El proceso revolucionario venezolano se ha desarrollado sobre un único e indispensable pilar: la soberanía popular. Los intentos por derrumbar este pilar han sido incesantes, golpe de Estado, sabotaje petrolero, guerra sucia mediática, financiamiento internacional, delitos electorales y pare usted de contar. Sin embargo, y para sorpresa de los poderosos y los estrategas del norte del continente, el pilar se mantiene firme e intacto. La convocatoria a referéndum revocatorio presidencial lejos de convertirse en un intento más por derrumbarlo, se transformará en el reforzamiento, en la consolidación definitiva del pilar.
Estamos pues ante una contienda democrática sin precedentes. Se nos presentan dos opciones: por una parte mantener y consolidar la soberanía popular nacional mediante la construcción de una vía democrática humanística de inclusión social; por la otra caer en el juego de los poderosos, derrumbar el pilar y regresar a los tiempos del entreguismo y la ausencia de soberanía, profundizando la inexplicable exclusión social en nuestra sociedad. Los medios serán la punta de lanza de la segunda opción, trataran, como lo han venido haciendo en los últimos 5 años, de dañar moralmente al gobierno y al Presidente para ganar adeptos sobre la base de mentiras, infamias, y sobretodo, de terror.
Muchos opositores se han sentido defraudados con la posición del Presidente Chávez al aceptar el reto del referéndum. Muchos de ellos querían seguir jugando a los demócratas versus el tirano. Pero el supuesto dictador les dio una lección de democracia, un baño de tolerancia, los llevo directamente al terreno de los votos. En este momento los medios andan confundidos, tratando de maximizar extraños sucesos violentos en el centro de Caracas, desesperados porque ya la imagen de tiranía que ellos han querido endilgarle al gobierno popular venezolano, ha quedado borrada de los titulares de las agencias internacionales de prensa. Ellos saben que se están jugando la última carta, que si pierden esta partida lo pierden todo.
Los venezolanos tenemos en nuestras manos y nuestra voluntad la posibilidad de ponerle punto y final definitivo a la cuarta república. La victoria inminente del Presidente Chávez en el revocatorio se proyectara de manera inexorable en el tiempo y el espacio. En el tiempo porque significará, no sólo un triunfo en 2004, sino que como consecuencia asegurará la victoria en las elecciones presidenciales de 2006. En el espacio nacional porque garantizará sorprendentes resultados en las elecciones regionales de septiembre que afianzarán la revolución en los estados y municipios. E igualmente en el espacio internacional pues varios son los gobiernos que analizan expectantes lo que ocurre en Venezuela para dirigir sus pasos hacia la autonomía y la inclusión, así como también millones son los latinoamericanos que ven en el Gobierno Bolivariano un punto de referencia para repetir en sus países experiencias semejantes.
El proceso de cambios en Venezuela se alimenta, se nutre, se fortalece con votos, con democracia, con equidad. Aunque a algunos lee parezca maniqueísta la oposición venezolana ha puesto al pueblo ante varios dilemas, aunque sencillos: futuro o pasado; inclusión o exclusión; igualdad o desigualdad; poder de las mayorías o poder de las minorías; soberanía o entreguismo; planes nacionales de desarrollo o planes transnacionales de adhesión; Caracas o Miami; Chávez o Bush. Y con esos votos que sustentan el proceso los venezolanos van a darle respuesta contundente a cada uno de estos dilemas. El referéndum no hará más que consolidar la Revolución Bolivariana, reafirmar el liderazgo de Hugo Chávez en Venezuela y América Latina.
Ahora bien, cada uno de los venezolanos que somos parte integrante del pilar de la soberanía popular nacional, debemos mantener la guardia alta, dar pasos firmes hacia adelante y trabajar arduamente para garantizar que la avalancha de votos del referéndum revocatorio se lleve por delante el pasado, sus dirigentes, sus planes desestabilizadores y sus pretensiones de vender la patria. Cada uno de nosotros debe ser un multiplicador de los principios y logros del proceso, un defensor de la Constitución y un agente activo de la campaña refrendaria que se avecina. No será precisamente el pueblo el que mate los sueños y la esperanza. La victoria debe ser aplastante para que jamás osen levantar de nuevo sus voces o sus armas contra la República, contra el ideal Bolivariano, contra la justicia, contra la paz.
(*)Internacionalista