Gracias,mijo querido, yo pensé queme iba a morir y no iba a venir nunca a esta maravilla de teatro, y es más, a disfrutar y a gozar un acto como este y...
Y la señora seguía hablando a medida que me abrazaba, y yo buscando a mi esposa para que se diera cuenta de que yo también tenía mis admiradoras. Y la señora contentísima porque...
-mijo, qué cosa más linda ese teatro, yo quería traer a Ruperto, pero se quedó con mi nieta, qué vaina tan buena, mijo querido, es que yo me puedo morir ahora tranquilita y me voy contenta a contarle esto a mis amigas allá arriba...
Todo pasa porque uno sale de asomado a esperar a su esposa justo a la salida del Teatro Teresa Carreño, y después de moderar el acto de los 39 años de Venezolana de Televisión, el canal de todos los venezolanos, menos de Enrique Mendoza, que no lo puede ver abierto porque le provoca “cerrar a esa basura”.
Y media hora después, una hija de la señora le dice:
-Pero, mamá, deja tranquilo a Roberto que aquí hay otras señoras que lo quieren saludar, y tú te lo acaparaste.
Y la señora le hace caso a su hija y entonces comienza la gente en perfecta formación a decir qué bueno, qué maravilla, ahora la cultura está al alcance de la mano del pueblo, ya llegamos al Teresa Carreño y mañana venimos otra vez, porque viene el grupo Madera y unos cantantes cubanos, y ya están anunciando un homenaje a Alí Primera y también dicen que vienen todos los cantantes del llano a hacerle un homenaje al Carrao de Palmarito y, Dios mío, ¿tanta cultura popular no le hará daño a la gente?
Confieso que he vivido temblando. Asustado. Tímido.
Alejado. Antisocial. Fané y descangayado. Pero me alegra ver a las mayorías nacionales disfrutando de lo que siempre quisieron. Y allí estaban. Disfrutando y saludándose y compartiendo y riendo y aprovechándose de uno para abrazarlo sin que mi esposa lo supiera, porque, de saberlo, las señoras y yo viviríamos otro espectáculo digno de otro teatro.
Todo esto lo pensaba mientras, ese sustantivo gastado, o sea, ese pueblo, se deleitaba y quería seguir viniendo al Teresa Carreño, porque ahora sí es verdad que la cultura popular tiene amigos a montones y yo no me pierdo un espectáculo más como este...
Y después volví al Teatro Teresa Carreño invitado por su presidente, José Luis Pacheco, a ver a Coppelia, y llevé a mis hijos, y ellos y yo y el público disfrutamos al máximo, y papi, todos parecen muñecos que se mueven bien bonito, decía mi hija Oriana, y mira, papi, estallan los fuegos artificiales en la casa donde está la muñeca, y papi, qué lindo es venir al Teatro Teresa Carreño. Y mi hijo Alekos dice, sí, sobre todo cuando papi no es el animador.
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