La claridad de pensamiento y de acción está, sin duda alguna, del lado de
los factores que lideran y respaldan este proceso de cambios revolucionarios
en democracia, en los términos como nos lo ordena la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
La historia contada a retazos a través de discursos, ensayos, artículos de
prensa, entrevistas, etcétera, ya comenzó su disección de las distintas
conductas que se han venido asumiendo luego de las ocho elecciones libres y
transparentes que se celebraron entre 1.998 y 1.999 y los ya transcurridos
cinco años del gobierno revolucionario, para mostrarlas en su cruda,
concreta y hermosa realidad a las nuevas generaciones y, obviamente, a
quienes han sido en estos tiempos sus actores de primera línea y a los que,
en oleadas inmensas y a lo largo y ancho de los caminos de Venezuela,
escondieron sus temores y enarbolaron las banderas de la dignidad y
salieron con la constitución en la mano a defender la institucionalidad de
la democracia, tanto aquel aciago día 11 de abril/02, cuando se pretendió
instaurar una dictadura, como durante los terribles actos del sabotaje
petrolero de diciembre del mismo año y enero/03, que las podridas cúpulas de
la vieja política instrumentaron como estrategias para destruir esa
institucionalidad y sustituirla por la barbarie del autoritarismo salvaje
que una vez en nuestra América se instaló con el mayor beneplácito de
Washington, bajo el mando de nefastas dictaduras, como la de los Somoza, de
los Trujillo, de los Batista, de los Duvallier, de los Castello Branco, de
los Banzer, de los Odría, de los Strossner, de los Onganía, de los
Bordaberry, de los Pinochet y paremos de contar, porque son muchísimos más,
un bandidaje mucho mayor integrado por aquellos que, disfrazados de
demócratas, hicieron peor daño que aquél que produjeron algunos de los
dictadores que hemos mencionado.
Para el caso de nuestro país, las cifras de muertos y torturados durante la
era del puntofijismo supera con creces el saldo que dejó el régimen de Pérez
Jimémez y es ya una reiteración en cualquier escenario, que Pedro Estrada y
Vallenilla Lanz fueron unos niños de pecho al lado de quienes dirigieron
durante los gobiernos adecos y copeyanos sus policías políticas y militares.
Con respecto a este tema, el diario VEA, extraordinario tabloide que desde
su primer ejemplar causó un impacto sin precedentes en el periodismo que
conocemos desde hace más de cincuenta años en nuestro país y que hoy en día
compite con su homólogo Ultimas Noticias, el cual dirige con gran acierto
Eleazar Díaz Rangel, en su columna diaria "Tal Día como Hoy", nos ha venido
recordando esa barbarie y horrenda política en contra de los derechos
humanos, impuesta tanto en la etapa del perezjimenato, como en la de los
adecos y copeyanos y el balance que de allí sacamos, es que la democracia de
papel nacida de la mano de Rómulo Betancourt a finales de 1.958 y enterrada
con el triunfo arrollador de Chávez en 1.998, fue más feroz y sanguinaria
que la dictadura de Pérez Jiménez.
Pero es que también lo ocurrido hasta ahora desde que salimos de la IV
República es una experiencia para los oponentes del proceso, sobre todo para
aquellos que la palabra democracia solamente les sirvió para el engaño, la
traición y las componendas en cenáculos cerrados, donde bien sabían
repartirse las contrataciones públicas y las más de la veces las jugosas
comisiones que llovían a borbotones por cualquier medida ejecutiva, judicial
o de cualquier tipo que preservara el orden establecido sin variante alguna.
Jamás se les ocurrió aprovecharla para darle el valor debido y representar
con dignidad a sus electores y de esa manera poder construir una sociedad de
iguales, donde prevaleciera la justicia y en donde, además, el principio de
soberanía tuviera una connotación sagrada, la única que admiten los pueblos
libres. Y todo ello ocurre con esa claque oposicionista, simplemente, porque
los designios de quienes en verdad habían tenido el control absoluto de
nuestra economía y sabido ejercer igualmente con mando a toda prueba, las
influencias necesarias que les permitieran mantener bajo su férula el
ejercicio pleno de la actividad política venezolana en todas sus diversas
manifestaciones, sea ya dentro del propio estamento gubernamental, como en
las fuerzas de una llamada oposición que jamás jugo su rol durante ese largo
proceso, sino que actúo como cómplice de primer grado en esa farsa de
democracia, signado todo ello en razón de ese omnímodo poder cuasi imperial
de las clases oligarcas y de sus lacayos que en su tiempo traicionaron las
gestas libertarias de nuestros héroes y para su propio beneficio
construyeron una Venezuela colonial, independiente de la corona
española -ciertamente- pero dependiente en términos ilimitados de sus
intereses egoistas y explotadores, que sin medida y sin recato alguno
hicieron lo que les vino en gana en complicidad con el capital financiero
internacional, durante algo más de ciento ochenta años.
Es por todo lo acontecido hasta ahora y frente a la posibilidad de que la
oposición de nuevo vuelva con sus locuras de la mano a querer repetir los
desastres e irreflexivas conductas del pasado reciente, ante la ya
inocultable realidad de que no tuvo la fuerza necesaria como para que el CNE
pueda convocar el referéndum revocatorio al mandato del Presidente Chávez,
no obstante las trampas a granel en que incurrió durante la recolección de
firmas, que nos corresponde a quienes creemos y defendemos este proceso de
cambios que avanza con éxito cada vez más creciente y que, además, lo vemos
como un esfuerzo imposible de que sea detenido y mucho menos truncado,
propiciar en nuestros entornos del diario vivir, ya sean familiares, o de
trabajo, o de amigos, o por dondequiera que nos toque transitar, la mayor
unidad de los factores que lo hicieron posible, así como la de aquellos
compatriotas que en oleadas incontables de todas las edad y colores, han
estado respaldándolo a lo largo y ancho del país y la de todos los que en
algún momento estuvieron confundidos y que ya admiten que aquí funciona una
democracia real, una democracia que respeta las libertades individuales, que
actúa con una tolerancia nunca antes vista, que admite el discurso de sus
adversarios sin mirar sus contenidos irascibles que rayan con mucha
frecuencia en el vejamen y en el insulto soez irrepetible en contra de la
figura del Presidente de la República y que, fundamentalmente, trabaja sin
pausa para incluir a los excluídos que sobrepasan el 70% de la población y
hacer del país cada día menos dependiente, por la vía de fomentar la
producción agrícola y pecuaria, la pequeña y mediana industria, el comercio
en general, así como la gran industria en asociación con grandes empresas
del mundo dispuestas a compartir los beneficios en un plano de respeto y
dentro de la mayor equidad.
Ya para concluir con estas reflexiones, creemos necesario requerirle al
ciudadano Presidente de la República que mantenga inalterable la posición
que ha venido anunciando, de impedir, a como de lugar, que los condenables y
aborrecibles hechos que la oposición organizó, propició y ejecutó con su
poderosa vanguardia mediática el pasado año, se reediten. El pueblo no
soportaría que hechos como esos volvieran a sucederse y menos aún vería con
indiferencia que de nuevo la impunidad pretendiera hacer de las suyas.