En toda comunidad política democrática, el respeto a las instituciones y el acatamiento a sus decisiones es fundamental para garantizar el orden, la paz y la justicia. Dentro de éstas instituciones, los órganos electorales son esenciales, pues son éstos los que dictaminan cuál ha sido la voluntad de la mayoría y en manos de quiénes queda el rumbo de los Estados. En Venezuela, bajo el nuevo marco constitucional, el electoral, no es sólo un órgano, sino un Poder Público independiente. Mucho costó que tuviésemos un CNE respetable. La Asamblea Nacional fue incapaz de llegar a un acuerdo el respecto y dicha omisión legislativa fue corregida por el TSJ en su Sala Constitucional.
Desde ese momento, los venezolanos hemos decidido otorgarle la confianza y los márgenes de credibilidad que necesita el CNE para actuar. Hasta el momento todo se ha desenvuelto con la firmeza y la responsabilidad que debe tener el organismo electoral. La organización de las jornadas de recolección de firmas para convocar los referenda revocatorios constituyó un gran esfuerzo del Poder Electoral por hacer realidad una práctica participativa inédita en las democracias contemporáneas del mundo. Ahora le corresponde al CNE verificar la autenticidad y pertinencia de las firmas, una ardua labor, sin duda, durante la cual los ciudadanos exigimos los más elevados niveles de transparencia y eficiencia.
Hemos visto que las partes, gobierno y oposición, han ofrecido cifras muy diferentes, sobretodo en lo que concierne a las firmas para convocar un referendo revocatorio presidencial. A su vez, fuimos testigos en Venezolana de Televisión de la avalancha de llamadas denunciando irregularidades en la recolección de rúbricas entre los días 28 de noviembre y 1 de diciembre. Llamadas que, por cierto, no hacían Diputados del Bloque del Cambio o dirigentes políticos, sino que hacían personas comunes, gente del pueblo, desde todas partes del país. El reto que tiene el CNE por delante es inmenso, precisamente el de sumergirse en las actas y planillas e identificar lo cierto y lo falso.
No pretendemos que el CNE se sesgue y se incline por alguna de las partes por presiones o manipulaciones mediáticas o políticas. Lo que deseamos es que sea capaz de demostrarle al país la verdad, de hacer que el proceso de verificación sea transparente, de explicarle al país por qué invalidan o validan determinadas firmas o planillas. Queremos que sea lo más explícito posible, que sus rectores se extiendan en sus exposiciones, que den detalles, que le den acceso a los venezolanos para corroborar sus datos, que le den cabida a las partes y los observadores para presenciar los procesos. Nos negamos a esperar con pasividad un resultado producto de una “caja negra”. Queremos creer en el CNE y precisamente por eso confiamos en que le dará espacio a la ciudadanía para que esté al tanto de todos los detalles, que no oculte nada y que una vez alcanzados los resultados finales, todos sepamos que los mismos son producto de un proceso transparente y participativo, donde no hubo margen para manipulaciones o distorsiones de la voluntad popular.
(*)Internacionalista