En la anterior entrega analizábamos los hechos políticos, económicos y
sociales ocurridos desde 1998 hasta el 2001; ello con la finalidad de ver
objetivamente las posibilidades que el presidente Chávez pueda ser revocado
en un eventual referendo, por parte de una dirigencia opositora, que a mi
juicio ha venido sufriendo de manera sistemática su autodestrucción, y el
desgaste de quienes obviamente siguen a esta “dirigencia” que cada vez luce
más desconcertada, y en este momento se juega, sin duda alguna, su última
oportunidad.
Debemos antes de comenzar el 2002; reseñar que el crecimiento económico
venezolano, experimentado en los años 2000 y 2001, fue apuntalado por la
estabilización de los precios petroleros situados entre 22 y 28$ por barril,
debido al decidido impulso que el actual gobierno venezolano otorgó a la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y con ello el
acuerdo común entre los demás países productores de crudo, debido a la caída
dramática de 7$ (cesta venezolana) y menos de 10$ por barril para
hidrocarburos livianos (países del medio oriente); esto debido a la
sobreoferta en el mercado y que hubiese llevado al colapso económico y la
privatización casi segura de la principal industria venezolana, en otras
palabras, la entrega de nuestra soberanía económica al imperialismo
neoliberal.
Ahora bien, los justos precios petroleros volvieron a desplomarse durante el
último trimestre de 2001, fundamentalmente por los ataques terroristas del
11 de septiembre a los Estados Unidos; siendo nuevamente Venezuela por
intermedio de la figura presidencial y actual presidente de Pdvsa, Ali
Rodríguez, los principales promotores en la estabilización de este mercado.
Sin embargo, los “líderes opositores” junto con un grupo de empresarios
(Fedecámaras y Consecomercio) y militares de alto rango, así como la cúpula
ilegítima de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), asesorados
por la oficina de inteligencia norteamericana y, con el apoyo financiero de
fundaciones norteamericanas destinadas a “reforzar las democracias
latinoamericanas”, comenzaban a realizar el plan por tratar de derrocar al
gobierno; más aún tomando en cuenta las grandes obras que estaban siendo
ejecutadas por el Estado, entre las cuales podemos citar: Linea 4 del Metro
de Caracas, tramo del metro Las Adjuntas – Los Teques; Metro de Valencia,
Metro de Maracaibo, tramo ferroviario Valles del Tuy – Caracas; Trolebús en
Mérida, segundo puente sobre el Orinoco, ampliación del sistema
hidroeléctrico de Guayana, entre otras; sin duda, no presagiaban una salida
inmediata del primer mandatario; por lo cual era necesario una agenda oculta
de desestabilización.
De esta manera, la campaña mediática en contra del país de intensificó al
punto que el viaje presidencia, posterior al 11-S; fue visto por estos
“analistas” como un nuevo enfoque de Chávez por tratar de aliarse con el
terrorismo, en vista de sus visitas principalmente a Irak y Libia, a pesar
que tales naciones conformaban la OPEP. Las “encuestadoras” entre las cuales
figuraban las mismas que dieron ganador a Salas Romer en 1998, afirmaban a
nivel nacional e internacional que debido a lo negligente del viaje de Hugo
Chávez al medio oriente para tal época, el mismo había perdido 20 puntos
porcentuales, es decir, su popularidad había descendido desde un 52% hasta
un 32% en sólo treinta días; “noticia” que por cierto dio la vuelta al mundo
con lujo de detalles, con la debida colaboración de las grandes cadenas
informativas.
Con ello, la oposición fue estructurando su “comando de ataque”, esta vez a
través de Pedro Carmona Estanga, quien convocó un paro empresarial para el
día 10 de diciembre 2001, el cual serviría de “ensayo” para lo que
posteriormente ocurriría como preámbulo al Golpe de Estado de abril de 2002;
sucesos que serán comentados en próxima entrega. Pidamos a Dios por un
venturoso 2004 para todos los venezolanos