LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA Y LA TRANSNACIONALIZACIÓN DEL ESTADO
El capitalismo mundial ha estado experimentando una profunda transformación desde los años 1970s. Muchos se refieren a este proceso como globalización, aunque lo que este concepto significa exactamente, la naturaleza, la extensión y la importancia del cambio vinculado con este proceso, da lugar a calurosos debates. Desde mi punto de vista, la globalización es un concepto intelectualmente útil y políticamente estimulante. Nos ayuda a organizar la información empírica sobre la reestructuración del capitalismo de tal manera que nos permite acceder a la explicación de la naturaleza y de la dirección del cambio social mundial en los comienzos de un nuevo milenio, y con ello ganar una mayor capacidad para aprehender las perspectivas de la acción social emancipadora. En este ensayo analizaré la globalización capitalista y desarrollaré un análisis materialista histórico de la transnacionalización del estado. Algo de lo que Marx pudo decir en su tiempo acerca del mundo, ya no se aplica, pero su método materialista histórico como conocimiento fundado en la praxis no se restringe a una circunstancia histórica específica. El materialismo histórico es precisamente liberador porque nos permite atravesar las reificaciones que resultan de la naturalización de los sucesos históricos y las revelan como la especificidad histórica de formas sociales existentes.
Sostendré aquí que el estado-nación es una forma históricamente específica de la organización social mundial que está en proceso de ser trascendida por la globalización capitalista. El debate sobre la globalización se ha ido centrando crecientemente sobre la relación del estado-nación con globalización económica. Pero el problema de la globalización y del estado ha sido mal situado. O el estado-nación (y el sistema intra-estatal) es visto como reteniendo su primacía como el eje de las relaciones internacionales y del desarrollo mundial en una construcción dualista que plantea una lógica separada para una globalización económica y para un sistema político basado en un estado-nación, o el estado es visto, como ocurre en muchas tesis sobre “el fin del estado-nación”, como si ya no fuera realmente importante. Al rechazar ambos marcos, me extiendo en la clarificación de las relaciones entre la globalización y el estado-nación, llevando adelante una crítica y a la vez moviendo la argumentación más allá de este dualismo global-nacional y desarrollando el concepto del estado transnacional (de aquí en adelante ETN). Hago un llamado por un retorno hacia la concepción materialista del estado, y para explorar sobre estas bases tres proposiciones interrelacionadas: 1) la globalización económica tiene su contrapartida en la formación transnacional de clases y en la emergencia de un estado transnacional (en adelante ETN) que ha venido a existir para funcionar como la autoridad colectiva para la clase global gobernante; 2) el estado nacional no retiene su primacía ni ha desaparecido sino que se ha ido transformando y ha sido absorbido en esta estructura más amplia del ETN; 3) este ETN emergente institucionaliza una nueva relación de clases entre el capital global y el trabajo global.
Este ensayo se divide en seis partes. La primera discute la globalización como un nuevo estadio en el desarrollo del capitalismo mundial. La segunda, llama a separarnos de la concepción weberiana del estado que todavía se utiliza en buena parte de la discusión sobre la globalización. Esta sección también desarrolla el concepto de ETN. La tercera sitúa el ascenso de un ETN en el contexto de una nueva relación de clases entre el capital global y el trabajo global. La cuarta pasa revista a la evidencia empírica en torno al ascenso del ETN entre los 1960s y los 1990s. La quinta examina la transformación de los estados nacionales como parte del proceso de globalización. Las partes cuarta y quita también especifican la relación entre los estados nacionales y el ETN. Finalmente, la sexta se refiere, a modo de conclusión, a las perspectivas de la acción social emancipatoria a la luz de lo precedente. Debo decir, lamentándolo, que el espacio limita una discusión plena de los temas teóricos y analíticos a nuestro alcance.
I: La Globalización: El estadio superior del Capitalismo
La Globalización es una idea relativamente nueva en las ciencias sociales. Pero constituye, desde mi punto de vista, no un nuevo proceso sino de semi-culminación del proceso secular de diseminación de las relaciones de producción capitalistas alrededor del mundo y del desplazamiento de todas las relaciones precapitalistas (“modernización”). Marca el triunfo del modo capitalista de producción, lo que Istvan Meszaros llama “el fin del ascenso capitalista”. El sistema capitalista, desde sus comienzos se ha estado expandiendo en dos direcciones, extensivamente e intensivamente. La fase final en el crecimiento extensivo del capitalismo partió con la ola de colonizaciones de fines del siglo XIX y comienzos del XX, y concluyó en los 1990s con la reincorporación del antiguo bloque soviético y de los países revolucionarios del Tercer Mundo. Bajo la globalización, el sistema ha estado conduciendo una dramática expansión intensiva. Las relaciones de producción capitalistas están reemplazando lo que quedaba de las relaciones pre-capitalistas en el resto del mundo. La era de la acumulación primitiva de capital está llegando a su fin. Todas las “murallas chinas” que quedaban en el mundo están siendo tiradas abajo aceleradamente. En este proceso, esas instituciones políticas que habían acunado al capitalismo son dejadas de lado, y se pavimenta el camino para la total mercantilización de la vida social a todo lo ancho y largo del mundo.
Se ha investigado muy bien la globalización económica. El capital ha alcanzado una nueva movilidad y ha reorganizado la producción en todo el mundo de acuerdo con todo un arsenal de políticas y de consideraciones sobre el factor costos. Esto ha traído consigo la descentralización mundial de la producción junto con la centralización de los comandos y del control de la economía global en el capital transnacional. En este proceso, los aparatos productivos nacionales han llegado a fragmentarse mientras se integran externamente en los nuevos circuitos globalizados de la acumulación. Aquí podemos distinguir entre la economía mundial y la economía global. En épocas previas las naciones se vinculaban entre ellas mediante el intercambio de mercancías y de flujos de capital en un mercado internacional integrado (una economía mundial). Diferentes modos de producción se “articulaban” en una formación social más amplia, un sistema mundial. Sin embargo, en la actualidad, la globalización del proceso de producción está unificando al mundo en un solo modo de producción y en un solo sistema global y está llevando a cabo la integración orgánica de diferentes países y regiones en la economía global. La creciente disolución de las barreras espaciales y la subordinación de la lógica de la geografía a la lógica de la producción –lo que algunos han llamado “la compresión espacio-temporal”—no tiene precedentes históricos. Y esto nos obliga a reconsiderar la geografía y las políticas del estado-nación.
La reorganización política del capitalismo mundial se ha arrastrado detrás de su reorganización económica, con el resultado de que se ha dado un desface entre la globalización económica y la institucionalización política de nuevas relaciones sociales que se han ido desplegando bajo la globalización. Sin embargo, a medida que cambia la base material de la sociedad humana , también ocurre eso con la organización institucional. La Globalización representa una transición desde la fase del estado-nación del capitalismo hacia una fase transnacional, cualitativamente nueva. Esta fase transnacional no implica una ruptura radical, sino un crecimiento del desarrollo capitalista, caracterizado por un período de más alta reestructuración del sistema, incluyendo su forma institucional. Cada época en el pasado histórico del capital ha presenciado una sucesiva expansión del sistema en relación a la época precedente y también ha visto el establecimiento de un conjunto de instituciones que han hecho posible esta expansión y organizado ciclos de largo plazo en el desarrollo capitalista. Desde Westfalia a los años 1960s, el capitalismo se ha desplegado a través de un sistema de estados nacionales que generaron estructuras nacionales, agentes e instituciones concomitantes. La Globalización ha socavado paulatinamente estas fronteras nacionales, y ha hecho imposible a las naciones individuales sostener estructuras sociales, políticas, económicas independientes o siquiera autónomas. Ni los cuarteles generales del capitalismo mundial han quedado inmunes ante el avance en las décadas recientes de la integración productiva y financiera del mercado internacional. Un rasgo clave de la época reciente es es la subrogación del estado nacional como el principio organizador del capitalismo, y con él, de todo el sistema interestatal como marco institucional del desarrollo capitalista. El capitalismo es una fuerza en constante revolución que perpetuamente rehace el mundo sobre configuraciones a menudo inesperadas. En la configuración capitalista global emergente, el espacio transnacional o global ha entrado a suplantar a los espacios nacionales. Ya no hay nada externo al sistema. El nexo social interno es global. Las relaciones sociales orgánicas están siempre institucionalizadas, lo que las torna “fijas” y hacen posible su reproducción. Como los lazos orgánicos e internos entre los pueblos han llegado ser realmente globales, todo el conjunto de las instituciones del estado-nación han llegado a ser sobreseídas por las instituciones transnacionales.
La Globalización plantea serias dificultades a todas las teorías. El centrismo del estado nacional embebido en muchos de los paradigmas existentes, desde mi punto de vista, obstaculiza nuestra comprensión de las dinámicas del cambio bajo la globalización. Mis propuestas con respecto a la integración de toda la superestructura de la sociedad mundial es una concepción de la época presente que difiere de la del análisis del sistema mundial, que propone un sistema mundial de superestructuras políticas y culturales separadas, ligadas por una división geográfica del trabajo, así como diferimos de otros análisis marxistas, que ven el estado-nación como inmanente al desarrollo capitalista. La noción de que la continuada internacionalización del capital y el crecimiento de una sociedad civil internacional han supuesto también la internacionalización del estado, es reconocida por diversas tradiciones en las ciencias sociales. Y la literatura interdisciplinaria sobre la globalización está llena de discusiones sobre el poder decreciente en la significación del estado-nacional y el creciente significado de las instituciones supra o transnacionales. Sin embargo, lo que comparten todas estas concepciones es un centrismo del estado-nación que las entrampa en un dualismo nacional-global. Asumen fenómenos asociados con un ETN que serían extensiones internacionales del sistema de estados-naciones. Esta concepción es la de instituciones internacionales creadas por estados-naciones individualmente o colectivamente como mecanismos para regular el flujo de bienes y de capital a través de sus fronteras y para mediar en las relaciones inter-estatales. Aquí yo quiero ir más allá de ese centrismo nación-estado y distinguir entre internacional y transnacional (o global). El primero es una concepción de la dinámica mundial fundada en el sistema existente de estados-naciones, en tanto el último identifica procesos y relaciones sociales que han sobreseído a ese sistema.
II. Conceptualizando un Aparato de Estado Transnacional: De Weber a Marx
La cuestión del estado está en el corazón del debate sobre la globalización. Pero este debate ha sido engañado por la persistente confusión entre el estado-nación y el estado. Los dos no son co-términos. Esta confusión tiene su partida en la concepción weberiana del estado que comparten muchos análisis sobre este tema. Para Weber, el estado es un conjunto de cuadros e instituciones que ejercen autoridad. “un monopolio legítimo de la coerción”, sobre un determinado territorio. En la construcción weberiana, lo económico y lo político ( en términos weberianos, “mercados y estados”) son esferas separadas, y aún opuestas, que se vinculan externamente, cada una con su propia lógica independiente. Los estados-naciones interactúan externamente con los mercados. Consecuentemente,. Se ve a la globalización como comprometida con la esfera económica, mientras la esfera política puede permanecer constante, un inmutable sistema de estado-nación. Los dirigentes estatales enfrentan las implicaciones de la globalización económica y del capital transnacional flotantes en torno como una lógica externa. Este ha llegado a ser el marco dominante para el análisis de la globalización y del estado, especialmente prevalente en las aproximaciones realistas a las relaciones internacionales, al menos desde que Reymond Vernon publicó su obra seminal, Sovereignty at Bay en 1971. En la literatura sobre la globalización esta aproximación enfatiza la creciente impotencia de los estados-nacionales para enfrentar las fuerzas del mercado.
El dualismo estado-mercado se encuentra muy cercanamente vinculado con e4l dualismo nacional-global. Se dice que la Globalización ha sido exagerada ya que los estados-nación “tienen más poder” de lo que se cree, o porque hay explicaciones “nacionales que explican los fenómenos mejor que las explicaciones globalizantes. Algunos señalan la continua importancia del estado nación para sostener que la globalización ha sido sobreenfatizada o que es imaginaria. En esta construcción, lo que ocurre “dentro” de un estado- nación llega a estar contrapuesto con lo que ocurre en el sistema global. En estos dualismos recurrentes, la globalización económica es crecientemente reconocida, pero es analizada como si fuera independiente de las instituciones que estructuran estas relaciones sociales, en particular, los estados y el estado-nación. El problema es manifiesto, por ejemplo, en el notable trabajo del sociólogo Christopher Chase-Dunn, Global Formation, que arguye desde la perspectiva de un sistema mundial a favor de una aproximación lógica dual. Al nivel económico prevalece la lógica global de una economía mundial, mientras que al nivel político prevalece la lógica estado-céntrica del sistema mundial. En relación con esto, se ha escrito mucho acerca del “gobierno global”, una aproximación que también asume la dualidad del sistema del estado-nación, con su propia lógica, junto a una economía global. Los estados nacionales han de cooperar en la coordinación de la actividad internacional en expansión y al enfrentar los problemas de una nueva época.
La única manera de salir de estas antinomias es moverse más allá de Weber y volver a la concepción materialista del estado. En la concepción marxista, el estado es la institucionalización de relaciones de clases en torno a una configuración particular de la producción social. La separación de lo económico y de lo político por primera vez bajo el capitalismo acuerda a cada cual una autonomía –e implica una compleja relación que debe ser problematizada—pero también genera la ilusión de esferas externamente vinculadas. En la concepción materialista de la historia, lo económico y lo político son momentos distintos de la misma totalidad. Una relación interna es una en que cada parte se constituye en relación con la otra, en tanto que una relación externa es aquélla en que cada parte tiene una existencia independiente de la otra. La relación entre la economía, o relaciones sociales de producción, es interna. No es posible aquí volver a plantear debates teóricos que han crecido desde el renacimiento del interés por el estado en los 1960s –que han permanecido inconclusos y abiertos. Nótese, sin embargo, que: 1) Las teorías marxistas sobre la relativa autonomía del estado, aún enfatizando la subordinación “estructural” o “instrumental” del estado a las clases económicamente dominantes, no plantean un estado independiente como una esfera separada con su propia lógica (en palabras de Marx “no existe un estado suspendido en el aire”). La tarea del analista es descubrir los complejos procesos sociales y las relaciones que embeben a los estados en la configuración de la sociedad civil y de la economía política; 2) no hay nada en la concepción materialista del estado que necesariamente lo amarre al territorio o a los estados nacionales.
Los estados-nacionales son unidades jurídicas y geográficas, y a veces unidades culturales. Los estados como sistemas coercitivos de autoridad son relaciones de clases y prácticas de clase congeladas y operacionalizadas mediante instituciones. Desde el punto de vista de Marx, el estado da una forma política a las instituciones económicas y a las relaciones de producción. Los mercados son los lugares de la vida material, mientras los estados surgen de las relaciones (de producción) económicas y representan la institucionalización de las relaciones sociales de dominación. Es crucial analizar la composición de las fuerzas sociales que se congelan en estructuras y prácticas estatales en períodos históricos particulares. Consecuentemente, la globalización económica del capital no puede ser un fenómeno aislado de la transformación de las relaciones de clase y de los estados. En la concepción weberiana, los estados son por definición instituciones vinculadas a un territorio y por ello un ETN no puede ser concebido tanto tiempo como persista el sistema estado-nación. La teoría weberiana del estado reduce el estado al aparato del estado y a sus cuadros, y con ello reifica al estado. Los estados no son actores como tales. Las clases sociales y los grupos son actores históricos. Los estados no “hacen” nada por si mismos. Las clases sociales y los grupos actúan dentro y fuera de los estados (y de otras instituciones) “hacen” cosas como agentes históricos colectivos. Los aparatos de estado son esos instrumentos que refuerzan y reproducen las relaciones de clase y las prácticas embebidas en los estados. Las estructuras institucionales de los estados-nación pudieran persistir en la época de la globalización, pero la globalización requiere que modifiquemos nuestra concepción de estas estructuras.
Un aparato de ETN está emergiendo bajo la globalización desde dentro del sistema de los estados-nación. El sistema de estados-nación, o sistema Inter.-estatal, es un logro histórico, la forma particular a través de la que el capitalismo vino a surgir, basado en una compleja relación entre producción, clases, poder político y territorialidad. El sistema de estados-nación es el logro de la correspondencia históricamente específica entre producción, clases sociales y territorialidad – una correspondencia que llevó a una forma política determinada que llegó a ser el estado-nación. Las circunstancias materiales que dieron surgimiento al estado-nación actualmente están siendo sobreseídas por la globalización. Si el primer desarrollo del capitalismo resultó en una localización geográfica (espacial) en la creación del sistema de estados-nación, ahora su empuje globalizante está resultando en una dislocación geográfica general. Lo que se requiere es un regreso a una conceptualización teórica materialista histórica del estado, no como una “cosa” sino como una relación social insertada en estructuras sociales más amplias que puede adoptar formas institucionales diferentes, históricamente determinadas, entre las cuales el estado-nación es sólo una. En la época actual nada sugiere que sea inmutable la configuración histórica del espacio y su institucionalización , sino más bien se sugiere que está sujeta a transformación.
El estado como una relación de clases está siendo transnacionalizado. Las prácticas de clase de una nueva clase dirigente están siendo “condensadas” en un ETN emergente. Este ETN comprende a aquellas instituciones y prácticas en la sociedad global que mantienen, defienden y hacen avanzar la hegemonía emergente de una burguesía global y su proyecto de construir un nuevo bloque histórico capitalista global. El aparato del ETN es una red emergente que comprende estados-naciones transformados y externamente integrados, junto con los foros políticos y económicos supranacionales que no han adquirido todavía una forma institucional centralizada. El ascenso de un ETN entraña la reorganización del estado en cada nación—y por eso me referiré en adelante a esos estados de cada país como estados nacionales—y esto envuelve simultáneamente el ascenso de instituciones políticas y económicas verdaderamente supranacionales. Estos dos procesos –la transformación de los estados-nación y el ascenso de instituciones políticas y económicas supranacionales—no están separados ni son mutuamente excluyentes. En los hechos son dimensiones gemelas del proceso de transnacionalización del estado. Para mi argumentación es central que bajo la globalización el estado nacional no se desvanece sino que llega a transformarse con respecto a sus funciones y llega a ser un componente funcional de un ETN más amplio.
El aparato del ETN tiene varias capas. Las organizaciones supra-nacionales son tanto económicas como políticas, formales e informales. Los foros económicos incluyen al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), a los Bancos regionales, etc. Los foros políticos supra-nacionales incluyen a la Comisión Trilateral, al Grupo de los 7 (G-7)(o de los 8), el Foro Económico Mundial, y el recientemente formado Grupo de los 22, entre otros, así como foros formales tales como las Naciones Unidas (UN), la Organización de Cooperación Económica para el Desarrollo (OCED), la Unión Europea (UE), la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), etc. También se incluyen grupos regionales como la Asociación de Naciones del Sud Este de Asia (ASEAN) y las estructuras jurídicas, normativas y administrativas de la economía global. Las funciones del estado-nación están virando de la formulación de políticas nacionales a la administración de políticas formuladas a través de las instituciones supra-nacionales. Sin embargo, es esencial evitar la dualidad global-nacional: los estados nacionales no son externos al ETN sino que están siendo incorporados a él como partes componentes. Las organizaciones supra-nacionales funcionan en consecuencia con los estados nacionales transformados. Están atiborradas de funcionarios transnacionales que encuentran sus contrapartes en funcionarios transnacionales que atochan a los estados nacionales transformados Estos cuadros transnacionales estatales actúan como parteras de la globalización capitalista.
El ETN está intentando cumplir las funciones a favor del capitalismo que en periodos anteriores eran realizadas por lo que los estudiosos del sistema-mundo y de las relaciones internacionales llaman un “hegemon”, o poder capitalista dominante que tiene los recursos y la posición estructural que le permiten organizar al capitalismo mundial como un todo e imponer las reglas, ambientes normativos,etc, que permiten funcionar al sistema. Estamos presenciando la declinación de la supremacía de los EEUU y las primeras etapas en la creación de una hegemonía transnacional a través de estructuras supra-nacionales que todavía no son capaces de proveer las regulaciones económicas y las condiciones políticas para la reproducción del capitalismo global. Justo como el estado nación jugaba este papel en períodos más tempranos, el ETN trata de crear y mantener las precondiciones para la valorización y la acumulación del capital en la economía global, que no es simplemente la suma de las economías nacionales y de las estructuras de clase nacionales y requiere una autoridad centralizada para representar al conjunto de los capitales competitivos, en donde las mayores combinaciones ya no son capitales “nacionales”.La naturaleza de las prácticas estatales en el sistema emergente global reside en el ejercicio de la autoridad política y económica transnacional a través de los aparatos del ETN a fin de reproducir las relaciones de clase empapadas en la valorización global y en la acumulación del capital.
III: El Poder de los Estados Nacionales y el Poder del Capital Transnacional
Como en épocas más tempranas la formación de clases procedía a través del estado.nación, la lucha de clases mundial se desplegaba a través de la lógica institucional y organizacional del sistema de estado-nación. Durante la fase estado-nación del capitalismo, caracterizada por circuitos nacionales de producción (“acumulación autocéntrica”) ligada al más amplio sistema por el mercado internacional y los flujos finacieros, los estados nacionales gozaron de un grado variable pero significativo de autonomía para intervenir en la fase de distribución y los excedentes pudieron volcarse hacia instituciones del estado-nación. Clases dominantes y subordinadas lucharon unas contra otras por el excedente social a través de tales instituciones y compitieron en utilizar a los estados nacionales para capturar tajadas del excedente. Como resultado, para recordar el clásico análisis de Karl Polanyi, un “doble movimiento” vino a ocurrir a finales del último siglo. A medida que el capitalismo se desarrollaba, el mercado no regulado desencadenó sus furias sobre los lazos sociales y las instituciones que permitían la sobrevivencia individual y la reproducción social. El ascenso social que aseguraban forzaba una cierta medida de regulaciones ociales en el sistema que limitaban algunos de los efectos más deletéreos del capitalismo. Este “doble movimiento” fue posible porque el capital, al encontrarse frente a limitaciones institucionales, territoriales y de otra naturaleza, que aparecían unidas al sistema de los estados-nacionales, enfrentaba una serie de presiones que lo forzaban a llegar a un compromiso histórico con las clases trabajadoras y populares. Estas clases podían sostener demandas redistribuitivas a los estados nacionales y poner algunas condiciones al poder del capital (estas posibilidades también dieron su contribución a la división del movimiento socialista y al ascenso de la socialdemocracia). Las clases populares podían cumplir esto porque los estados nacionales tenían la capacidad para capturar y redirigir excedentes mediante mecanismos intervensionistas. El resultado de la lucha de clases en este período fueron el Keynesianismo o los estados de “New Deal” y la producción Fordista en los centros de la economía mundial y en diversos estados desarrollistas multiclasistas y en proyectos populistas en la periferia (“Fordismo periférico”), lo que Lipietz y otros han llamado “el compromiso de clases Fordista”.
En cada uno de estos casos, las clases subordinaban mediaban sus relaciones con el capital a través del estado-nación. Las clases capitalistas se desarrollaban dentro de la cáscara protectora del estado-nación y desarrollaban intereses en oposición a capitales nacionales rivales. Estos estados expresaban las coaliciones de clases y de grupos que se habían incorporado en los bloques históricos de los estados-naciones. No había nada trans-histórico. O predeterminado, acerca de este proceso mundial de formación de clases . Ahora ha estado siendo reemplazado por la globalización. La fragmentación y descentralización global del proceso de producción redefine la acumulación del capital y las clases, en relación con el estado-nación. Lo que está ocurriendo es un proceso de formación de clases transnacional, en donde la condición mediadora del estado-nación se ha modificado. Los grupos sociales, tanto dominantes como subordinados, se han ido globalizando a través de las estructuras, instituciones y fenomenología de un mundo de estados naciones, una infraestructura histórica atávica sobre la que el capitalismo está construyendo una nueva institucionalidad transnacional. A medida en que las estructuras productivas nacionales han llegado a estar transnacionalmente integradas, las clases sociales mundiales cuyo desarrollo orgánico ocurrió a través del estado-nación están experimentando una integración supra-nacional con las clases “nacionales” de otros países. La formación global de clases ha entrañado la acelerada división del mundo entre una burguesía global y un proletariado global, y ha acarreado cambios en la relación entre clases dominantes y subordinadas.
Al hacer estructuralmente imposible a las naciones individuales sostener estructuras sociales, sistemas políticos, economías y aún autonomías independientes, la globalización reconfigura las fuerzas sociales de una manera bastante dramática. Especialmente, al redefinir la fase de redistribución en la acumulación del capital en relación a los estados-naciones la economía global fragmenta la cohesión nacional en torno a los procesos de reproducción social y traslada el sitio de la reproducción del estado-nación al espacio transnacional. La consecuente liberación del capital transnacional de las presiones y limitaciones que le ponían las fuerzas sociales en la fase del estado-nación del capitalismo, ha alterado dramáticamente el equilibrio de fuerzas entre las clases y los grupos sociales en cada nación del mundo y a un nivel global, a favor de la clase capitalista transnacional y de sus agentes . Si en la historia temprana del capitalismo el estado-nación fue la condición necesaria para el desarrollo del sistema, las limitaciones institucionales y espaciales del estado-nación llegaron a ser impedimentos para la acumulación en las últimas décadas del siglo XX. Y seguramente, las restricciones en la acumulación impuestas mundialmente por las clases trabajadoras en la fase estado-nación del capitalismo, fue lo que empujó al capital de modo primordial hacia la transnacionalización. Esto es crucial, ya que muchas opiniones sobre la globalización atribuyen el proceso a la innovación tecnológica. Al contrario, la innovación tecnológica es el efecto de las fuerzas sociales en lucha, que es la causa del cambio histórico. El estado-nación fue de ser una forma histórica particular que hizo posible el desenvolvimiento del capitalismo, a una que posibilita su nuevo desarrollo.
Permítanme extenderme en esto:
La habilidad en declinación del estado-nación para intervenir en el proceso de acumulación de capital y para determinar las políticas económicas refleja el nuevo poder alcanzado por el capital sobre los estados-naciones y las clases populares. Diferentes grupos y clases compiten por el poder del estado (nacional) pero el poder real en el sistema global se ha transferido hacia el espacio global que no está sujeto al control “nacional”. Este poder estructural del capital transnacional sobre el poder directo de los estados nacionales ha sido utilizado para instilar disciplina o para socavar políticas que pudieran emanar desde esos estados cuando son capturados por clases populares o por fracciones nacionales de grupos locales dominantes, como lo descubrieron las fuerzas populares que ganaron el poder estatal en Haití, Nicaragua, África del Sur y otros lugares entre los 1970s-1990s. Esto aparece como una contradicción institucional entre el poder estructural del capital transnacional y el poder directo de los estados. Algunos críticos de la globalización para quienes el sistema capitalista en si mismo no es la fuente de las contradicciones sociales que analizan, sólo su estadio global actual, ven las contradicciones en la globalización como contradicciones entre los estados naciones y los agentes globales. Pero esta es una contradicción estructural interna de un sistema capitalista en evolución, en cuyo núcleo hay relaciones de clase, como la esencia interior de una contradicción cuya manifestación externa es una contradicción institucional. Un conjunto de relaciones sociales reflejan un conjunto más fundamental de relaciones sociales. En la superficie, el poder estructural del capital sobre el poder directo de los estados es realzado muchas veces por la globalización. En su esencia, el poder relativo de las clases explotadoras sobre las clases explotadas ha sido reforzado muchas veces, al menos en esta coyuntura histórica momentánea.
El nuevo poder relativo alcanzado por el capital global sobre el trabajo global ha quedado fijado en una nueva relación global capital-trabajo, lo que algunos han llamado la “casualización” o informalización global del trabajo, o diversas categorías contingentes, que entrañan sistemas alternativos de control del trabajo asociados con la “acumulación flexible” post-Fordista. Estos sistemas descansan, en mi opinión, en parte, en la separación entre la institucionalidad del estado-nación y el nuevo espacio transnacional del capital. Ellos incluyen trabajo contratado o subcontratado, temporal o de tiempo parcial, a destajo, trabajo informal, en casa, el renacimiento de la organización patriarcal del trabajo, “sweatshops”, y otras formas opresivas de relaciones de producción. “La nivelación hacia abajo”, la “de-sindicalización”, provisión de trabajo “ad hoc” y “al tiempo”, la superexplotación de las comunidades inmigrantes como una contrapartida a la exportación de capital, la extensión de la jornada de trabajo, el ascenso de una nueva “subclase” de supernumerarios o “redundantes” sujetos a nuevas formas de control social y aún de genocidio, nuevas jerarquías de género y raciales entre los trabajadores, son características harto conocidas con la reestructuración de las relaciones de trabajo que vienen ocurriendo bajo la globalización y que apuntan al ascenso de un proletariado global , estratificado ya menos en líneas nacionales y más según líneas sociales en un ambiente transnacional.
Estas nuevas relaciones han sido ampliamente discutidas en la literatura sobre la globalización.. Lo que aquí nos interesa es el contexto social y político más amplio en que están embebidas, y la extensión en que los estados y los estados-naciones continúan mediando en estos contextos. Las prácticas del estado y sus mismas estructuras son negociadas y renegociadas en períodos históricos específicos a través de cambios en el equilibrio de las fuerzas sociales a medida que se desarrolla el capitalismo y la lucha de clases. La época actual no es el único tiempo en que el capital ha resultado libre de las reciprocidades con el trabajo expresadas en las prácticas de estado. Esto ocurrió a finales del siglo XIX cuando llegaba a su fin la época del capitalismo competitivo y emergía el capital monopólico. El capital comenzó también a abandonar sus más tempranas reciprocidades con el trabajo desde los 1970s en adelante, precisamente porque el proceso de globalización le permitían liberarse de las limitaciones del estado-nación. Estas nuevas pautas en el trabajo se facilitaban por la globalización en un doble sentido: primero, el capital ejercía su poder sobre el trabajo a través de nuevas pautas de acumulación flexible que se hacían posibles al permitir una “tercera ola” de tecnologías, la eliminación de las barreras espaciales a la acumulación, y el control espacial que traía consigo estos cambios; segundo, la misma globalización entrañaba la culminación de la acumulación primitiva del capital a escala mundial, un proceso por el cual miles de millones habían sido extrañados de los medios de producción, proletarizados, y arrojados a un mercado global de trabajo que el capital transnacional había sido capaz de dar forma. En estas nuevas relaciones entre el trabajo y el capital, el trabajo llega a ser nada más que una mercadería desnuda, ya no envuelta en relaciones de reciprocidad enraizadas en comunidades políticas y sociales que se habían institucionalizado en el estado-nación. La noción más mínima de responsabilidad de los gobiernos hacia los ciudadanos, o de los empleadores hacia sus empleados, es disuelta frente a esta nueva relación de clase. En esta edad de capitalismo salvaje, liberado de toda limitación social, hay una verdadera regresión en los elementos “históricos” o “morales” del trabajo asalariado, conducido por una cultura de individualismo competitivo en cuyo centro se alza un Darwinismo Social en donde las normas y los valores colectivos han desaparecido.
La disolución del “compromiso de clases” de “bienestar” o Keynesiano, viene a surgir del poder adquirido por el capital transnacional sobre el trabajo, que es objetivamente transnacional pero cuyo poder está limitado y cuya conciencia subjetiva está distorsionada por la continuada existencia del sistema de estado-nación. Aquí vemos cómo la existencia continuada del estado-nación sirve a numerosos intereses de la clase capitalista transnacional. Por ejemplo, es central para el capitalismo asegurar una provisión de trabajo política y económicamente conveniente, y en el corazón de todas las sociedades de clases está el control sobre el trabajo y la disposición de los productos del trabajo. Bajo la globalización capitalista, el enlace entre el aseguramiento del trabajo y la territorialidad es cambiante, y la reserva de trabajo nacional se sumerge en una sola reserva global de trabajo que sirve al capitalismo global. La provisión global de trabajo, en lo principal ya no se encuentra coercionada (sujeta a compulsiones extra-económicas) debido a la habilidad del mercado universalizado para ejercer una estricta disciplina económica, pero su movimiento está jurídicamente controlado. Aquí las fronteras nacionales cumplen una función vital. Los estados-naciones tienen que ver con la configuración del espacio, lo que el sociólogo David McMichael ha llamado “zonas contenedoras de población”. Sólo que su función de contenedores se aplica sólo al trabajo y no al capital. El capital global móvil no está regulado por las autoridades políticas centralizadas nacionales, pero el trabajo sí lo está.El sistema Inter.-estatal actúa así como una condición para el poder estructural de un capital transnacional globalmente móvil sobre el trabajo que es transnacional en su contenido actual y carácter, pero que está sujeto a diferentes arreglos institucionales y bajo el control directo de los estados nacionales. Las fronteras nacionales no son barreras para la migración transnacional sino mecanismos funcionales para la provisión de trabajo a una escala global y para la reproducción del sistema.
Cómo entonces está vinculado con el trabajo global este recién descubierto poder global del capital, para los efectos de nuestro análisis sobre la transnacionalización del estado? Además de la emergente institucionalidad transnacional de la nueva relación de clases del capitalismo global y de las prácticas sociales que le son específicas, éstas han llegado a cristalizarse y a institucionalizarse. Por ejemplo, cuando el FMI o el BM condicionan el financiamiento a la aceptación de nuevas leyes del trabajo, para hacer a los obreros “más flexibles”,o retrotraer al estado de los “salarios sociales”, están produciendo una nueva relación de clases. Pero lo que es más importante, los tipos de prácticas de los estados nacionales que se generalizaron a fines del siglo XX –desregulación, conservantismo fiscal, monetarismo, regresión en materia de impuestos, austeridad, etc.-- producen esta relación. El vuelco en los 1980s del financiamiento de la investigación y del desarrollo de las firmas al estado, y del estado como proveedor de subsidios sociales a subsidiador de negocios privados, del estado retirándose de la reproducción social a través de la desregulación/re-regulación (de la “rigidez” a la “flexibilidad”), la privatización de las necesidades colectivas, la eliminación de normas y regulaciones que limitaban a las fuerzas del mercado, todo resultó en un crecimiento de los servicios del estado al capital, en el subsidio al capital, que ocultaban el creciente papel del estado en la facilitación de la acumulación privada de capital. De aquí viene a darse otro vuelco en los ingresos y en la distribución del poder, desde el trabajo y a favor del capital. Estas ocurrencias generaron las ma´s amplias condiciones sociales y políticas bajo las cuales se forjan las nuevas relaciones entre el capital y el trabajo.
Pero tenemos que precisar todavía más las relaciones de los estados nacionales con el ETN. El Capital adquiere su nuevo poder vis-a-vis (y como se viene diciendo ,dentro) de los estados nacionales. La burguesía transnacional ejerce su poder de clase a través de una densa red de instituciones supranacionales y relaciones que crecientemente se saltan a los estados nacionales, y en conjunción, a través de la utilización de los gobiernos nacionales como unidades jurídicas unidas a un territorio (el sistema Inter.-estatal), que se han transformado en líneas de transmisión y dispositivos de filtración. Pero los estados nacionales también han sido transformados en instrumentos colaboradores en el avance de la agenda del capitalismo global Esta afirmación de que las fuerzas sociales transnacionales imponen su poder estructural sobre las naciones y la afirmación simultánea de que los estados, capturados por las fracciones transnacionales, son agentes colaboradores del proceso de globalización, sólo aparecen como contradictorias si uno abandona la dialéctica a favor de a construcción dualista weberiana de los estados y mercados y del dualismo nacional-global. Los gobiernos emprenden reestructuraciones y sirven las necesidades del capital transnacional no simplemente porque están “impotentes” frente a la globalización, sino porque una constelación particular, histórica, de fuerzas sociales existe ahora, presentando una ase social para la reestructuración global del capitalismo. De ahí que no se trate que los estados-naciones hayan llegado a ser irrelevantes o impotentes vis-a-vis el capital transnacional y de sus instituciones globales. Más bien, el poder como la habilidad para mandar y ser obedecido. O más precisamente, la habilidad para conformar estructuras sociales, se ha volcado de los grupos y clases sociales con intereses en la acumulación nacional hacia esos intereses establecidos en los nuevos circuitos de acumulación global. Estos últimos grupos realizan su poder y lo institucionalizan en los aparatos emergentes del ETN.
La lógica contradictoria de la acumulación global y nacional trabaja en este proceso. El fraccionamiento de clases está ocurriendo a través de un nuevo eje nacional/transnacional con el ascenso de la corporación y de las elites políticas transnacionales. Los intereses de un grupo se basan en la acumulación nacional, incluyendo todo el conjunto de regulaciones nacionales tradicionales y de mecanismos proteccionistas, y el de otros, en una economía global en expansión, basada en la liberalización del mercado a escala mundial. La lucha entre fracciones nacionales descendentes de los grupos dominantes y las fracciones transnacionales ascendentes, a menudo han sido el fondo de dinámicas políticas de superficie y de procesos ideológicos de finales del siglo XX. Estas dos fracciones han estado dándose codazos por el control del poder de los aparatos de estado locales desde los 1970s.Las fracciones transnacionales de las elites locales han ascendido políticamente en países alrededor del mundo, chocando en sus apuestas de hegemonía con fracciones de clase basadas nacionalmente. En los 70s y en los 80s incipientes fracciones transnacionalizadas lograron eclipsar a las fracciones nacionales en los países centrales del Norte y capturar “las alturas del comando” en la dirección política de los estados. De los 80s a los 90s estas fracciones lograron ascender en el Sur, y comenzaron su puja en diversos países para asumir el control de los aparatos de estado. Prosperaron capturando estados locales o ministerios claves y burocracias en los aparatos de decisión política. Ellos utilizaron los aparatos del estado nacional para hacer avanzar la globalización y establecieron mecanismos formales o informales entre las estructuras del estado nacional y los aparatos del ETN. Numerosos mecanismos supranacionales, tales como las negociaciones de libre comercio, a su turno, amarraron a cada estado nacional con otros en redes transnacionalizadas. Estas configuraciones institucionales emergentes merecen ser estudiadas.
La lucha de diferentes fuerzas sociales de base nacional, produce diferentes configuraciones de estados nacionales que conducen a dinámicas políticas y relaciones internacionales complejas y multidimensionales. Pero entre los 1980s y los 1990s. gradualmente los bloques transnacionales se han tornado hegemónicos en el interior de los estados nacionales. Desde el estado, las fracciones transnacionales firmemente han estado transformando a la vasta mayoría de los países del mundo, desde Suecia a Nueva Zelandia, a India, Brasil, México, Chile, África del Sur y los Estados Unidos. Más aún, las fracciones transnacionales en el Norte han utilizado el superior poder estructural y directo que ejercían los estados centrales en el sistema global no para hacer avanzar “intereses nacionales” en rivalidad con otros estados-naciones, sino para moldear estructuras transnacionales. Desde luego, los estados nacionales no desaparecen ni disminuyen en importancia y todavía se pueden apreciar como entidades poderosas. Pero estos estados han sido capturados por las fuerzas sociales transnacionales que internalizan las estructuras de autoridad del capitalismo global. Lejos de poner lo “global” y lo “nacional” como campos excluyentes, lo global es encarnado en las estructuras y procesos locales. El poder disciplinario del capitalismo global vuelca el poder de decisión en los estados nacionales hacia el bloque global capitalista, que es representado por fuerzas sociales locales unidas a la economía global. Los nuevos directores de los estados neo-liberales, desde Clinton a Blair, a Cardoso y Mbeki, de Mohatir a Zedillo, son partes de partes de una nueva clase global dirigente y representan a algunos de los más carismáticos funcionarios ejecutivos del ETN.
Hacia los 1990s, la clase capitalista transnacional había llegado a ser globalmente la fracción de clase hegemónica . Esta burguesía desnacionalizada tiene su conciencia de clase, es consciente de su transnacionalismo. En su cumbre está una elite gerencial que controla las palancas de las políticas globales y ejercita el poder estatal transnacional a través de las configuraciones de muchos niveles del ETN. Pero esta burguesía transnacional no es un grupo unificado. “Las mismas condiciones, las mismas contradicciones, los mismos intereses necesariamente convocan costumbres similares en todas partes”, anotaban Marx y Engels al discutir la formación de los nuevos agrupamientos de clase. “Pero los individuos separados forman una clase sólo si han de conducir una batalla común contra otra clase, de otra manera, permanecen en términos hostiles unos con otros como competidores”. La dura competencia entre conglomerados oligopólicos, las presiones conflictivas y las diferencias sobre táctica y estrategia para mantener la dominación de clase y apuntalarse en la crisis y en medio de las contradicciones del capitalismo global, hace que toda unidad interna en el seno de la clase dominante global sea imposible. En suma, la captura de los estados locales por los agentes del capitalismo global resuelve las contradicciones discutidas más arriba entre el capital transnacional y los estados nacionales, es decir, las prácticas estatales locales son paulatinamente armonizadas con las del capitalismo global. Pero esto sólo intensifica las contradicciones de clase subyacentes. Antes de discutir estas contradicciones, permitidme reconstruir en pocas palabras la emergencia de un ETN en las últimas décadas del siglo XX.
IV: Algunos puntos de referencia empíricos: La emergencia de un Estado Transnacional: de los 1960s a los 1990s.
Bajo la panoplia del imperialismo político-militar de los EEUU, los capitales nacionales comenzaron un nuevo período de internacionalización y de integración externa en el período de la posguerra. Una creciente actividad económica internacional se despliega en los marcos institucionales del sistema de estados nacionales y la normatividad aduanera de “regímenes internacionales”, en particular, el sistema de Bretton Woods. A medida que las corporaciones multinacionales se extendían alrededor del mundo, trataban de evadir los controles de la banca central asociadas con el sistema de Bretton Woods, depositando sus capitales en mercados de moneda extranjera. La internacionalización económica trajo asi una diseminación masiva de dólares y de otras monedas de países centrales alrededor de todo el mundo. Los depósitos en eurodólares ascienden de $3 mil millones en 1960 a $75 mil millones en 1970—empujando a la administración Nixon a abandonar el patrón oro en 1971—y de ahí saltan a sobre el trillón de dólares en 1984. El colapso del sistema de Bretton Woods de cambios monetarios fijos y de regulaciones económicas nacionales vía controles sobre el capital, fue el primer paso hacia la liberación del capital transnacional embrionario de las limitaciones institucionales del sistema del estado-nación. Ello señaló el comienzo de la transición a la época de la globalización y también el comienzo de la evaporación de la supremacía de los EEUU. El capital líquido comenzó a acumularse en mercados de capital en ultramar, establecidos por la naciente banca transnacional que trataba de evadir los poderes reguladores de los estados nacionales. En los 1970s los bancos transnacionales comenzaron a reciclar este capital líquido a través de empréstitos masivos a los gobiernos del Tercer Mundo.
Los mercados globales financieros recientemente liberados comenzaron a determinar el valor de las monedas, a desestabilizar las finanzas nacionales, y a socavar las administraciones macro-económicas nacionales del más temprano régimen keynesiano del capitalismo. A principios de los 90s ya se tranzaba algo así como $1 trillón de diversas divisas diariamente, todo fuera del control de los gobiernos nacionales. La dramática pérdida en el control de las divisas de parte de los gobiernos significó que los dirigentes del estado ya no pudieran regular el valor de sus propias monedas. El poder para influir la política económica de los estados pasó de manos de estos dirigentes a las de los corredores de divisas, a los inversionistas de portafolio y a las de los banqueros transnacionales—precisamente a las de los representantes del capital financiero transnacional—en virtud de su habilidad para mover fondos alrededor del mundo. Los mercados de capital de ultramar crecieron de $318 mil millones en 1973 a sobre los $2 trillones en 1982, y a finales de los 70s, el comercio monetario era 11 veces mayor que el valor del comercio mundial en mercaderías. Y porque este movimiento global de liquidez creó impredecibles condiciones a la ganancia, las corporaciones transnacionales redujeron sus riesgos mediante la diversificación de sus operaciones alrededor del mundo, acelerando así por entero al proceso de globalización y las presiones políticas a favor de un aparato de ETN.
Lo que estaba ocurriendo estructuralmente eran movimientos a largo plazo en el sistema capitalista mundial—el ascenso de la economía global y el surgimiento del capital financiero transnacional como la fracción hegemónica del capital a escala mundial, mientras el capital monetario llegaba a ser el regulador de nuevos circuitos globales de producción, en vez del capital de inversión. Como ha sostenido Stephen Hill, el embrollo económico internacional que comenzó a principios de los 70s no era ,en los hechos el reflejo de la quiebra del capitalismo mundial, como algunos creyeron en aquella época. En vez de eso, fue precisamente el ronco vagido de la emergencia del capital transnacional, concentrado en el capital financiero transnacional. El capital transnacional necesitaba un sistema político global y un ambiente económico completamente nuevo, uno en donde ya no se viera constreñido por el estado nacional ni por la democracia. El estado de bienestar keynesiano y los estados desarrollistas debían ser desmantelados , así como los controles nacionales sobre el libre movimiento del capital global. Las nuevas relaciones de producción, de acumulación flexible, debían imponerse en todo el mundo. Los sectores públicos y las esferas de comunidades externas al mercado, debían abrirse a la construcción de ganancias y a la privatización ( lo que Marx llamó “la alienación del estado”).
A medida que las elites corporativas y políticas emergían en los 80s a la escena mundial como agentes de estos cambios, hacían declaraciones explícitas de que ellos estaban construyendo y administrando una economía global a través de instituciones nacionales y multinacionales reestructuradas. Esta burguesía transnacional llega a organizarse políticamente. La formación a mediados de los 70s de la Comisión Trilateral, que juntó a fracciones transnacionalizadas de las elites intelectuales, de los negocios, y la política en Nortea América, Europa y Japón, fue un marcador en su politización. Otros fueron: la creación del Grupo de los 7, foro de nivel gubernamental, que comienza institucionalizando la administración colectiva de la economía global por elites corporativas y políticas de los estados centrales; la creación de la OECD, conformada como institución supranacional por los 24 mayores países industrializados para vigilar y coordinar sus economías nacionales; y la creación del Foro Económico Mundial, que logró juntar a los más altos representantes de las corporaciones transnacionales y a las elites políticas globales. Los estudios para construir una economía global y estructuras administrativas transnacionales comenzaron a fluir de los “think tanks”, los centros universitarios e institutos de planeación política de los países centrales. Esta elite global crecientemente organizada , articulaba un programa coherente de economía global y de reestructuración política en torno a la liberación del mercado –el llamado “consenso de Washington”—y se propuso convertir al mundo en un campo unificado para el capitalismo global. Impulsaron una mayor uniformidad y la estandarización de los códigos y normas del mercado mundial –en un proceso similar al que tuvo la construcción de los mercados nacionales en el siglo XIX, pero ahora replicado a escala del nuevo espacio global. En 1982 el G-7 designaba al FMI y al Banco Mundial como autoridades centrales en el ejercicio del poder colectivo de los estados nacionales capitalistas para efecto de las negociaciones financieras internacionales. En 1982, en la Cumbre de Cancún, México, los estados capitalistas centrales, lidereados por los EEUU, lanzaron la era del neo-liberalismo global como parte de este proceso y se inician imponentes programas de ajustes estructurales en el Tercer Mundo y lo que entonces se llamaba el Segundo Mundo, como señalamos en la segunda sección. Las elites transnacionales promovieron procesos de integración económica transnacional, incluyendo el NAFTA, la Unión Europea y el APEC, entre otros. Creaban un nuevo conjunto de instituciones y de foros, tales como la OMC, el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), etc. En este proceso, las instituciones supranacionales existentes, tales como las instituciones de Bretton Woods y las de las Naciones Unidas, no fuero sobrepasadas sino instrumentalizadas y transformadas.
Por ejemplo, durante los 80s, la composición de lios empréstitos al antiguo Tercer Mundo cambió dramáticamente. En 1981, el 42% de los préstamos venían de la banca comercial y el 37 % de agencias multilaterales. En 1988, los bancos privados estaban aportando el 6% y las multilaterales el 88 por ciento de los préstamos. En efecto, las instituciones de Bretton Woods prestaban fondos públicos a los estados nacionales para reembolsar a la banca privada, y luego utilizaban el poder financiero que quedaba en sus manos para adquirir el control sobre la administración económica y la autoridad política que le seguía. Por su parte, el Banco Mundial se volcaba en los 80s de los préstamos para proyectos a préstamos para políticas conducentes a la reestructuración de las economías locales y su integración a la economía global. Las instituciones reformadas de Bretton Woods tomaron la dirección en la organización de la reestructuración económica global, especialmente a través de programas neo-liberales (véase más abajo). Igualmente, el sistema de conferencias de las UN ayudaron a alcanzar un consenso en la reconfiguración del orden político y económico mundial, mientras agencias de las UN, tales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP) y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) comenzaron a promover la agenda de liberalización económica de la elite transnacional El frecuentemente citado reporte anual de la UNDP, el Human Development Report, por ejemplo, aunque altamente crítico de las desigualdades globales, explícitamente hace llamados por una mayor globalización y liberalización como remedio. Hablando ante el Foro Económico Mundial en 1998, el Secretario general de las UN, Kofi Annan, explicaba de qué modo las UN tratan de establecer la seguridad internacional y el ambiente regulatorio, y las condiciones sociales, políticas e ideológicas para el florecimiento del mercado global. : (Las agencias de las UN) ayudan a los países a unirse al sistema de comercio internacional y a establecer legislaciones amistosas con los negocios. Los mercados no funcionan en el vacío. Más bien, ellos surgen desde un marco de reglas y de leyes, y responden a las señales de los Gobiernos y de otras instituciones. Sin reglas que gobiernen la propiedad, los derechos y los contratos, sin confianza basada en las reglas de la ley, sin un sentido total de dirección y un grado justo de equidad y de transparencia, no puede haber mercados que funcionen convenientemente, en el plano doméstico o en el global. El sistema de las UN provee ese marco global – un conjunto acordado de estandards y de objetivos que goza de la aceptación mundial. Unas Naciones Unidas fuertes es bueno para los negocios.
La Ronda Uruguaya de negociaciones sobre el comercio mundial que comenzó en 1986 en Punta del este, Uruguay, bajo los auspicios del GATT, estableció un nuevo sistema expedito de reglas para el comercio mundial a fin de regular la nueva economía global, basado sobre: 1) la libertad de inversión y para los movimientos del capital; 2) la liberalización de los servicios, incluyendo los bancos; 3) los derechos de propiedad intelectual; 4) el libre movimiento de las mercaderías. El libre movimiento de mercaderías (“comercio libre”) significa la amplia libertad para el comercio intra-firma, que viene a ser de dos tercios del comercio mundial y que en si mismo es una expresión comercial de la producción globalizante. En la conclusión de la Ronda Uruguay el GATT creó la OMC, en1995, para supervisar este nuevo régimen de “comercio libre”. Aunque sus poderes distan de ser absolutos, la nueva OMC es quizás la institución transnacional arquetípica de la nueva era. La OMC asume poderes sin precedentes para poner en práctica las provisiones de “libre comercio” del GATT. Tiene jurisdicción independiente, sus reglas y decisiones son obligatorias para todos sus miembros, y tiene poder sancionador, para pasar por encima de los estados y de los poderes locales, e imponerse sobre los poderes reguladores nacionales. Lo importante teóricamente aquí es que la OMC es la primera institución supranacional con capacidad coercitiva no embebida en ningún estado-nación particular, sino más bien directamente vinculada con la elite política y corporativa transnacional.
El propuesto AMI extendería esta capacidad. Las negociaciones sobre el AMI fueron cobrando importancia fuera de la Ronda Uruguay y fueron patrocinadas por la OECD. Los acuerdos propuestos venían a constituir una “carta de derechos” del capital transnacional, Daría a las corporaciones transnacionales una libertad casi absoluta frente a las restricciones políticas y legales del estado nacional en lo relacionado con inversiones por encima de las fronteras, obligando con sus provisiones a los gobiernos nacionales a los locales y hasta los niveles municipales. El AMI es, en palabras de Joseph Roberts, “un acuerdo entre los más grandes inversionistas corporativos del mundo para lograr en común y usar amistosamente entre ellos el sistema legal global, como suelen hacerlo los carteles en relación con industrias individuales. Las liberalizaciones del GATT, la creación de la OMC y las negociaciones del AMI fueron apoyadas por un “lobby” muy bien organizado de corporaciones transnacionales (TNCs). Las TNCs de modo creciente han venido a operar abiertamente como entidades económicas y también como entidades políticas organizadas, de un modo que recuerda a esas compañías comerciales patentadas de la era mercantil, que estaban investidas de poderes imperiales con autoridad soberana sobre los dominios coloniales. Históricamente, las nuevas clases gobernantes en proceso de fortalecimiento pueden rápidamente constreñir la autonomía del estado, a medida que hacen un uso más intenso del estado en tiempos de más grandes reestructuraciones capitalistas. Pero las CTNs aparentan representar solamente al capital, y nada más; la fusión del estado y del capital parecería ser algo sin precedentes bajo la globalización, de lo que se sugiere la necesidad de repensar el significado de la autonomía del estado y revisar las teorías sobre el estado.
Las reglas globales del GATT han generado tensiones con los bloques nacionales en su competencia con los bloques transnacionales y las políticas que promueven (ej. Sobre políticas agrarias) y arrojan luz sobre las tensones de clases transnacionales/nacionales a que aludíamos más arriba. A medida que se hacían más claros los vaivenes en materia de políticas agrarias de los 80s, bloques de países centrales tales como los EEUU y los estados de la UE, fueron capaces de usar sus más poderosos estados nacionales para promover sus intereses intencionalmente. Esto confundió a muchos observadores, que vieron en esto signos de nacionalismo de estado o de competencia Norte-Sur más que la globalización que permanecía como núcleo dinámico de la política. A medida que avanzaban los 90s, el bloque transnacional fue capaz de imponer su agenda de liberalización de sus productos agrícolas, que hace posible el fundamento global. ( A su turno, el colapso de los sectores agrícolas del antiguo Tercer Mundo aceleró el proceso de proletarización vinculado con la globalización).
A fines de los 90s, el ETN como una institución que intenta imponer su autoridad sobre un proceso espacialmente abierto y fluido de acumulación de capital, estaba sumiendo algunos poderes y funciones históricas que los estados-nación habrán perdido, organizando la acción colectiva para facilitar y reproducir este proceso en la economía global. La creación de una superestructura capitalista que llevara a cabo, en el nivel transnacional, funciones indispensables para la reproducción del capital, especialmente las que los estados nacionales eran incapaces de realizar, no es decir que el ETN se hubiera consolidado plenamente como una estructura regulatoria, administrativa y política en la plenitud del término. No hay una clara línea de mandos ni de división del trabajo dentro del aparato del ETN, ni nada que en esa época pueda parecerse al tipo de coherencia interna de los estados nacionales, dado el estado embrionario de este proceso. Sin embargo, el ETN ha desarrollado mecanismos para asumir un creciente número de funciones tradicionalmente asociadas con el estado nacional.
¿Cuáles son estas funciones y cómo las ha asumido el ETN? Una es la compensación por el fallas del mercado. Aquí tenemos los desembolsos del FMI en México, el Sud Este de Asia, Brasil,etc. Otra es la creación de dinero. La creación de moneda en los EEUU muestra que ésta puede ser transnacional. Una tercera, es la garantía a los derechos de propiedad y a los contratos mercantiles. La OMC sugiere que éstas pueden ser impuestas supranacionalmente. Otra es la provisión de bienes públicos (infraestructura y servicios sociales). Las políticas sociales, las decisiones de inversión y la movilización de recursos que determinan la infraestructura, han pasado a ser de modo creciente establecidos supranacionalmente, y luego, ejecutados por los estados nacionales. De humor similar, las inversiones fiscales, a creación de créditos, la redistribución impositiva, y aún el control sobre las asignaciones del capital y del trabajo son actividades que de modo creciente son diseñadas en la arena política supranacional para ser llevadas a ejecución por los estados nacionales. Y aunque la supervigilancia policial y el poder militar han permanecido ampliamente dentro de la esfera del estado-nación, el ETN paulatinamente ha estado desarrollando mecanismos militares. Por ejemplo, las Naciones Unidas han asumido papeles de creciente importancia en la policía global. Se ha la ha visto en “diplomacia preventiva” o como “mantenedora de la paz” en 28 conflictos en 1994, que se comparan con 5 en 1988, comprometiendo a 73.393 militares, comparados con los 9.570 en 1988. A pesar de esta actividad expansiva del ETN, ha habido muchas funciones que el ETN no ha sido capaz de asumir, como ponerle riendas a la especulación y a los excesos de lo que se ha caracterizado como “capitalismo casino” de la economía global. Identificar las funciones del ETN no implica aplicar un análisis funcional, dado que las condiciones bajo las cuales estas funciones no son cumplidas se especifican y se problematizan, como lo haré más adelante.
En resumen, es desde este proceso que el ETN ha comenzado a surgir, no como algo expresamente planeado, sino como la consecuencia política de la práctica social y de la acción de clases de la clase capitalista transnacional en esta coyuntura histórica, y como un aparato que no está reemplazando sino emergiendo del seno de a infra-estructura pre-globalización del capitalismo mundial. Podemos arrojar una mirada sobre como el ETN ejerce una influencia determinante sobre las formaciones de clase alrededor del mundo. La relación entre el desarrollo capitalista y el estado es mutuamente determinante más que unidireccional. La influencia de rebote del ETN sobre la formación global de clases es precisamente lo que podríamos esperar de una comprensión teórica materialista histórica del estado como un elemento de mediación política entre las fuerzas sociales y las estructuras productivas que sirve para reproducir o transformar las relaciones de grupos y clases. Pero esta instantánea sobre el ascenso de un ETN no está completa. Necesitamos examinar también la transformación del estado nacional ya que éste s una parte integral del ascenso de un ETN.
V: Desde los Estados de Bienestar y Desarrollistas a los Estados Neo-Liberales
A medida que emergía el bloque dirigente transnacional en los 80s y los 90s, se acompañaba de una “revolución pacífica” en el sentido Gramsciano, que entrañaba modificaciones en las estructuras económicas y sociales, impulsadas desde arriba a través de la agencia de los aparatos del ETN. Junto con el proceso de crear un aparato supranacional, este bloque dirigente se echa a la tarea de penetrar y reestructurar a los estados nacionales. A medida que el capital viene a liberarse del estado-nación, y con ello, de los tipos de rigidez asociados con la acumulación Fordista-keynesiana y su atraso en materia de ganancias, las estructuras sociales de la acumulación negociadas entre el capital, el trabajo y diversas class subalternas, comenzó a desintegrarse. En los EEUU y otros países centrales, esto conjuró el final de la era Fordista. En el segundo mundo, invocó el ascenso de fracciones trananacionalizadas entre las elites aspirantes que comenzaron a establecer lazos con la burguesía global y a articular un proyecto para la plena (re)integración en el capitalismo mundial. En el Tercer Mundo, la burguesía nacionalista, la pequeña burguesía, y los regímenes revolucionarios quedaron desplazados por las fracciones transnacionalizadas de las elites locales, a medida que los proyectos desarrollistas multiclasistas de deshilaban.
En la agresiva persecución de sus proyectos la clase capitalista transnacional ha conducido prolongadas campañas ideológicas orientadas a legitimar el desmantelamiento de las políticas de seguridad social y de los estados desarrollistas, y a diseminar la ideología capitalista global del consumismo y del individualismo. Ha forjado alianzas oportunas, en algunos casos con fuerzas de la extrema derecha y de la derecha, y con clases subalternas organizadas en populismos de derecha. Ese fue ekl caso con las fuerzas conservadoras en el Partido Republicano, identificadas con Ronald Reagan a principios de los 80s, tras cuya retórica populista de derechas, se encontraban poderosos representantes del capital transnacional. En otros casos, entró en coaliciones con la centro-izquierda y los progresistas, y aún con los izquierdistas, fuerzas que lo han provisto de una legitimidad para la austeridad y la reestructuración económica, o que han sido capaces de ejercer una función de control social, que la clase capitalista transnacional y sus agentes locales nunca habrían sido capaces de lograr. Este habría sido el caso, por ejemplo, del Congreso Nacional Africano en África del Sur , de los socialistas y comunistas en Europa, y de ex movimientos revolucionarios en América Central.
Si la acumulación capital monetario fuera del sistema del estado-nación fue un aspecto importante en el proceso de la globalización económica, fue también un mecanismo clave en la incorporación de países, especialmente de los periféricos, en el proceso de transnacionalización, y más generalmente, en la transformación de los estados desarrollistas y de seguridad social en estados neo-liberales. La crisis de la deuda de los 80s, impuso el poder y la autoridad del capitalismo global dentro de las propias estructuras y en el funcionamiento de los estados nacionales del Tercer Mundo. La deuda condujo a la reinserción de países y regiones en todo mundo en una economía global reorganizada. La infusión masiva de capital líquido reciclado en el Tercer Mundo desde los 70s, ligada a la concentración del poder económico en el capital financiero transnacional, tuvo profundos efectos sobre la constelación de grupos y clases existentes en la periferia. La necesidad de obtener divisas extranjeras para pagar la deuda ( el poder estructural del capital transnacional sobre los estados deudores junto con las presiones directas de los estados centrales hacían obligatorio el pago), forzaron a las naciones a reestructurar sus economías a favor de las exportaciones de acuerdo con las demandas de la cambiante estructura del mercado mundial. A lo largo de un extenso período, la contracción de la deuda y su subsiguiente re-servicio tuvo la consecuencia de fortalecer a esos sectores que tenían vínculos afuera, y se redistribuyen las cuotas de poder acumulado político y económico hacia nuevas fracciones ligadas con el capital transnacional. A un cierto punto en este proceso, la nación deudora es incapaz de mantener la solvencia fiscal y se vuelve hacia las instituciones económicas supranacionales en busca de asistencia, la que se da a condición de adoptar ajustes estructurales o el programa “neoliberal”. El programa neo-liberal fue diseñado entre los 70s y los 80s por las agencias financieras internacionales y los “think tanks” de la nueva burguesía transnacional. Este programa convocaba a la eliminación de la intervención del estado en la economía y de la regulación de los estados-nación individuales de las actividades del capital en sus territorios. Trataba de alcanzar condiciones en cada país y región del mundo para la movilidad, la libre operación y la expansión del capital. Los programas de ajuste llegaron a ser los más importantes mecanismos para ajustar las economías locales a la economía global. Entre 1978 y 1992 más de 70 países llevaron a cabo 566 programas de ajustes estructurales y de estabilización impuestos por el FMI y por el Banco Mundial. Lo que vino a ocurrir con estos programas fue una reestructuración masiva de los aparatos productivos en estos países, y la reintegración en el capitalismo global de vastas zonas del antiguo Tercer Mundo, que quedan bajo la tutela del ETN emergente.
Específicamente, estos programas persiguen la estabilidad macroeconómica como un requisito esencial para la actividad del capital transnacional. Este modelo busca armonizar un amplio rango de políticas comerciales, industriales y monetarias entre múltiples naciones, como un requerimiento para que el capital transnacional plenamente móvil pueda funcionar simultáneamente y aún instantáneamente entre numerosas fronteras nacionales. En el modelo neo-liberal, la estabilización, o el paquete de medidas fiscales, monetarias, de cambio y las medidas adicionales introducidas para lograr la estabilidad macroeconómica, es seguido por “el ajuste estructural”: a) liberalización del comercio y de las finanzas, lo que abre la economía al mercado mundial; b) des-regulación, que remueve al estado de las decisiones en materia económica ( pero no de las actividades en donde sirve al capital); c) privatización de los antiguas esferas públicas que pueden afectar la acumulación de capital, si criteros de interés público sobre la ganancia privada se dejan operando. Este modelo genera así las condiciones más plenas para una gananciosa (“eficiente”) renovación de la acumulación de capital a través de nuevos circuitos globalizados, y con ello, para la reproducción social en la era de la globalización. El neo-liberalismo es, de esta manera, la “grasa” que le permite echar abajo todas las estructuras no mercantiles. Al proclamar abiertas y accesibles al capital transnacional todas las capas de la fábrica social, el neo-liberalismo ayuda a disolver las fronteras entre lo nacional y lo global.
Aquí ya vemos los pernos y tornillos de la transnacionalización del estado. La reestructuración económica engendra a la reestructuración política a medida que el poder se redistribuye en la sociedad, así como en el mismo aparato del estado, hacia el núcleo emergente transnacional de los grupos locales dominantes. El proceso de ajuste facilita una contracción simultánea en la demanda total y una transferencia del ingreso y de los recursos de los trabajadores y de los productores en pequeña escala a los grandes productores y al personal burocrático ligado al capital transnacional. La reestructuración resulta en una transferencia de los recursos del estado desde programas que apoyaban la reproducción de la clase trabajadora a esas agencias estatales conectadas con la globalización, en donde el criterio técnico de “ eficiencia” reemplaza a todo otro criterio social que podría contravenir la lógica de acumulación del capital por encima de las fronteras. Igualmente, efectúa una transferencia de poder desde ministerios con programas orientados hacia los servicios sociales (servicio social, educación, trabajo,etc) a los Bancos Centrales, tesorerías, ministerios de economía y finanzas, y el ministerio de relaciones exteriores. A medida que los recursos son transferidos desde el sector doméstico al externo, y desde ahí hacia el mercado mundial, se van fortaleciendo los “pools” transnacionales en cada nación. Las fracciones transnacionales vienen a incorporarse en la burguesía transnacional y se lanzan a la captura de estados locales. En los hechos, es frecuente que los presidentes de los Bancos Centrales sean designados por el FMI o el BM. El movimiento hacia la independencia del Banco Central tiene el propósito de aislar las alturas de comando de las políticas del estado nacional, poniéndolas al margen de todo control público o de cualquier rendición de cuentas, y también, para aislar a estos órganos del estado que atan a cada economía nacional con la economía global, de esos otros órganos de estado nacional que pueden llegar a estar bajo presión pública. Un reciente informe del BM es bastante explícito sobre este asunto. La reforma del estado, afirma el informe, comienza “ con unos pocos enclaves críticos (que) típicamente incluyen al ministerio de Hacienda, el banco central, y la agencia colectora de impuestos... (la reestructuración estos órganos).. puede lograrse a través de una orden ejecutiva ... (y podría) establecer un arreglo macroeconómico efectivo por parte de una elite tecnocrática aislada.”
Las elites tecnocráticas locales llegan a operar a través de las redes del ETN que se saltan los canales formales del gobierno y de otras instituciones sociales sujetas a influencia popular. El poder pasa hacia las estructuras supranacionales, incluyendo las redes financieras, a medida que prosigue este proceso de integración política supra.nacional. Hay una pérdida de toda clase de control democrático por parte de las clases populares sobre los centros de decisión política y de distribución de recursos. Los centros de decisión y los mecanismos regulatorios que emanan de agencias supranacionales y de contingentes locales de la burguesía transnacional, son superimpuestos a los estados nacionales, que quedan absorbidos en los aparatos del emergente ETN. Sin embargo, mientras el ETN impone sus programas de ajuste, la integración supranacional de los aparatos del estado nacional no viene a darse necesariamente desde fuera, y llega a ser más el resultado de estrategias adoptadas por grupos locales dominantes en el proceso de transnacionalización que por la imposición externa, como se enfatiza generalmente en la literatura (que refleja ese dualismo nacional-global). Cuando los dirigentes del estado ajustan las economías nacionales a la economía global, no lo están haciendo necesariamente porque ellos están siendo compelidos por una fuerza “externa (extra-nacional/global). Esta dualidad nacional/global es una mistificación.
Los programas de ajuste estructural ayudan así a socavar las coaliciones políticas multi-clasistas y los proyectos sociales que desarrollaban en el período pre-globalización, tales como los proyectos populistas y los “estados desarrollistas” en el Tercer Mundo (aunque los países centrales, salvo Gran Bretaña, generalmente no han adoptado los programas del FMI, las mismas presiones de ajuste que emanaban de la economía global socavaron allí el proyecto de bienestar keynesiano). Nuevos bloques transnacionales vinieron a reemplazar a las coaliciones multi-clasistas. Para este fin, los ajustes estructurales del FMI y del BM enfatizaron los “diálogos de política” y “la construcción de instituciones” como una manera de organizar coaliciones en gobiernos simpáticos y armonizados con el programa reestructurador. El trabajo y las clases populares son erradicados por el nuevo bloque dominante, de las coaliciones políticas y de los proyectos sociales del período pre-globalización.
En los 80s el ETN planeó un nuevo modelo de desarrollo. En 1980, el Banco Mundial redefinió el desarrollo, ya no como crecimiento económico nacional, sino como “una participación exitosa en el mercado mundial”. En el corazón del nuevo modelo de desarrollo estaba un vuelco completo desde la producción para los mercados domésticos a la producción para el mercado mundial, señalándose la subordinación de los circuitos locales de acumulación a los nuevos circuitos globales. Más tarde en esa misma década, la definición se amplió para incluir una política de amplia liberalización. El nuevo modelo de desarrollo se basaba en la rearticulación de cada país a los mercados mundiales a través de la introducción de nuevas actividades económicas ligadas a la acumulación capitalista, la contracción de los mercados domésticos, el abaratamiento del trabajo a través de la casualización y de la austeridad social para hacerlo “competitivo” , y la apertura de los sectores públicos, de las industrias protegidas y de los recursos naturales a la explotación comercial. Mediante este proceso los estados neo-liberales institucionalizan localmente las nuevas relaciones de clase globales discutidas más arriba. Los estados nacionales neo-liberales de finales del siglo XX reflejan la nueva correlación histórica de fuerzas sociales que emergió tras la quiebra de las estructuras de estado capitalistas que se formaron en un particular período e la lucha de clases entre los 1890s y los 1970s.
De este modo, lejos del “fin del estado-nación”, como se ha proclamado en una cascada de estudios recientes, estamos sendo testigos de su transformación en estados neo-liberales. Estos estados neo-liberales, como elementos componentes del ETN, proveen servicios esenciales al capital. Los gobiernos nacionales sirven como correas de transmisión y como filtros para la imposición de la agenda transnacional. Agréguese a esto que ellos realizan tres funciones esenciales: 1) adoptan las políticas monetarias y fiscales que aseguran la estabilidad macroeconómica; 2) proveen la infraestructura básica, necesaria para la actividad económica global (puertos y aeropuertos, redes de comunicación, sistemas educativos, etc.), y 3) proporcionan orden social, esto es, estabilidad, lo que requiere instrumentos de sostén de la coerción directa y aparatos ideológicos. Cuando la elite “transnacional” habla de “gobierno”, se refiere a esas funciones y a la capacidad para cumplirlas. Esto queda explícito en el Informe de 1977 sobre Desarrollo Mundial de parte del Banco Mundial, El Estado en un Mundo que Cambia, que señala que la enseña del estado nacional es esencial para la globalización. En las propias palabras del BM: “la globalización comienza en casa”. Pero las funciones del estado neo-liberal son contradictorias. A medida que la globalización avanza, la cohesión social interna declina junto con la integración económica nacional. El estado neo-liberal retiene poderes esenciales para facilitar la globalización, pero pierde la habilidad para armonizar intereses sociales conflictivos dentro de un país, para realizar la función histórica de sostener la unidad de formaciones sociales concebidas nacionalmente, y de alcanzar la legitimidad. El resultado es una dramática intensificación de crisis de legitimidad, una contradicción interna del sistema de capitalismo global.
Conclusiones: Movilización Transnacional desde Abajo para Contrarrestar la Movilización Transnacional desde Arriba.
Dadas así las cosas,¿ qué se puede hacer? ¿Aplastar al ETN e intentar un retorno a los proyectos populares de cambio social del estado-nación? El problema con tales propuestas es que la globalización, que comprende tanto a agencias como a estructura, no es un proyecto concebido, planeado y ejecutado al nivel de la intencionalidad. Pienso que debemos mirar hacia delante y no hacia atrás. Procesos históricos de este tipo no pueden ser revertidos tal cual, pero pueden ser influidos, redireccionados y trascendidos. Esto nos vuelve hacia mi afirmación inicial de que el materialismo histórico es liberador precisamente porque revela la especificidad histórica de las formas de vida social existentes. Los proyectos de emancipación operan en la historia. Como Marx nos habría recordado, hacemos nuestra historia, pero no la hacemos justo como queremos, “sino bajo las circunstancias que encontramos, dadas o transmitidas desde el pasado”.
No es inevitable que una nueva elite transnacional llegue a consolidar su hegemonía política y económica. Una crisis económica grande o el colapso puede llevar a un callejón sin salida a este proceso o empujarlo en direcciones imprevisibles. El capital transnacional goza de un poder estructural sin precedentes por sobre las clases populares a nivel mundial, pero esta es una coyuntura histórica y no una característica fija del sistema. La confianza que transpiraba la burguesía transnacional en las últimas décadas del siglo XX – con su tesis del “fin de la historia”,etc—ha cedido el lugar a miedos frente a crisis que vienen a manifestarse crecientemente como contradicciones internas del capitalismo global. La recesión mundial de los noventas expuso la fragilidad del sistema monetario mundial y causó una creciente alarma y fisuras que se extendían en los círculos internos de la clase dirigente global. A medida que la década llegaba a su fin se alzó un coro de voces desde el interior de la elite global clamando por una regulación financiera global centralizada y numerosas propuestas fueron hechas para alcanzar esta meta, propuestas que iban desde la creación de un banco central mundial a la transformación del FMI en un verdadero “prestamista de última instancia”. Estos desarrollos subrayan el intento de la clase capitalista transnacional de alcanzar algún orden regulatorio, dada la incapacidad del incipiente ETN para estabilizar el sistema.
El capitalismo ha sido siempre un sistema violento e inestable, henchido de contradicciones. Todas las contradicciones hermanadas al sistema capitalista están saliendo a la superficie en la nueva época de la globalización, en particular, la sobreacumulación y la polarización social a escala mundial. En el pasado estas contradicciones conducían a crisis periódicas que resultaban de tiempo en tiempo en reorganizaciones del sistema. Por ejemplo, el imperialismo permitía a los países centrales desplazar hacia el mundo colonial, momentáneamente, algunos de los antagonismos más agudos que generaba el capitalismo, mientras los mecanismos keynesianos de absorción, tales como la creación de crédito, posponían la sobreacumulación de crisis. Pero muchas sino todas las crisis recurrentes del capitalismo han sido mediadas por el estado-nación. Bajo la globalización el estado nacional es menos capaz de manejar sus crisis de tan diversa especie, así también el ETN emergente está mal preparado para resolverlas, especialmente esas crisis de sobreacumulación y las de polarización social. Aún cuando el sistema financiero global pudiera ser sujeto a regulación, simplemente no existen los mecanismos para estrategias de absorción, ni el sistema provee bases para un proyecto de legitimación.
En la nueva época no está claro de que modo las contradicciones del sistema podrían ser puestas fuera de juego, pero ciertamente hay en el horizonte nuevas oportunidades para proyectos emancipatorios. Hablar de la globalización como la culminación del extenso crecimiento capitalista y de su acelerada conquista de las esferas no-capitalistas, es aceptar que hay una serie de dinámicas y contradicciones históricas que están siendo modificadas o suplantadas por estas nuevas circunstancias: El sistema no será derrotado por retos externos a su lógica, tales como lo fueron los países del antiguo Bloque Soviético y los movimientos de liberación del Tercer Mundo. Más bien la derrota vendrá desde dentro del propio sistema global. Las contradicciones entre las clases capitalistas y pre-capitalistas, por ejemplo, cada día son más irrelevantes. La resistencia a la colonización capitalista desde fuera está cediendo el terreno a la resistencia al capitalismo desde dentro. La penetración universal del capitalismo a través de la globalización arrastra a todos los pueblos no solamente hacia las redes de las relaciones de mercado sino también hacia las redes de la resistencia.
Defender la relevancia de Marx y la continua vitalidad del materialismo histórico no es decir que todo lo que Marx haya dicho es todavía aplicable a las condiciones que enfrenta la humanidad en el nuevo milenio. Por el contrario, cualquier proposición de ese tipo llega a ser un dogma, intelectualmente estéril y políticamente incapacitador. El argumento de Marx y de Engels de que “ el proletariado de cada país debe, por supuesto resolver sus problemas con su propia burguesía”, hoy está fuera de época. “Su propia burguesía” es ahora transnacional; cada burguesía “nacional” es al mismo tiempo la burguesía del proletariado de numerosos países. Las clases populares en la edad de la globalización necesitan transnacionalizar sus luchas. La movilización de la burguesía transnacional desde arriba sólo puede ser contrarrestada por una movilización transnacional desde abajo . Las clases trabajadoras y populares cuyo punto de apoyo había sido el estado nacional, necesitan y deben transponer hacia el espacio transnacional sus manifestaciones y su capacidad para plantear demandas al sistema. Esto significa desarrollar los mecanismos –las alianzas, las redes, las acciones directas y las organizaciones—que permitan una resistencia transnacional. Esto también significa desarrollar una ideología y política socialista transnacional que tenga en la mira al ETN como terreno a disputar.
Reconocimientos
Quisiera agradecer a James R Maupin, a Gioconda Robinson y a Jeffrey Mitchell por sus comentarios a los primeros borradores de este ensayo.
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(*) William I. Robinson pertenece al Department of Sociology and Anthropology de la New México State University, Las Cruces, NM 88003. e.mail: wirobins@nmsu.edu
Este trabajo fue presentado al Taller Transatlántico sobre “Materialismo Histórico y la Globalización” que se realizó en la Universidad de Warwick en abril de 1998.
Enlaces sobre Corporaciones Transacionales, el Estado y la Globalización:
Transnational Corporate Research
Recursos de Revista Globalización:
Transnatonal Corporations (artículos):
Transnational Corporatios and World Trade.
"Unhappy Families: Global Capitalism in a World of Nation-States":