5.abril/2004 - El Salvador - Reflexión sobre Lucas 19:28-40 - La entrada de Jesús de Nazaret a Jerusalén fue en realidad una marcha popular y antiimperialista, organizada por el Movimiento Popular con el propósito de desafiar el dominio romano sobre la ciudad y enfrentar a las autoridades judías del Templo. Era parte de una ofensiva popular de resistencia contra el imperio romano.
Constituye la acción política fundamental de Jesús de Nazaret. Su importancia estriba en la decisión de ir hasta el final, hasta chocar con la maquinaria represiva del imperio. Cada uno de los evangelistas, Mateo, Lucas, Marcos y Juan se encargan de describirnos aspectos relevantes de este acontecimiento cardinal. Hemos seleccionado a Lucas para profundizar en este tema.
Lucas nos presenta a Jesús subiendo de Jericó a Jerusalén. Al pasar cerca del cerro llamado de Los Olivos, Jesús envió a dos de sus militantes a una misión: a buscar un burrito. Este burrito simbolizaba la continuidad histórica del movimiento de Jesús con las tradiciones populares de lucha del pueblo de Israel.
La gente iba a comprender el mensaje de liberación. Jesús era el Mesías. Jesús se identificaba con los reyes que defendieron la independencia de su nación. Jesús encarnaba la dignidad de los pobres frente a la opresión colonial. Jesús era el hijo de Dios, más poderoso y por encima de cualquier Cesar imperial.
La entrada a Jerusalén fue memorable. La gente se lanzó a las calles a proclamar y recibir al vencedor de los romanos. La gente perdió el miedo al imperio y a su tropa de ocupación. La gente se atrevió a desafiar al imperio. Todos querían conocer y saludar a Jesús de Nazaret. El Movimiento Popular tomaba la iniciativa histórica.
A la marcha encabezada por Jesús se incorporaba más y más gente, y se cantaban canciones de protesta y se gritaban consignas muy combativas para aquel momento y que estaban prohibidas pero que se escribían en las paredes: ¡Bendito el que viene, el Mesías en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo más alto de los cielos! ¡Alto a la represión! ¡Abajo el imperio y sus sirvientes locales!
Los fariseos, atemorizados por la reacción de los romanos y temiendo por su vida y seguridad, se acercaron a Jesús para hacerlo desistir de esta acción de resistencia. El les respondió: Yo les digo que si ellos se callan, las piedras gritarán.
Esta marcha popular y antiimperialista concluyó en el templo, que representaba el espacio del poder político local. Terminó con un enfrentamiento con el poder religioso que se había aliado al poder imperial. Jesús "comenzó a expulsar a los que ahí hacían negocios." A expulsar más que a los cambistas, a los que vendían la dignidad y soberanía de su patria. A los que firmaban los TLC y el Alca de aquel tiempo con el imperio.
Las marchas populares por la justicia han sido siempre expresiones de la fe y de la esperanza de los pueblos. Me acuerdo que la primera marcha a la que asistí fue en agosto de 1971 en Nueva York, durante el Desfile Puertorriqueño, miles de personas gritaban por la independencia de Puerto Rico: ¡Jíbaros sí; yankis, no! Y también consignas exigiendo la salida de las tropas estadounidenses de Vietnam. El organizar marchas por la justicia es una tradición revolucionaria muy antigua, y es una tradición también muy sagrada.
Considero que Jesús se pone muy triste cuando se entera que existen iglesias que nunca han organizado marchas por la justicia y que sus pastores prefieren lamer la bota de los imperialistas que son los mismos de ayer, que son los mismos que lo crucificaron. Y que hoy siguen crucificando a nuestros pueblos. Pero estamos seguros que Jesús nos sigue acompañando en nuestras marchas, las sigue organizando como lo hizo con la del Domingo de Ramos.
A veces lo encontramos en su misma tierra natal, en Palestina organizando la resistencia contra los que usurpan el Templo, o en el mismo corazón del imperio, en Washington, marchando frente a la Casa Blanca. O en Santiago de Chile exigiendo el castigo a los golpistas traidores. O en Sudáfrica. O en Tibet. O en Chiapas. O aquí en Ayutuxtepeque donde vivo.
Estamos seguros que el espíritu de Dios que es el espíritu de Jesús de Nazaret acompaña en todo el mundo la lucha por la justicia. Lo que es triste es que a veces este espíritu no acompaña a los que se dicen seguir a Jesús de Nazaret pero prefieren la compañía de los poderosos que la de los humildes, prefieren el acomodamiento que la lucha.
Pero así fue también cuando Jesús y por eso él les dijo con firmeza a los fariseos que si los que protestan "si ellos se callan, las piedras gritarán." Que nuestro Padre celestial nos dé las fuerzas para seguir luchando y para seguir gritando porque él le dio la fuerza a su hijo Jesús y nosotros somos también sus hijos y sus hijas. Amén.
* Pastor Luterano en El Salvador.
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