En Venezuela saltaron los resortes de nuestras estructuras mentales, con la llegada democrática y constitucional de Chávez al poder. Sobre todo las político-partidistas. Derecha e “izquierda” entraron en crisis profunda e irreversible. Todas las máscaras cayeron y pudimos verles el verdadero rostro. La derecha acabó transformada en ultra, con ribetes fascistas y asimiló, salvo contadas excepciones, a quienes hicieron uso de las teorías de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, ejemplo de vida y comportamiento. Con discursos conservadores y ropajes de izquierda, habían logrado seducir a mucha gente. Casos patéticos y dignos de análisis: Américo Martín, Teodoro Petkoff, Douglas Bravo, Gabriel Puerta Ponte y Pompeyo Márquez (con su disfraz de guerrillero, ¿recuerdan aquella fotografía?), entre otros. El capital los absorbió y terminaron arrodillados frente a sus más acérrimos rivales.
¿Por qué ocurrió esta debacle? Los aludidos deberían responderle al país. Nosotros sólo podríamos acercarnos con un planteamiento: nunca fueron de izquierda. Del PCV, MAS (con su careta socialista y sucursal de la CIA) y MIR pocos siguieron siendo fieles al primigenio compromiso de lucha por transformar el orden establecido. La mayoría fue asimilada por el sistema de compra y venta. Las “bondades” del libre mercado le susurraron dulces canciones al oído y ellos cayeron explayados como cortesanas de mala muerte.
Derrotados corrieron a cobijarse en los gobiernos de AD y COPEI. Durante el Puntofijismo continuaron aparentando ideales. El aparato burocrático les ofreció prebendas, poder y estabilidad económica. Los subyugó y no aguantaron dos pedidas. Resultó más sencillo formar parte de algún ministerio o embajada, antes que mantener la frente en alto y oponerse a los eternos enemigos del pueblo y a los amigos del carácter clasista de la sociedad.
Los objetivos de las luchas guerrilleras quedaron en el baúl del olvido. Poca memoria para quienes nunca accedieron a los beneficios de la renta petrolera. Se volvieron apéndices de la democracia burguesa, tantas veces combatida por ellos. E instrumentos de la dominación capitalista. Su esplendor y confort los obligó a claudicar.
Ahora, y con gran desparpajo, son representantes de la derecha más reaccionaria y recalcitrante que haya existido en el país. Establecieron nuevo record. ¡Lástima! ¿Cuántos creyeron en ellos? ¿Cuántos les siguieron? Y cuánto desprecio generan cuando la Patria vive momentos difíciles. ¿Paradoja?
Teodoro es el caso más representativo de quien por poco le vende el alma al diablo. Cuando “guerrillero” siempre logró sortear sin dificultad alguna los mecanismos de inteligencia y represión impuestos por los gobiernos de turno. Tuvo mucha “suerte” este Teodoro. Airoso, triunfante, absorto y envilecido como pocos. Lograba salir ileso, mientras otros iban directo a las torturas del calabozo o desaparecían “misteriosamente” o acababan en algún pozo de la muerte. Extraño: Teodoro nunca estuvo preso realmente ni jamás su vida corrió peligro. Cosa rara este Teodoro. Hábil este Teodoro. Tenía razón Argenis Rodríguez cuando denunció el porqué la guerrilla venezolana fue derrotada y sus “dirigentes” terminaron como traidores de una causa justa. Su ideal: “un capitalismo sin Estado y sin reglas”.
Traicionero como tantos otros, que ahora le hacen el juego a la tal coordinadora “democrática”. Traidor porque sonreía durante el Golpe de Estado contra Chávez. Traidor porque felicitaría la meritocracia de quienes paralizaron PDVSA. Traidor porque le agrada la política intervencionista de Bush. Traidor porque, en su pasquín, le rinde loas a la operación guarimba. Traidor porque le encantaría ver a unos marines instalados en nuestras costas. Traidor porque no respeta la memoria de quienes murieron mientras él negociaba su libertad a escondidas. Traidor porque niega la participación directa de las masas en el proceso de transformación social, como reza nuestra Constitución.
Ojo con Teodoro. No inspira confianza. Siempre se vendió al mejor postor. Suele saltar en el momento menos esperado. Américo, Pompeyo y él pudieron llegar a ser, pero nunca fueron. La historia los está juzgando. Y las traiciones se pagan.
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