Arcoiris de pechos que agotan la mirada,
música dulce de un adiós amado,
el burgués huye del cúmulo de fuerzas que aglomera,
presos en las cadenas se torturan,
viene algo más allá de todo,
se estremecen.
Permiso para suspender el escrito,
hacer lo dicho,
las lágrimas ya se espantan.
¡Basta!.
El odio se personifica
en un ser como mueca retorcida,
lanzas punzantes serpentean,
la gaviota vuelve a nacer en libertad.
Los rostros tristes del vendaval.
.- Hemos creído, creo y creeré,
creo en el cielo frente a mi y yo sobre él.-
(Así mismo volvió a gritar aquel).
Siete jinetes cubrieron su ruta.
Y confesó por su culpa y crucifixión,
son las señales con los signos de los tiempos.
Bajo el signo monetario las bolsas cerraron.
Son pecados concebidos en las ideas del quejido.
Y creeré que mi hijo murió mañana, mi nieto ayer.
Por eso se destroza la mal simulada escalinata,
pululan de a millones lobos huyendo,
revoloteando sin parar en plantas sin flores.
Los racimos de cristal quebrado,
arruinan el balcón de las enaguas.
Sonrisas hambrientas de manos trigueñas.
La plaza luce octubres.
Una turba quema el atardecer en hilos
de la puja grande con banderas de estrellas.