El organismo humano, sufre múltiples trasformaciones en el transcurso de la vida, siendo estos cambios más marcados entre la niñez y la adolescencia, período en el cual ocurren los procesos de crecimiento y desarrollo físicos, cuya manifestación última no depende únicamente de la herencia, sino de la interacción de cada individuo con el medio ambiente que le rodea, situación a la que no escapan los niños y jóvenes practicantes deportistas.
Las investigaciones realizadas al respecto han permitido identificar, aún sin límites claros, ciertos períodos dentro del proceso de madurez de los individuos, donde la el aprendizaje y perfeccionamiento de ciertas valencias físicas parece estar favorecido. Esta teoría se conoce con el nombre de “fases sensibles” para el entrenamiento, la cual combina la idea de la optimización de las valencias físicas, considerando la edad biológica del individuo. Aún cuando no existe consenso teórico al respecto, los autores coinciden en señalar que, en las llamadas fases sensibles, el organismo desarrolla una especie de sensibilidad particular para adquirir con rapidez modelos específicos de comportamiento o bien estar favorablemente dispuesto hacia el aprendizaje de determinadas experiencias, siendo este un momento absolutamente individual.
Dentro de estas fases, pueden distinguirse ciertas etapas limitadas, las cuales reciben el nombre de períodos críticos, donde el organismo es receptivo a ciertas características del ambiente durante períodos muy breves y limitados con precisión en el tiempo. Antes y después de ese período, el organismo es insensible a esos hechos y no reacciona a ellos; reacción que podría ser un aprendizaje, o un nexo afectivo muy intenso o la modificación funcional de las células nerviosas sensitivas. Este fenómeno suele entenderse, no como una etapa rigurosamente determinada del desarrollo individual (la edad infantil, adolescente o joven), sino como el periodo caracterizado por la mayor sensibilidad a la acción de los factores tanto favorables como desfavorables del medio exterior. En otras palabras, son los periodos en donde la fusión de los factores genéticos y ambientales es la más completa y, por tanto, el aprendizaje de ciertas destrezas físicas podría verse favorecido.
No obstante, debido al desconocimiento que existe entre la mayor parte de los entrenadores acerca de los patrones que siguen el crecimiento y desarrollo del organismo en la transición de la niñez a la adultez, así como el carácter generalizante del entrenamiento a edades específicas, se hace casi cuesta arriba identificar asertivamente los períodos donde el niño o joven deportista puede obtener sus mejores resultados, exponiéndolos a lesiones causadas por sobrecargas e incluso, el acortamiento de su carrera deportiva, debido a que no alcanzan los resultados esperados. Si a esto añadimos que en la actualidad estamos ante una especialización a edades cada vez más tempranas en muchas disciplinas deportivas como la gimnasia, natación, patinaje, tenis y los saltos ornamentales, entre otros, el panorama no resulta muy alentador, toda vez que el ignorar las leyes biológicas que regulan el desarrollo físico y las repuestas del organismo al entrenamiento en diferentes fases de la vida, trae consigo el retiro prematuro de muchos de los llamados “jóvenes” talentos.
Este efecto perjudicial podría verse compensado, analizando para cada niño o joven deportista, lo que los especialistas han denominado “los tres problemas principales”: 1-la edad en la cual se puede y debe producirse la iniciación deportiva; 2-la eficacia de los aprendizajes en los niños y, 3- la naturaleza de las acciones pedagógicas dirigidas a los jóvenes. Nosotros agregamos una nueva incógnita: ¿Hasta qué punto está claro el inicio y fin de estos procesos? Ante estas interrogantes existe una contradicción: no empezar demasiado temprano, para evitar las consecuencias negativas o los efectos secundarios de la práctica precoz o, no empezar demasiado tarde, con el fin de poner al niño en las mejores condiciones con vista a la consecución de altos logros en el futuro. Puede verse que no se trata de patrones rígidos, sino que el estudio de estos problemas a escala individual, en todo caso, han de ser valorados desde el punto de vista pedagógico, pues representan un momento donde debe acentuarse el proceso educativo sobre el desempeño en algunas capacidades, las cuales permitirían mejorar en el futuro el rendimiento del deportista.
Pese a todas las controversias generadas en torno a las hipótesis de las fases sensibles, algunos especialistas coinciden en señalar que la fase ideal de aprendizaje en niñas se podría ubicar entre los 8 y 11 años y su periodo crítico (más sensible) alrededor de los 12 y 13 años. Por su parte, los niños tienen su fase más favorable entre los 12 y 13 años, mientras su periodo crítico más evidente se encuentra en torno a los 13-15 años. Por ejemplo, la capacidad de aprendizaje de las habilidades motrices y de las técnicas deportivas experimenta una primera fase sensible al final de la edad escolar temprana, que se intensifica en la edad escolar avanzada. Asimismo se prevé una segunda fase al empezar la adolescencia, presentándose, entre los 13 y 14 años en las chicas y a los 15 años en los chicos, la etapa de máximo desarrollo de las habilidades, siendo las principales responsables de las diferencias interindividuales la maduración biológica y la experiencia motora.
Lo antes dicho permite indicar que un proceso de desarrollo biológico en el cual se conjuguen favorablemente las fases sensibles con el entrenamiento adecuado, permitirá que el equilibrio o reacciones homeostáticas (movilización de reservas, síntesis de proteínas y activación de defensa del organismo), en niños y jóvenes se produzcan de manera ajustada y más rápidamente, optimizando el rendimiento. Asimismo, el conocimiento de una estimación apropiada de la edad biológica, es vital para una correcta planificación del entrenamiento en el deporte menor, evitando que ocurran lesiones deportivas, fatiga crónica o sobreentrenamiento. De este modo, se produce la adecuada conducción y especialización hacia el alto rendimiento
Se debe orientar a los organismos involucrados en el deporte, con especial atención en aquellas disciplinas donde la colisión o contacto es su práctica y las lesiones son frecuentes, sobre la conveniencia de clasificar o agrupar a los niños y jóvenes de acuerdo a su madurez, estatura, masa corporal y habilidad, y no sólo en base a la edad cronológica y la masa corporal, correspondiéndole a los entrenadores jugar un papel preponderante en la implementación de estas recomendaciones.
En este sentido, destacamos que nuestra Universidad Iberoamericana del Deporte cuenta con programa de estudios de pregrado en Entrenamiento Deportivo, cuyos egresados contarán con una formación que les permitirá hacer frente a este y otros de los retos que suponen la formación de los campeones bolivarianos.
pedro_garciaa@yahoo.es