El financiamiento por parte de agencias del gobierno norteamericano a los grupos de la oposición golpista de nuestro país puesto al descubierto recientemente por la desclasificación de alguna documentación lograda por el esfuerzo desinterasado y solidario de amigos de ese gran pueblo del norte, desenmascara a quienes los días previos y poteriores al golpe de abril/02 negaban las persistentes denuncias que en dicho sentido agrupaciones y voceros que defienden este proceso de transformación bolivariana conducido por el Comandante Hugo Chávez Frías lanzaban en todos los posibles escenarios que tenían a su alcance, excluyendo, obviamante, los grandes medios de información redioeléctricos y escritos, simple y llanamente porque ese poder mediático era uno y, sigue siéndole, quien recibe de esas agencias cuantiosas sumas de dólares.
Pero para nadie ha sido un secreto que eso ha sido una constante en la política exterior norteamericana allende de sus fronteras de muy vieja data, como parte de una estrategia de comprar conciencias y voluntades a fin de expandir su poder político y económico sin mayores contratiempos, pues esa política se apoya en la tesis de que el dinero todo lo compra. Para ellos el sentido de patria y la concepción de la soberanía como algo que le es consustancial y sagrado a los pueblos, no cuenta. Lo importante es ganerse a fuerza de buen dinero alguno que otro traidor dispuesto a vender a su patria y la de estrechar mayores vínculos de cooperación y asistencia con organizaciones tradicionalmente proimperialistas, con los cuales tener la capacidad de articular acciones de desestabilización a toda escala posible de aquellos gobiernos que osan llevar adelante políticas autónomas en el marco de planes y programas orientados a favorecer a las grandes mayorías que por décadas han estado ab andonadas a su suerte y que por tradición sólo han servido para trabajar en condiciones infrahumanas y sujetas, además, a los caprichosos vaivenes de un capitalismo salvaje que cuando advierte que sus inversiones producen mayores beneficios en ramos distintos o que, en otras áreas del globo éstos pudieran incrementarse en algunos puntos hacia arriba, pues optan por declarar sus negocios en quiebra o, simplemente, se marchan dejando una estela de desempleados sin esperanza alguna. Esa ha sido una constante y por meras causas teóricas y prácticas esos son los altos fines que le dan forma real y concreta al modelo neoliberal. Se repite, por ejemplo, como una sentencia sagrada que el capital no tiene sentimientos y que estará sólo y unicamente donde pueda multiplicarse mil veces... Para el capital el ser humano es un instrumento más y, en última instancia, no lo es más allá que un robot como cualquier otro que puede servir siempre y cuando se le instruya o se le "programe" para que produzca bienes sin fin...
En esos esfuerzos los desastres que el imperio le ha inflingido a nuestra América Latina han sido incontables. Antes se hacían bajo las llamadas operaciones encubiertas y es así como en 1.954 logró derrocar el régimen democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala por cuanto ese honorable ciudadano, cuyo nombre honra la historia hermosa de ese pueblo hermano, tomó la decisión soberana de expropiar extensas áreas inexplotadas propiedad de la United Fruit Company. El esfuerzo desestabilizar y la caída de dicho gobierno se hizo a través de CIA en connivencia con la oligarquía y grupos militares de la derecha más reclacitrante y esto lo vinimos a saber oficialmente apenas en 1.994, hace escasos ocho años, pues en aquél entonces todo se manejaba en el más absoluto hermetismo. Joa Goulart le ocurrió lo propio en Brasil en 1.964 e igualmente detrás de ese otro derrocamiento estaba la CIA y sus alforjas llenas de dólares.
El mundo ha venido a conocer los entretelones de la conjura de esa macabra agencia en tierras cariocas hace apenas pocos meses. En el 73 le correspondió el turno a Salvador Allende, en donde, por cierto, para la CIA fue un hueso duro de roer, pues quiso impedirle años antes su elección como presidente, ordenando entre otros miles de actos de terrorismo del más puro, el asesinato del Comandante General del Ejército René Schneider, muerte esa innecesaria, pues Allende ganó las elecciones 1.970, hasta que logra su derrocamiento y asesinato ese año de 1.973. Ha habido otros casos que nos ocuparía excesivo espacio, aun cuando no queremos dejar de mencionar el último ocurrido hace escasas semanas en Haití, con el derrocamiento y secuestro del Presidente Constitucional Jean Bertran Aristide. La intromisión en este caso no puedo ser más descarada. La CIA contrató a integrantes del ejército que años antes había sido disuelto y a miembros de la terrorífica policía política de la era Duvallierista, quienes en menos de dos meses logran el control ab soluto del país y con ello el traslado de Aristide y de su familia en forma obligada a un país de Africa Central en aviones de la fuerza aérea de los Estados Unidos.
De manera que así actúa el imperio y hoy lo hace a viva voz ante un mundo que ya no está dispuesto a calárselo. Es la primera y más poderosa potencia del mundo.
En eso no tenemos la menor duda y aun cuando apoyado en ese poderío comete las fechorías y atropellos que se le antojan en nombre de un derecho que se auto atribuye de velar por la libertad y la paz de los pueblos del mundo, cuando nadie se lo ha otorgado, advertimos dentro de un opimismo realista que los vientos en distintas latitudes ya no soplan a su favor, como ocurría hasta ayer nomás.
Los movimientos sociales de renovado brío, conducidos por una nueva generación de líderes que germinan como la hierba por los campos y caminos de esta América ansiosa de librar su batalla definitiva por la libertad y la autodeterminación de los pueblos, es prueba fehaciente de que, efectivamente, huracanados vientos ya iniciaron la urgente misión de borrar de nuestros mapas la escoria de la traición más abyecta, como primera tarea profiláctica, para luego arremeter con la furia jamás conocida, contra los esfuerzos proimperialistas provengan de donde provengan. La férrea resistencia iraquí a la agresión anglosajona es una demostración muy clara y contundente de que otro mundo está alzando su voz. Si ayer la agresión a Vietnam no les fue suficiente, con esta ya les será sumamente difícil, luego de que han muerto más de 700 marines después que entraron hace apenas un año triunfantes a Bagdad, a Mosul, a Basora, a Faluyha... seguir engañando no ya al mundo, que ya los conoce su ficientemente, sino a su propio pueblo. La salida de las tropas españolas de la zona por orden del nuevo presidente español Rodríguez Zapatero, les asesta un durísimo golpe del cual muy difícil podrán recuperarse, pues esta sabia decisión de una política antiguerrerista devuelve, sin duda, a Europa y al mundo todo, claras señales de que no fue posible revivir en España el franquismo, hijo legítimo del facismo y el nazismo y acerca del cual el fundador del partido de Aznar, el Partido Popular, Señor Manuel Fraga, suele añorar con bastante frecuencia la personalidad genial del Caudillo por la Gracia de Dios, a quien le sirvió en su gobiero dictatorial por varios años al frente de altas responsabilidades gubernamentales.
Pero no basta con esperar que esa furia implacable de los nuevos vientos de América se desate indetenible por obra de la naturaleza, hay que generar las condiciones indispensables para que el núcleo de ese huracán se agigante y se lance sin premura en pos de esa esperanza tan ansiada de cambios. Hay que organizarse con sentido de patria grande. Dejar a un lado las mezquindades, así como el protagonismo insulso y ajeno a todo intento creativo. Entender la necesidad de trabajar con un alto sentido solidario, contribuyendo a que todo lo que nos corresponda a hacer sirva, sin lugar a ningún tipo de duda, para mejorar las condiciones de los que menos tienen. Estar permanentemente vigilantes para evitar los desaciertos y las iniquidades. Tener la autoridad moral suficiente y la capacidad necesarias para impedir que el principio de autoridad pretenda en algún momento sustituir la racionalidad. Generar de forma permanente condiciones para el diálogo en todo momento y ante la circunst ancia que sea. Aprender a vivir para que el trabajo que nos corresponda adelantar no solamente nos dignifique, sino para que éste sea motivo y causa suficiente que nos acerque a un nivel satisfactorio de felicidad personal, de familia y de amigos. En fin, los tiempos que nos esperan nos abren una clara esperanza cierta de cambios para un país que tiene todo lo necesario para ser digno de ejemplo de los pueblos del mundo.
No olvidemos por ningún motivo que el objetivo de este proceso de transformación bolivariana es acabar con la injusticia, crear una sociedad de iguales en donde todos tengamos la oportunidad de crecer hacia lo trascendente, hacia todo aquello que signifique progreso, desarrollo moral, intelectual y, por supuesto, el mayor bienestar posible en todos los órdenes de la vida.
¡Adelante...compatriotas! Vencer es la consigna...!
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