La demanda de la Exxon contra Pdvsa, que se resolvió de manera favorable para nosotros, debe alegrarnos.
La decisión del tribunal londinense manda un mensaje positivo al indicar que acciones injustas, como ésta practicada por la poderosa transnacional contra nuestro país, pudieran tener patas cortas en el actual contexto internacional. También deja como lección para nuestro Gobierno la imperiosa necesidad de prepararse para contingencias de esta naturaleza, pues tenemos varias demandas y quejas más, que irán desarrollándose en los próximos meses. No es prudente dejar la defensa de nuestros intereses a equipos que se improvisan conforme se producen los conflictos, como pareció ser el caso con este pleito.
La conseja es pertinente también con respecto a las posiciones de nuestro Gobierno por la incursión de Colombia en el territorio ecuatoriano.
El domingo 2 de marzo, el presidente Chávez dio unas primeras declaraciones emocionales y reactivas ante este grave suceso. Hizo saber en el Aló, Presidente que acababa de conversar con el presidente Correa y, aparentemente, sin mediar consulta con instancias institucionales o expertos al servicio del Gobierno en esta materia, expresó una posición parcializada a favor de las Farc. En el complejísimo y multidimensional proceso bélico que vive el hermano país, las palabras del Presidente fueron temerarias y peligrosas para nuestros intereses como sociedad soberana, que busca sus cambios en paz y democracia. Afortunadamente, después rectificó, bajó el tono, cedió el protagonismo a Ecuador, que era el principal y directamente agraviado, y apoyó las diligencias de otros países latinoamericanos, como Brasil, Argentina y República Dominicana. Los esfuerzos mancomunados de esos gobiernos permitieron que la situación resultase en una victoria para Ecuador, con lo cual actores que buscan para el siglo XXI una mayor cohesión, integración e independencia de la región frente a EEUU, incluyendo a Venezuela, resultaron beneficiados.
Uribe debió pedir disculpas, y hubo momentos en que prácticamente quedó sólo.
EEUU sufrió un revés en su política orientada por el principio de la guerra preventiva, principio que Brasil, en palabras de su canciller, consideró ajeno a las tradiciones de nuestras naciones. Claro que todo esto es "por ahora", lo que hace imprescindible una política exterior venezolana sofisticada y democrática, con mirada estratégica, equipos profesionales bien informados, que puedan auxiliar a la Cancillería, a la Fuerza Armada y al Presidente.
Nosotros y Colombia. He viajado innumerables veces a Colombia y no deja de sorprenderme lo distintos que somos en política. En Colombia, la gente es exageradamente desconfiada e individualista, no espera nada del Estado y apenas en los últimos años ha comenzado a salir a la calle a protestar porque la violencia que allí se ejercita contra el ciudadano de a pie, por parte de actores de distintos intereses y ubicaciones ideológicas, ha confiscado los espacios públicos y atemorizado a la población. La intolerancia política hacia quienes piensan distinto es muy notable, tanto en los círculos que controlan el poder, como en esa izquierda que sostiene la vía violenta como solución a los graves problemas de ese país. Quienes defienden la vía pacífica, como ahora el Polo Democrático Alternativo, son perseguidos por los señores de la guerra, de lado y lado, y demasiados han pagado con sus vidas.
En literatura, documentales y foros abundan testimonios desgarradores de familias y personas que han sufrido en carne propia la intolerancia del poder, señalándose la independencia o complicidad con el Estado con que actúan sectores de las Fuerzas Armadas y grupos de paramilitares para abortar cualquier intento de paz o hacer avanzar políticas progresistas. Una guerra civil larga que ha descompuesto a sus actores y desesperado a la población, que mayoritariamente apuesta a que Uribe acabe militarmente con una izquierda que secuestra civiles y perturba la vida cotidiana. La izquierda violenta carece hoy de apoyo político entre los colombianos. Eso no parecen entenderlo sectores de la izquierda latinoamericana que tienen fantasías románticas sobre Marulanda, Reyes y otros jefes guerrilleros.
Nosotros y la globalización. El Estado colombiano internacionalizó su guerra interna. Concibió ganarles a las guerrillas con el apoyo financiero y militar de EEUU, pasando a considerarlas terroristas. El conflicto, de nacional, pasó a globalizado. El 11S exacerbó esta tendencia, al EEUU priorizar en su agenda la política antiterrorista. Colombia, con su Plan Colombia, es un escenario donde ahora se juega no sólo el futuro de ese país. El desenlace que allí se produzca contribuirá a moldear las relaciones entre las naciones latinoamericanas, las de éstas con EEUU y el papel de nuestro continente en la globalización del siglo XXI. Por ello, hay que dejar las visiones simplistas, interrogarse mucho sobre lo que allí pasa, tener un enfoque multidimensional, tener prudencia y medir cada paso.
Me he preguntado, a raíz de los últimos sucesos, qué buscamos realmente en nuestras relaciones con Colombia. La guerra colombiana nos afecta mucho. Acogemos en nuestro país a cientos de miles de colombianos que huyen de la guerra. También llegan paramilitares, sicarios, narcotraficantes y demás lacras que ha producido el largo conflicto. Ecuador y Venezuela temen, con razón, que esa guerra se derrame hacia sus territorios y sociedades. Pero pareciera haber más en el fondo del conflicto colombiano y en las acciones de nuestro Gobierno.
Somos un país petrolero, uno de los más importantes del mundo. En tiempos de globalización, es un recurso estratégico que pareciera que va a ser escaso en el corto o mediano plazo. Los países necesitados de él y que tienen ambiciones hegemónicas en este siglo se están moviendo sobre el planeta para asegurar sus suministros. Las guerras recientes de EEUU son en áreas donde existe el oro negro o donde sale al mercado mundial. Nos tiene en la mira. En ese contexto, Chávez habla en contra del imperio y de convertirnos en una potencia regional.
Viene acentuando nuestra injerencia en asuntos internos de otros países con el discurso del bolivarianismo y de la integración latinoamericana. Ha firmado convenios energéticos importantes con China y distintas cooperaciones con Cuba, Rusia, India, Bielorrusia, Irán, bajo el principio de la multipolaridad como orden internacional deseable. En lo interno busca centralizar el Estado, concentrar el poder y las finanzas públicas en sus manos, subordinar otros poderes públicos, crear un ejército popular, comprar armas. ¿Nos movemos hacia un proyecto nacional que persigue convertirnos en actor internacional, en potencia mundial, apoyados en el recurso energético? ¿Cuál será el costo de esto? ¿Cuáles los beneficios? ¿Dónde quedará la democracia participativa o la democracia a secas? ¿Es esto el socialismo del siglo XXI? Necesitamos información y debate franco sobre los propósitos que vienen animando al gobierno bolivariano.
malopez@reacciun.ve