente por los partidos de derecha, los mismos que manipularon a los uniformados para ejecutar el golpe de 1973. “Es muy espiritual”, dijo el diputado Iván Moreira, ex chofer de Augusto Pinochet conocido por su inclinación a resolver a golpes sus diferencias políticas en la Cámara Baja.

Lagos recogió en bloque las proposiciones sobre reparación de derechos humanos que le formulara el audaz Pablo Longueira, jefe de la Unión Demócrata Independiente, partido más pinochetista que Renovación Nacional, su rival en la derecha que preside el empresario Sebastián Piñera, cuya fortuna floreció bajo el régimen militar (1973-1990), al igual que la mayoría de la clase empresarial actual de este país.

Tres hijos de desaparecidos y asesinados cumplen el 1 de septiembre dos semanas de huelga de hambre en apoyo de sus demandas de que el Presidente Lagos y la clase dirigente los escuchen, sin repercusión por el silencio mediático. Fahra Nehgme perdió a su padre, a su hermano y a su suegro, el periodista José Carrasco, además de su cuñado Luciano Carrasco, que murió el año pasado por suicidio. La acompañan Pablo Villagra y Alberto Rodríguez.

A los 11 días, la mujer había perdido 3 kils y 6 los varones. Presentaban irregularidades en la presión sanguínea y frecuencia cardiaca, dolores de cabeza, nauseas y mareos, trastornos del sueño, hidratación negativa, edemas faciales por bajas defensas, palidez y bajo estado anímico.

Lado obscuro de la “democracia protegida”

Las conmemoraciones oficiales de los 30 años –se habla de una recepción para 1.000 personas en el Palacio de La Moneda, el lugar de trabajo en que falleció Salvador Allende– se producen en un país que sigue gobernado por la Constitución diseñada por la dictadura militar en 1980 y refrendada por la “soberanía popular” con un SI en un plebiscito espúreo –realizado en plena dictadura.

El Senado en Chile consta de 50 miembros cuyo 20% no es elegido por la soberanía popular, sino designada a dedo por diferentes instancias de poder fáctico, tales como las FF.AA., el Poder Judicial, la Contraloría y otros factores de poder análogos.

Así, existe un senador del Ejército, otro de la Marina, la Aviación, la Policía, etcétera. En total son 10 senadores, incluido el “vitalicio” Eduardo Frei Ruiz Tagle, por el simple hecho de haber sido presidente. El ex “presidente” Pinochet no usa su curul simplemente porque... renunció después que el gobierno de Ricardo Lagos consiguiera que Tony Blair y Jack Straw se lo escamotearan en Londres a la justicia internacional.

El sistema binominal impide la representación de las minorías, con la lógica perversa que en 1989 hizo perder a Lagos una senaturía por Santiago en beneficio de un derechista que sacó cien mil votos menos.

Sin embargo, la celebración de este 30 aniversario todavía en “la transición a la democracia” –va a cumplir 14 años– no repara en estos “detalles”.

Ausencia de debate e intercambio de ideas

El “debate nacional” está regido por dos grandes empresas que dominan la prensa escrita de circulación nacional y determinan qué es o no “noticia”, cómo debe presentarse la información al público lector y qué temas son dignos de registrarse en las páginas de opinión editorial.

Una es la cadena El Mercurio, con 15 diarios en el país y 150 años de presencia en el periodismo, de propiedad de Agustín Edwards. La otra es el conglomerado Copesa, que imprime La Tercera y otros medios, perteneciente a Alvaro Saieh, un rico nuevo forjado a la sombra de la dictadura de 17 años.

Sumando los 17 años de dictadura más los 13 de “transición”, el lector de periódicos nunca encuentra, por ejemplo, una opinión favorable a gravar el cobre, la principal riqueza nacional, nacionalizada por Allende en 1971 con los votos unánimes de la derecha y que hoy las transnacionales explotan intensivamente, a gran escala, sin pagar un centavo de impuesto.

Una paradoja de “la transición” es que en Chile hubo más lmibertad de expresión en los últimos tiempos de la dictadura, con dos cotidianos –La Epoca y Fortín Mapocho– opositores al régimen de fuerza y numerosas revistas. Todo ese aparataje mediático fue desmontado por las cúpulas civiles que recibieron el poder Ejecutivo de los militares para administrar mejor el mismo modelo de sociedad impuesto por ellos a sangre y muerte.

Aberraciones impositivas

La Corporación del Cobre, empresa cuprera del Estado que está a cargo del 30% de la producción y que paga rigurosos impuestos, en cambio debe seguir entregando anualmente al Ejército –para uso discrecional y reservado– el 10% de sus ventas brutas del metal –ventas globales, no utilidades–, con un piso mínimo de 200 millones de dólares anuales.

La prensa chilena no recoge estos temas para debatirlo en sus páginas, tampoco publica opiniones favorables al impuesto llamado “royalty”, una suerte de “derechos de autor” por el cotizado mineral, pero dedica grandes espacios a los daños económicos provocados por la piratería de libros, música, vestuario y otros rubros que afectan... a las grandes corporaciones transnacionales. Siempre hay gran cobertura para temas que distraen la atención, como el fútbol y el “Chupacabras”, un animal mítico que se alimenta de las gallinas de los pobres.

Surrealismo político

Los tratados internacionales de libre comercio con la Unión Europea y Estados Unidos son dos grandes “conquistas” del gobierno de Ricardo Lagos que provocarán grandes beneficios a la clase empresarial, que también exporta salarios de 150 dólares mensuales como “valor agregado” a sus bienes y servicios.

Pero el lado obscuro, por lo menos del TLC con EE.UU, es que el país dejará de percibir 400 millones de dólares para cubrir el gasto público del año próximo. El impasse fue resuelto aumentando de 18 a 19% los impuestos al consumo de productos básicos –incluye al pan y a los libros– que pagan “todos los chilenos”, pero afecta más a los más pobres, puesto que los ricos no pueden consumir todo lo que ganan.

En medio de este cuadro surrealista, el Presidente Ricardo Lagos, tras encontrarse con sus pares en el cambio de mando de Asunción Paraguay, que llegó el momento en que Chile comience a ayudar... “a los países menos desarrollados”, refiriéndose a Bolivia, entre otros, cuyo gas natural despierta aquí grandes apetitos y en tanto muchos locales preferirían que “la caridad comenzara en casa”.



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Ernesto Carmona - Paralelo 21


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