Si algo se le agradece y se respeta de los gobernantes es la coherencia entre su discurso y su práctica. Desde que el continente obtuvo la información de los detalles de la propuesta del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), el gobierno de Venezuela se ha mostrado descontento con el contenido de esta iniciativa, haciéndole cuestionamientos de fondo e incluso proponiendo alternativas. Para colmo, el proponente del ALCA, el gobierno de los Estados Unidos, le impuso al resto de los socios potenciales durante las negociaciones un plazo para su entrada en vigencia, el año 2005. Desde ese momento, el gobierno de Hugo Chávez puso en alerta al resto de los países en las negociaciones: las asimetrías entre las distintas economías americanas son demasiado profundas como para apurar las negociaciones de una zona de libre comercio que, tal como se plantea, afectará negativamente el futuro de nuestras sociedades. La resistencia venezolana, apoyada por la brasilera, han ido modificando en algún grado la forma del ALCA, mas sin embargo, hasta la fecha, sus principios siguen siendo los mismos.
El gobierno de Venezuela desde 1999 ha expresado su rechazo visceral a las políticas neoliberales, donde se le impone a los países en desarrollo la supresión de las barreras para el comercio, la inversión y el tránsito de capitales, mientras que los países desarrollados continúan subsidiando su producción. Bajo este esquema las grandes economías terminan devorando la producción nacional de las pequeñas economías, al encontrarse éstas últimas sin condiciones justas mínimas para competir. En el caso de América Latina, ninguna de nuestras economías, ni la más desarrollada, está en capacidad de competir en igualdad de condiciones con las corporaciones estadounidenses. El ALCA, tal como se nos ha planteado, terminaría expandiendo las corporaciones y empresas estadounidense por todo el continente, con la subsiguiente transculturización y destrucción de las economías nacionales. Cualquier tipo de acuerdo con países como los Estados Unidos o Canadá, debe contemplar una figura de nivelación de las economías débiles, como ha ocurrido en la Unión Europea. ¿Quién puede comparar, por ejemplo, la economía y el nivel de vida de los españoles en 1985 al de 2004? Los europeos implantaron los fondos de cohesión a través de los cuales los países más desarrollados transferían ingentes recursos a los menos desarrollados, logrando el desarrollo integral de todos los países de la Unión. Venezuela ha sostenido que mecanismos de compensación de las asimetrías son indispensables para una eventual ALCA, situación ante la cual Estados Unidos se vería en la obligación de destinar grandes recursos para desarrollar las economías débiles del continente, con el agravante de que comparadas con la economía estadounidense todas las latinoamericanas son economías débiles.
Pero más allá de esto, Venezuela ha propuesto una Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), donde se expone y desagrega un tipo integración menos economicista y más justa. Quizás hace tres años el ALBA era como una mosca imperceptible para Washington, hoy, gracias a los cambios políticos que se vienen sucediendo en América Latina y el Caribe, el ALBA, o una propuesta semejante, puede convertirse en una verdadera alternativa al ALCA, que propicie, por ejemplo, que los grupos subregionales latinoamericanos se integren y coordinen antes de concretar alguna negociación con la economía más desarrollada del planeta.
Todo lo anterior nos lleva concluir que la reserva de Venezuela ante el párrafo sobre el ALCA en la recientemente firmada Declaración de Nuevo León, es una muestra de coherencia indiscutible en materia de política exterior, de ética y de principios. Cuantos gobiernos latinoamericanos están conscientes de los riesgos de un ALCA a corto plazo, y sin embargo, por no llevarle la contraria a Washington, terminan aceptando la “conclusión de las negociaciones para el ALCA en los plazos previstos”, es decir, el 2005. Incluso algunos países como Brasil, Argentina, Paraguay y muchos del Caribe alzaron su voz en Monterrey contra los términos en los que está planeada el ALCA, pero sin embargo terminaron posando sus bolígrafos sobre la página final de la Declaración Monterrey, sin expresar reserva alguna, ante la mirada satisfactoria de George Bush. Como complemento a la coherencia de Venezuela ante el ALCA, un gobierno como el nuestro, que ha colocado a los social, a lo humano por delante de lo económico, logró que se incluyeran en la Declaración de Nuevo León dos aspectos consistentes con su filosofía: la necesidad de un Fondo Humanitario Internacional y de una Carta Social Americana.
Ojalá que los pueblos latinoamericanos presionen a sus gobiernos para que no se sumen a una estrategia que atenta contra nuestra soberanía, nuestra cultura y nuestra moral. ¡Estamos a tiempo!
Para finalizar con una muestra tangible de la coherencia sobre la que hemos disertado, trascribimos el texto original de la reserva de Venezuela al párrafo sobre el ALCA. Si nuestro gobierno hubiese firmado sin reserva alguna, hubiese estado en juego su credibilidad. Sobran más palabras o análisis.
"Venezuela se reserva el párrafo relativo al ALCA, por motivos principistas y diferencias profundas acerca del concepto y la filosofía contenidas en el modelo propuesto, así como por el tratamiento dado a las materias específicas y a los plazos establecidos. Ratificamos nuestro compromiso con la consolidación de un bloque regional y de comercio justo, como base para fortalecer los niveles de integración. Este proceso debe considerar las especificidades culturales, sociales y políticas de cada país; la soberanía y constitucionalidad; el nivel y tamaño de sus economías para garantizar un trato justo."
*Internacionalista
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