Las diferencias existentes entre el olimpismo griego y el olimpismo moderno o capitalista han generado una serie de discusiones y contradicciones, que ponen en evidencia la hipocresía que define a las olimpíadas en la actualidad. Así, mientras que en el primero, durante sus realizaciones cesaban las guerras (se produjeron las treguas) y se lograba la integración entre los pueblos, los juegos modernos se nos presentan en medio del hambre mundial e invasiones a países por parte de las potencias imperialistas. Evidentemente, el deporte es un fenómeno transhistórico que ha sufrido las modificaciones y adaptaciones de los cambios sociales experimentados por la humanidad, por lo que no cabe esperar que permaneciera idéntico durante más de 25 siglos. Sin embargo, el olimpismo moderno utiliza los valores del antiguo, simplemente como eslogan, estando en la práctica completamente alejado del aspecto lúdico e integracionista que se propugnaba en la Grecia antigua con la realización de los juegos.
Con el interés de desmontar este discurso aparentemente inofensivo que identifica mundialmente a las olimpíadas, trataremos de aproximarnos a lo que fueron los juegos en la antigüedad para comprender mejor lo que representan hoy en día los juegos olímpicos modernos en tiempos de globalización. A continuación se harán algunas breves observaciones sobre el particular, siguiendo la estructuración planteada por el historiador Olivera Beltrán Javier, en donde es posible distinguir cinco áreas o aspectos a considerar, que abarcan lo político, económico, ético, salud y deportivo en sí mismo.
1.- En lo político, los juegos de la antigüedad partían de la necesaria aceptación de la tregua sagrada para su convocatoria, con lo que se lograba la unión entre las polis o ciudades-estados, eso generaba un sentido de unidad tanto en lo étnico, social, cultural y político; en este periodo se pueden localizar ejemplos de ostentación de fuerza, acompañado de los primeros intentos de constituir atletas de estado, todo lo cual se complementaba con la aplicación de un sistema de sanciones políticas para los infractores de las reglas o convenciones establecidas. En relación con este mismo aspecto, los juegos modernos muestran un interés en la ostentación, pero partiendo del prestigio nacional con un enfoque universalista, por lo que se va a una extensión y difusión mayor que las polis. La unidad e integración de la antigüedad es reemplazada por la manipulación ideológica, el chauvinismo y la institucionalización estricta guiada por intereses (mercantilismo y explotación de los campeones) que trascienden el ámbito deportivo. A pesar de todo esto, el deporte moderno conserva la función de liberar tensiones sociales, pero en ocasiones a costa de un maniqueísmo perverso para el deporte mismo.
2.-Los aspectos económicos de las olimpiadas antiguas eran regidos por el gobierno de la Ciudad-Estado anfitriona, cuyo funcionamiento para esta tarea se orientaba con criterios empresariales, al amparo de tales fundamentos se aplicaban sanciones económicas a los infractores, pero también se podía comprar o vender atletas directamente. En los juegos modernos el funcionamiento empresarial se mantiene, pero se marca el mercantilismo, la planificación de actividades ajenas al deporte y un sentido administrativo alejado de lo lúdico donde el dinero, las transacciones y los fichajes se presentan en una proporción desmedida. Todo esto controlado por el Comité Olímpico Internacional.
3.- En cuanto lo ético, en los juegos antiguos se encuentra un código de honor con sentido heroico, el cual se aceptaba como autoridad, imponiéndose con disciplina y sanciones las reglas derivadas en base a este acuerdo previo, cuestión que no excluía la violencia y las trampas e incluso la muerte durante los juegos, pero esta última circunstancia se podía asumir como voluntad de los dioses. En los juegos olímpicos modernos, se plantea desde su inicio histórico la idea de juego limpio, el cual se sostiene sobre una reglamentación emitida por las autoridades olímpicas, estas permiten aplicar sanciones y correctivos, pero no impide que se encuentren trampas y trasgresiones (doping-violncia), además de presentarse una cosificación de la persona, situación negativa que se suma a la alienación del individuo y de las masas.
4.- En el aspecto de la salud, se han de considerar mayores vertientes para evaluar los encuentros y desencuentros entre los juegos de la antigüedad y los modernos. Se tiene que partir de la concepción misma del atleta en la antigüedad como manifestación de la forma física y la estética corporal elevada o sublime, mientras que en la actualidad el cuerpo del deportista evidencia, en la mayoría de los deportes, una supeditación de la práctica física corporal por encima de la estética o la salud plena del individuo. En los tiempos pasados se llegaba a perseguir el mejoramiento de la raza, con la eliminación (social o biológica) de los débiles o deformes bajo la presión de las demandas físicas y mentales y el abuso del cuerpo, así como con la agresividad, pasión y violencia de los lances atléticos. Dentro de los juegos modernos, conserva uno de los problemas de la antigüedad, en cuanto a la existencia del estrés físico y mental, con las consecuentes lesiones por el abuso exagerado del cuerpo, pero a esto se suma la presencia del doping en diferentes manifestaciones. Sin embargo, se puede señalar en cuanto a aspectos positivos de la contemporaneidad, que el entrenamiento deportivo es prominentemente racional y canaliza la agresividad, de donde la violencia y la muerte en los juegos actuales sea un incidente inaceptable que amerita investigación sobre su causa y la determinación de culpables con respectivas sanciones.
5.-En lo propiamente deportivo, en el olimpismo antiguo la actividad implicaba una comunicación motriz, en donde se conjugaba la estética del movimiento con el conocimiento intra e interpersonal de los atletas durante los juegos, siendo signado el ambiente por la existencia de códigos deportivos de estricto cumplimiento, pero en el cual se permitían ciertas trampas que llegaron al grado de institucionalizarse dentro de las prácticas competitivas. En los Juegos Olímpicos modernos, se conserva la actividad motriz como herramienta de ejecución, pero se adolece de carencias en su sentido comunicativo y los aspectos de entrenamiento físico-técnico desdibujan su carácter lúdico hasta hacerlo inexistente, el deportista es así una entidad robotizada con conductas motrices limitadas, super-especializado en una práctica específica dentro de una jerarquía que lo exalta como modelo, a pesar de sus prácticas de alto riesgo para su propia salud y supervivencia.
Este breve recorrido de las convergencias y divergencias del olimpismo antiguo y el actual, muestra la posibilidad de abordar la realidad de un fenómeno complejo como el deporte desde una perspectiva múltiple, la cual favorece su comprensión y enriquece las posibilidades interpretativas para el logro de un mayor entendimiento de los rasgos a mejorar y aquellos a mantener en aras del beneficio humano en general. Asimismo, por otro lado se critican, aquellas practicas que tienen que ver con las relaciones de poder en el ámbito mundial, que establecen diferencias marcadas entre los países pobres y los países ricos, como bien lo expone Fidel Castro «…Las olimpíadas hasta ahora han servido, sobre todo, para exhibir la riqueza, la buena alimentación, la excelente técnica de los países ricos, industrializados. Valdría la pena hacer un análisis de las medallas que han obtenido los atletas del tercer mundo, que no tienen instalaciones deportivas, ni profesores de educación física, ni entrenadores deportivos, ni alimentación adecuada para los niños y jóvenes de cuyas filas deben salir los atletas; cuántas medallas han ganado en las olimpiadas que se han celebrado en el mundo y cuántas han ganado Estados Unidos y los países industrializados...».
Sin embargo las diferencias más marcadas entre antiguos y modernos, las observamos actualmente en los sistemas de organización deportiva a nivel mundial, en la comercialización del campeón y el espectáculo deportivo. En efecto, el deporte es utilizado internacionalmente para las relaciones de los países, muchas de las tensiones y distensiones se reflejan en él. Casos como protestas raciales, religiosas, boicots políticos, y conflictos bélicos han tenido como escenario la arena olímpica. Realidad ésta, que si bien se manifestó escasamente en los antiguos juegos olímpicos, no representó en ningún momento parte de sus ideales. A través de las contiendas, en los juegos de la antigüedad, se trasmitían los valores, las normas, los símbolos y, en suma, la ideología del sistema cultural panhelénico. Con el deporte moderno se trasmiten los modelos dominantes del nuevo sistema, ejerciendo un proceso de aculturación y dominación. En épocas recientes, el Comité Olímpico Internacional se ha hecho de “la vista gorda” ante invasiones, guerras, violaciones de derechos humanos y dictaduras, otorgando en muchas oportunidades sedes a estos países agresores e imperialistas (dejando a un lado el símbolo de la paz con que se asocia al deporte), para eventos olímpicos y mundiales.
Hasta ahora, hemos querido hacer una aproximación a los juegos antiguos y modernos, desde una perspectiva socio-política e histórica del fenómeno deportivo, poniendo en evidencia que esta institución según la clase social dominante, reproduce ideológicamente: modos, valores y estatus, respondiendo a las necesidades de los modos de producción imperantes. A nuestro entender el olimpismo moderno está representado por el COI, un monstruo mercantil que, tan sólo en la organización de los Juegos de Atenas, movilizó 6000 millones de euros, invertidos por las más poderosas empresas del mundo. Este gasto bestial resulta grosero al pensar que el planeta tiene infinitas necesidades y que mueren millones de seres humanos de hambre y enfermedades en el desdichadamente llamado “Tercer Mundo”. Tal cantidad de recursos podría, si no resolver, al menos paliar esa situación. Deberíamos preguntarnos si por el solo hecho de convocar cada 4 años a Juegos Olímpicos y regionales para una participación deportiva de élite, se cumplen los altos objetivos educativos y formativos del deporte. Nosotros respondemos que no. Esos grandes eventos deportivos sirven para demostrar únicamente la superioridad científico-tecnológica de los países desarrollados (el llamado grupo de los siete: EE UU, Francia, Japón, Inglaterra, Italia y Canadá) su buena alimentación y la ignominia que sienten hacia nuestros indios, negros, amarillos y mestizos. Por otra parte, estas potencias industrializadas son las más beneficiadas política y económicamente por el espectáculo deportivo, mientras que sus atletas acumulan el mayor número de medallas.
Las Olimpíadas modernas muestran una doble moral: ni son juegos de la paz ni son deportes aficionados, ni mucho menos fiesta de la amistad entre los pueblos. Los ideales de justicia, solidaridad, compañerismo y valores éticos de los juegos antiguos fueron olvidados, pervertidos y canjeados por una maquinaria de hacer dinero. Aquel lema famoso de los juegos olímpicos modernos que dice “lo importante es competir, no ganar” ha quedado en el olvido, la moral es otra en los atletas “lo importante es ganar a costa de lo que sea”. Esta perversión del olimpismo no debe extrañar a un observador crítico desde la perspectiva histórica del sistema económico-social en él se hallaba inmerso, es decir el capitalismo. Dentro de esta perspectiva, es necesario una visión revolucionaria capaz de orientar a las naciones progresistas y democráticas del mundo al rescate del deporte mundial como patrimonio de la humanidad, el desafío es democratizar y renovar la estructura colonial que lo rige. Impulsar una nueva rectoría, eliminando de una vez por todas el control que sobre éste ejercen estructuras que responden a las concepciones burguesas e intereses mercantilistas, como es el caso del Comité Olímpico Internacional (COI) actualmente.
Antropólogo-Sociólogo
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