Dedicado a los muchos miles de muertos del año

¿Entonces, no vamos a hablar nunca de la inseguridad?

Para mí no tiene nada de antirevolucionario abordar el tema, más bien hubiera sido una hipocresía dejar el año sin hacerlo. Sí, sí, ya sé, que eso es perfume de escuálidos, no es eso? Bueno, compatriotas, sigamos cayendo en la trampa. Sigamos dándole el gusto a los menos indicados de apropiarse de un tema tan apremiante. No llegaremos, con tales pudores antisifrinoides —por llamarlos de algún modo—, demasiado lejos. Esto es, no nos haremos más revolucionarios, ni mejores socialistas (lo cual no está a la vuelta de la esquina) a punta de "qué dirán".

Pero afortunadamente nunca es tarde. Invito a los dirigentes y funcionarios que estén eventualmente leyendo estas líneas a hacer a continuación un liviano ejercicio de introspección, muy poco extenuante, incluso relajante (y tal vez hasta regenerador del cutis). Se trata de algo muy simple, de un experimento que realimenta y tonifica las raíces de nuestro activismo, y que puede estimular provechosamente la comprensión de nuestras tareas, de nuestras misiones. Imaginemos por un momento, enfrente de nosotros, en letras bien grandes —gigantes si es posible—, la palabra clave de este siglo (y de nuestras vidas):

"SOCIALISMO"

Mirémosla bien: ya en su aspecto puramente formal es casi una obra de arte. Tiene exactamente diez letras, y cuatro sílabas. Relajemos los músculos, démosle riendas al libre ocio y admiremos cómo todo en esta palabra —hasta su sonido— tiene un misterioso equilibrio. Si bien son cuatro sílabas, curiosamente parecieran ser sólo dos: socia-lismo. Dos sílabas de cinco letras cada una, exactamente. También la palabra está hecha de un número igual de vocales y consonantes : O - I - A - I - O = cinco, y S - C - L - S - M = cinco. Igualmente, dentro de "socialismo" se encuentra la palabra COSMOS, del latín (pero proveniente del griego "kosmos", que significa "universo" y también "gente", en el sentido de "mundo" —ejmp. "todo el mundo"—). Ahora bien, usando las mismas diez letras que conforman "socialismo", y centrándonos en la palabra "cosmos", podemos aventurarnos a fabricar (para explotar al máximo nuestro ocioso ejercicio) una palabra digamos "pre-hispánica" equivalente al concepto de "socialismo": COSMILOSÍA (algo así como decir "mundonería"). Como vemos, todos los caminos por dónde hacemos transitar la palabra "socialismo" llevan al mismo punto. Socialismo es una idea —e incluso una palabra— redonda, igual por donde se mire.

Ahora que entramos en el terreno de la significación, adentrémonos más aun en él —no camaradas, aún permanezcan tranquilos, no muevan todavía ni un dedo, dejen reposar sus agitados y revolucionarios cuerpos ("por ahora" no se servirán de ellos, sólo de sus cerebros)—. Implícita en la palabra "SOCIALISMO", existe obviamente otra palabra: "SOCIAL". Y por supuesto, también la palabra "SOCIEDAD". Ambas derivan de un verbo que identifica una de las acciones más antiguas (si no la más antigua entre todas las acciones), y que es la acción de "ASOCIAR". Una acción que aplicada al ser humano culmina indistintamente en la asociación de individuos. De allí parten toda suerte de relaciones entre éstos, pero sobre todo una que nos interesa especialmente y que hemos llegado a considerar no sólo como la más necesaria sino también la más noble, la más significativa de todas las acciones para nuestra especie: la acción que culmina en una "convivencia justa", "igualitaria", "racional". Por lo tanto: en el socialismo (que es "con-vivencia") la VIDA es lo principal, y en consecuencia a nadie corresponde mejor que a los socialistas (o "con-vivencistas") la tarea de ¡PRESERVARLA!

Es a donde quería llegar (ya pueden reincorporarse, camaradas, regresar al cuerpo). Ahora por favor respondan a lo siguiente:

¡¡¿¿Cómo es, entonces, que los socialistas vamos permitir a los representantes del capitalismo (que es "a-socialismo", "a-vivencismo", "a-cosmilosía") atribuirse la defensa de la VIDA??!!

Lo que el capitalismo y la derecha persiguen a través de su demagogia sobre la inseguridad es apropiarse de la protección de la vida para poder acusar al socialista de falso socialista (es decir, de que éste no se ocupa de lo que más debiera ocuparse). A los ojos del pueblo, un socialista que no esté a la cabeza de la defensa de la VIDA no puede ser más socialista que quien, aun sin proclamar serlo, aparentemente sí lo está. El capitalista se aprovecha de la oportunidad —la cual le cae del cielo— y usurpa al menos en su discurso momentáneamente este rol que por definición le es ajeno. Para ello trata de incentivar y dirigir el dolor y la rabia del pueblo contra el socialista, logrando robarle votos y haciendo invisible su propia responsabilidad en el flagelo que azota al pueblo. Es más, en su maquiavelismo desbocado no desecha el beneficio electoral que le proporciona la opción de una explotación concreta de la inseguridad y termina subrepticiamente patrocinándola. Ya no sólo la provoca intrínsecamente a través del modelo de sociedad capitalista que profesa, y cuyos valores, como sabemos, traen con el tiempo consecuencias sociales desastrosas, sino que la auspicia cínicamente en tiempo real mediante una praxis política literalmente criminal.

El capitalista sabe que sólo quiere el beneficio para sí mismo y para los de su clase, y que por ello sólo puede vivir escondido tras una falsa imagen. Sabe que estará obligado por siempre a ocultar su infame propósito de dominación mediante la explotación del otro y se valdrá de temas como la inseguridad para crear situaciones en las que el pueblo se pregunte: "¿cómo es que un socialista, es decir, alguien que se preocupa, en principio, por la repartición equitativa de los bienes para la vida, puede llegar a olvidar —sobre todo— a ésta?". Su finalidad es hacerle decir a las masas que, en última instancia, somos tan malos socialistas que le dejamos a ellos mismos (a los capitalistas) la protección de la vida. Afortunadamente ello no es más que una manera sutil, en el fondo, de confesar —a través de su manipulación— ser "segundos" por naturaleza en la estima por la vida. Se proclaman, sin saberlo, meros relevos de emergencia.

Pero también a través de ello los escuálidos nos están diciendo: "socialistas, los verdaderos escuálidos son ustedes, pues efectivamente nos permiten, a pesar de nuestra calaña, abanderarnos del problema".

¡Ay ay ay...! Reconozcamos la estocada...

Mejor pasemos a una explicación honesta de nuestro paradójico escualidismo en la materia:

Uno de los mayores defectos de la izquierda (de la izquierda mundial) es temer parecerse a la derecha en su tratamiento represivo y brutal de la inseguridad. De golpe, la población, víctima directa del flagelo del hampa, no confía en la indeterminación, en la timidez de la izquierda frente al problema. Es así como se ha convertido en tradición que la derecha termine imponiéndose electoralmente en ese terreno, sistemáticamente.

¿Cuál debería ser, en cambio, la actitud de la izquierda? Muy simple: debería usar el cerebro más a menudo y diseñar un sistema inédito contra la inseguridad donde quedara bien clara, bien sentada y para siempre una distinción irreprochable entre dos conceptos que no son, ni tienen por qué ser jamás confundidos: represión y brutalidad.

El término represión está contaminado, en la mente colectiva (con razones históricas de sobra para ello), por el de brutalidad. El de brutalidad, por su parte, está sólo contaminado por él mismo, y es por lo tanto puro. Sólo hay, entonces, que descontaminar al primero del segundo.

La represión como concepto no implica la brutalidad, y no se refiere, en su forma original, pura y descontaminada, a otra cosa que a la contención, esto es, la dominación de un flagelo en defensa de un colectivo. En este sentido, esta contención, esta dominación, en su acción de protección a dicho colectivo, puede y debe emplear exclusivamente procedimientos inteligentes y altamente respetuosos de los derechos humanos.

La defensa de los derechos humanos de unos no implica, ni mucho menos autoriza, el irrespeto de los de otros, aun cuando los criminales, hampones y asesinos incurren obviamente en tal irrespeto. La justicia tiene bases humanistas demasiado profundas y no puede, por ello mismo, emplear los métodos de quienes la violan. Se estaría, en retrospectiva, violando a sí misma.

La represión no es otra cosa que prevención, protección y defensa; no ataque, ni brutalismo. El ataque y el brutalismo son justamente lo que ésta reprime, y gracias a ella se previene al ciudadano de un mal en su contra: se le protege de, se le defiende de. La misma represión, cuanto más efectiva, mejor y mayor sentido adquiere. Efectividad y sentido valiosos a condición de que los procedimientos de contención, disuasión y neutralización del hampa estén basados en técnicas inteligentes, científicas. Si la labor de fondo es humanista, los recursos empleados en la práctica también deben serlo.

Para poner en práctica en forma efectiva, sin timidez ni complejos dicha represión de la inseguridad, el gobierno socialista necesita crear un nuevo instrumento de contención. "Equipo de Protección Social" o algo por el estilo sonará siempre mejor que el desvirtuado vocablo Policia. En todo caso, un recurso semejante es hipernecesario, no se puede relegar la protección del pueblo a programas de prevención del delito, a la educación, al deporte y a la cultura. El problema de la inseguridad es de una proximidad tan inexorable que no podemos esperar a que los años de desarrollo que necesitan las nuevas generaciones para formarse por la vía del humanismo transcurran al margen del matón que nos espera a la vuelta de la esquina esta misma tarde. Los programas educativos son indispensables, pero los problemas a corto —¡o inmediato!— plazo son... inaplazables.

Hay que tratar ambos simultáneamente, pues no sólo el mañana cuenta. También es muy posible que los funcionarios públicos, especialmente los "altos", no padezcan del flagelo de la inseguridad como el pueblo raso: no todo el mundo tiene el privilegio de disponer de escoltas (si es que semejante pertrecho medieval puede llamarse privilegio). Por ello es muy probable que los "altos" funcionarios públicos —aquellos que justamente podrían hacer algo al respecto— no comprendan de qué se trata realmente el asunto y lo releguen continuamente a un ardid manipulador de la oposición. No señores, si en algo están claritos estos vende patrias de la oposición es en capitalizar una realidad muy verdadera en la cual basar sólidamente sus intereses politiqueros. Que el país se desangra, camaradas, es un hecho.

Nadie en el pueblo, a propósito, contesta esta realidad. Sólo nuestros dirigentes "socialistas" tienden a atenuarla cada vez que son interpelados por algún periodista. Sólo nuestros dirigentes tienen la osadía de hablar de exageración, de una no-exclusividad del problema. Invariablemente, luego de centrar su respuesta al respecto en la manipulación de la oposición, terminan diciendo que el problema de la inseguridad no es una especificidad venezolana, y cosas por el estilo. Nada podría ser más irresponsable, acomodaticio y rebuscado que esta escurridiza evocación de una "UNIVERSALIDAD DEL FLAGELO". Poco les falta para invocar la astronomía. Y pensándolo bien, por qué no, si las cifras son verdaderamente astronómicas, y después de todo estamos hablando de cosmos...

Vaya que sí, el "SOCIALISMO" es una bella palabra, allá en las estrellas, digna de contemplación.


 

xavierpad@gmail.com






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Xavier Padilla


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