Terminamos este análisis recordando que durante el llamado "octubre rojo" de 2002, se instalaron en la Plaza Francia de Altamira, el mismo grupo de militares golpistas que habían cercenado la democracia en abril de 2002, y luego, gracias a la nefasta sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, éstos individuos volvieron con su instigador discurso, haciendo llamados a la Fuerza Armada para que se sublevaran en contra del gobierno. Una vez activado el plan fascista, la plaza fue declarada "territorio liberado", en donde la población exigía la salida del tirano; casualmente, días antes al 8 de noviembre, fecha en la cual se instaló la llamada "Mesa de Negociación y Acuerdo".
Con el transcurrir de noviembre, la oposición agitaba las masas residenciadas en el este de Caracas, los medios de comunicación, televisoras y periódicos capitalinos anunciaban el fin del régimen. Por una parte, Carlos Ortega señalaba que se acercaba la hora cero para iniciar la huelga general indefinida, lo cual en el fondo era la paralización de las actividades petroleras por un grupo de "meritócratas" apátridas que sólo buscaban su interés personal. Acciones que tenían como principal asesor al ex presidente de Pdvsa, Luis Giusti, quien como flamante ejecutivo del departamento de energía de los Estados Unidos, días antes había firmado que el cese de actividades petroleras llevaría a lo sumo, tres días, para que el gobierno de turno de derrumbara.
Obviamente que transcurridos los tres días, el paro, salvo en la propia industria petrolera se había desinflado, al punto que el día 6 de diciembre, la oposición volvió a jugar al exterminio de venezolanos, cuando los sectores más reaccionarios de la plaza Altamira, "contrataron" a Joao de Gouveia, para que éste disparara en contra de personas con la finalidad de culpar al gobierno de la masacre, para tratar de lograr la aplicación de la Carta Interamericana Democrática. El balance de tales acciones, tres venezolanos fallecidos y una decena de heridos. Por supuesto, que las televisoras quienes estaban confabulados de manera abierta en contra de la democracia, lanzaron al mundo la afirmación "Chávez asesino". Mientras la crisis política hacía estragos, el corazón de la economía venezolana junto con nuestros puertos, eran bloqueados de manera inmisericorde; condenando al país al caos y la barbarie. El pueblo quedó sin combustible, el gas desapareció; lo cual originó como consecuencia la desaparición forzada de alimentos. Se buscaba una explosión social que permitiera ver a Venezuela en un estado de completa ingobernabilidad y propiciar con ello la salida del Presidente de la República.
Los canales comerciales suspendieron su programación habitual y desarrollaron una campaña mediática inclemente en contra de la población, especialmente con factores psicológicos nocivos para nuestros niños y adolescentes. El gobierno con mucho coraje enfrentó el paro, y poco a poco, con el innegable apoyo popular fue tomando control de la situación, el cual llegó a su momento clímax, con la recuperación del buque insignia, el Pilín León (hoy, Negra Matea), fueron despedidos más de 18.000 apátridas de Pdvsa, liquidando de esta forma el último reducto de poder de la oposición.
La mesa de negociación y acuerdo que en un principio tenía como slogan "elecciones ya", posteriormente la renuncia del Presidente de la República, y por último el reenganche de los "trabajadores de Pdvsa", no pudo conseguir ninguno de esos fines. Las aspiraciones se convirtieron en derrotas sucesivas. Quisieron disfrazar un referendo consultivo con características de revocatorio. También fueron derrotados. Esta última derrota significó el fin de 62 días de paro que originaron pérdidas incalculables para la nación.
La mal llamada "coordinadora democrática" hundía al país económicamente; pero el pueblo, la fuerza armada y el gobierno salían más fortalecidos que nunca.
Así llegamos al acuerdo de Mayo, en donde la oposición firmó su apego a la Constitución. Aceptar las reglas de juego democráticas, es decir, su última oportunidad, la cual independientemente que se lleve a cabo o no el referendo presidencial, todo hace suponer que la oposición se encamina a la peor de sus derrotas. La desesperación hace mella en los golpistas. Haber recogido menos de 3.000.000 de firmas en cuatro días, asumiendo que tales cifras son verdaderas, es el más fiel reflejo del fracaso. Las cartas están echadas. Pidamos a Dios por la paz y la democracia.
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