Hay algo que preocupa a los países centrales: de los tres negocios más lucrativos en el mundo -narcotráfico, armas e hidrocarburos- sólo el último es en parte controlado por países en desarrollo, pero de él depende en su totalidad el destino del llamado Primer Mundo. La batalla está entablada y los países centrales y sus empresas trasnacionales están dispuestas a quedarse con el dominio de las reservas energéticas.
Hasta hace muy poco, la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) era un icono incuestionable, pero en los últimos meses la caída de una serie de mitos sobre desempeño, rendimiento y eficiencia de la principal industria del país, puso en el tapete un rosario de problemas en las reglas de funcionamiento de la corporación y dejó al descubierto que la realidad de la empresa era "el secreto mejor guardado del Caribe" hasta para los venezolanos, que temen que el oro negro haya producido un gran agujero de ese mismo color.
PDVSA es un complejo monopolio público que opera a escala internacional a través de una madeja de empresas relacionadas, sobre cuyo funcionamiento y resultados no se tiene el menor monitoreo público, excepto el de la propia gerencia. Hay una frase acuñada por gobiernos anteriores: "pdvsa es un Estado dentro del Estado". Todo venezolano sabe que es propietario de pdvsa, y que por eso, por ejemplo, el precio del litro de la gasolina refinada es de nueve centavos de dólar.
En 1976, año de la nacionalización del petróleo, el fisco venezolano recibía 74,4 por ciento del total de los ingresos de pdvsa como ingresos fiscales, pero en 2000 recibía apenas 23,2 por ciento de los ingresos totales de la estatal petrolera.
Si bien el reciente conflicto estalló con el nombramiento de una nueva junta directiva por el único accionista -el Estado-, en la que la burocracia tecnócrata del organismo no estaba contemplada, éste venía desarrollándose desde hace más de un lustro, cuando la alta gerencia durante el gobierno de Rafael Caldera apostó a una política basada en los volúmenes y la prescindencia de la opep: el barril de petróleo cayó a menos de siete dólares y re-despertó las ansias de privatización.
Para el analista Rubén Armendáriz, una paralización de actividades operativas de pdvsa, que afectase la exportación de crudos y productos, hubiera significado el cierre de mercados financieros para el país, el embargo de sus bienes y valores en el exterior, la devaluación acelerada del bolívar, además de los efectos internos para la propia empresa. Recordó que un acto de sabotaje realizado el viernes 5 en una refinería -El Palito- significó contaminación de combustibles depositados en tanques y averías en varios sistemas de almacenamiento y distribución.
No era de descartar que la oposición se pusiera del lado de la alta gerencia -cuyos salarios individuales fluctúan entre 100 mil y 4 millones de dólares anuales, sin contar con otros muchísimos beneficios-: todo sirve para tratar de "bajar por las buenas o por las malas" al presidente Hugo Chávez. pdvsa tiene en su nómina ejecutiva alrededor de 870 personas -650 de ellas en Caracas donde no se produce ni refina petróleo- a los cuales se pagaron salarios por 208 millones de dólares en 2001, año en que se cancelaron 762,5 millones de dólares a los restantes 18.200 trabajadores de nómina menor y diaria.
El conflicto, alentado por los medios privados de comunicación, tuvo su momento de gloria el viernes 12 de abril, cuando el máximo dirigente de la central empresarial Fedecamaras, Pedro Carmona, logró ser dictador por un día, con el financiamiento de su patrón en la petrolera Venoco, Isaac Pérez Recao, y del megaempresario Gustavo Cisneros (Direct tv, Venevisión, Coca-Cola), quien desde hace años quiere echarle mano a citgo, la filial estadounidense de pdvsa.
Siempre se supo que la estatal venezolana era la caja chica -o grande- de los partidos políticos, que allí se traficaba con información privilegiada -hasta hubo casos de petroespías-, que existían sociedades instrumentales que dejaban fuera de balances una serie de deudas y activos, que se sumaban procesos viciados de suministros y donde el personal -multiplicado por los últimos presidentes de la corporación- estaba protegido por un "obsceno" contrato colectivo.
La oposición ha querido mostrar el conflicto como una confrontación entre un gobierno voraz que quiere politizar a una empresa inmaculada, y un grupo de "intachables" tecnócratas que representan lo mejor del pensamiento moderno y la gerencia globalizante. Pero lo cierto es que lo que se quiere mantener en pdvsa es una plataforma conceptual típica de la nomenklatura soviética -conservar el peso de la gerencia operativa en la junta directiva de la corporación y sobre todo en el control de la decisiones-, máxime cuando el debate de hoy, después del caso Enron, es la administración, el gobierno de las grandes corporaciones.
Desde hace más de un lustro se plantea que una vía para resolver los problemas que padece pdvsa -donde las directivas eran conformadas por los propios ejecutivos gestores, con ausencia de elementales mecanismos de control y balance- pasa por la configuración de una directiva independiente de la gerencia, que establezca efectivos mecanismos de monitoreo y control, con rendición de cuentas a la sociedad. Todo el conflicto muestra que en lo que insiste la llamada nómina mayor de la corporación es conservar la gerencia de pdvsa fuera de toda fiscalización y rendición de cuentas.
Hoy el gobierno denuncia -entre otras cosas- que la nómina mayor manejaba directamente contrataciones multimillonarias, que modificaba las condiciones básicas de contratación para favorecer a empresas vinculadas con ella, y generaba supuestas necesidades de tecnología con el fin de favorecer intereses particulares. Rodolfo Gutiérrez, diputado oficialista y técnico petrolero, dijo que "hay que dejar claro que la política petrolera de este gobierno ha dado resultados, jugando a una estrategia de precios y no a una de mercado. Que el gobierno se haya dedicado poner a pdvsa en función del país, y no en función de sí misma como venía sucediendo, se ve reflejado en los precios".
El experto petrolero Rafael Quiroz atacó la política de la administración anterior de pdvsa y denunció que es imposible que citgo -empresa filial de pdvsa-, con una red de distribución de 15.075 estaciones de servicio en Estados Unidos y ocho refinerías allí, haya dado el año pasado 213 millones de dólares como utilidad neta. "Y que teniendo en Europa nueve refinerías y dos en el Caribe, o sea, 19 fuera del país, tres veces más de las que tenemos acá, las utilidades netas no pasen de 500 o 600 millones de dólares."
Para algunos economistas, una verdadera reestructuración de pdvsa -que aún no ha sido planteada por el gobierno- exige asumir la agenda internacional para atender la transparencia de la información y la efectiva rendición de cuentas, el control de las sociedades de papel que permiten sacar activos y deudas fuera de balances, la ampliación de las incompatibilidades y la prevención de los conflictos de interés y, sobre todo, que se castigue con fuerza el mal uso de la información privilegiada.
LOS COSTOS
Revisar los números es como abrir una caja de Pandora. Para el economista Tobías Nóbrega, lo malo no es que las compras tengan un elevado peso en los costos totales, sino que los costos de operación, exploración y otros, deducidos los impuestos, representan más en el caso de pdvsa que en el de sus principales competidores, mientras las regalías han pesado menos que en los otros.
Durante el trienio 1998-2000 mientras pdvsa dedicaba 42 por ciento de sus gastos a compras de crudos y productos, y apenas 11 por ciento a impuestos de explotación, destinaba 47 por ciento del total a gastos de operación, exploración y otros. En tanto que en ese lapso Royal Dutch Shell dedicaba 61 por ciento a compras, nada más y nada menos que 30 por ciento a impuestos de explotación y tan sólo 9 por ciento al resto, es decir sólo una quinta parte de lo destinado por pdvsa. En el caso de Exxon-Mobil la estructura es 46 por ciento a compras de crudos y productos, 31 por ciento a impuestos de explotación y 23 por ciento a costos de operación.
EL SECRETO MEJOR GUARDADO
Demasiados venezolanos creen que PDVSA es una de las mayores petroleras del mundo, pero para 1999 (no ha sido posible acceder al balance de 2001) ocupaba el puesto 11 entre las principales empresas por nivel de ventas, por debajo de Pemex, Sinopec -de China- y eni -de Italia-, y muy cerca de sk de Corea del Sur. Desde entonces ha subido escalones en virtud de los procesos de fusiones, pero aún está lejos de las más grandes en cuanto a ingresos, activo y patrimonio.
En 2000 sus ingresos consolidados fueron de 53,7 mil millones de dólares, menos de una cuarta parte de los de Exxon-Mobil y menos de un tercio de los de Royal Dutch Shell o British Petroleum (bp), mientras que su patrimonio fue de 38 mil millones de dólares, entre la mitad y un tercio de las grandes petroleras. Para el período 1998-2000, el promedio de esas cuatro empresas (incluyendo a la "pequeña" Texaco) superaba a pdvsa en 3,6 veces en ingresos, 1,6 veces en ganancias antes de impuestos, 1,9 veces en activos, 1,4 veces en patrimonio.
TRAICIÓN EMPRESARIAL
Para quienes venían preparando la caída de Chávez desde hacía varios meses, la huelga general era fundamental en la estrategia. Y para la huelga, el factor fundamental era Carlos Ortega, presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, quien desde el 10 de diciembre, fecha del primer paro, recibía crecientes presiones para convocarla.
Un joven empresario-heredero de 32 años de edad, Isaac Pérez Recao, patrón de Pedro Carmona en la petrolera Venoco, fue enlace con los militares dispuestos a alzarse y quien financió la mayoría de los manifiestos y los honorarios de los abogados de los militares - espontáneos- que se iban manifestando contra Chávez. Junto a Carmona estuvo siempre Gustavo Cisneros, el dueño de Direct tv, Telcel, Venevisión y accionista de muchas empresas trasnacionales, entre ellas Coca-Cola, a quien algunos de sus empleados lo quisieron catapultar como el Berlusconi venezolano.
El jueves 11 se produjo una enorme concentración de la oposición en la urbanización Chuao, el este de Caracas, y algunos dirigentes decidieron que los manifestantes marcharan hacia el Palacio de Miraflores, donde se sabía que era inminente un enfrentamiento con los chavistas que rodeaban la sede del Ejecutivo. Desde los edificios adyacentes al palacio, francotiradores comenzaron la matanza que dejó unos 25 muertos, extrañamente la mayoría de ellos chavistas.
Así se lograron los muertos necesarios para dar la luz verde al golpe de Estado y cumplir con el sueño del buena parte del empresariado, del Episcopado, de la cúpula sindical y algunos estamentos militares: sacar a Chávez de la presidencia.
Cuando la matanza, Ortega y Carmona no estaban en la marcha sino que, invitados por Cisneros, estaban cómodamente instalados en el búnker de Venevisión, junto con el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Baltazar Porras, el empresario periodístico Rafael Poleo y el ex ministro del Interior chavista, el octogenario Luis Miquilena, quien iba a anunciar su separación expresa y pública del gobierno de Chávez. En determinado momento, Carmona dijo sentirse fatigado y pidió retirarse por algunas horas para ir a descansar y reanudar la conversación en la siguiente mañana. Pero desde el Fuerte Tiuna informaban que Carmona estaba allí, en la oficina del general Vázquez Velasco, comandante en jefe del Ejército. Ortega, visiblemente ofuscado, habló por su celular consecutivamente con Carmona y Vázquez, y se abstuvo de ir al recinto militar. La alianza obrero-empresarial aparentemente había terminado con una previsible traición.
Un crimen perfecto
Ignacio Ramonet
Editorial de Le Monde Diplomatique, junio de 2002
Tenemos que insistir en el tema del golpe de Estado del 11 de abril, en Venezuela, contra el Presidente Hugo Chávez (1). El Presidente fue restablecido en sus funciones muy rápidamente, pero aún estamos lejos de haber sacado todas las lecciones de ese singular putsch que es un verdadero caso de estudio. Tales lecciones parecen indispensables para intentar evitar el nuevo levantamiento militar que se ha anunciado en Caracas...
Lo que, en primer lugar, resulta de mayor estupor es la ausencia casi total de reacción internacional positiva frente al crimen abominable cometido contra un gobierno que conduce, con el mayor respeto a las libertades, un programa moderado de transformaciones sociales y que encarna la única experiencia de socialismo democrático en América Latina.
Resulta por lo tanto de gran aflicción poder constatar que los partidos socialdemócratas europeos, entre ellos el Partido Socialista francés, hayan permanecido en silencio durante el breve aplastamiento de las libertades en Venezuela. Del mismo modo ciertos dirigentes históricos, como Felipe González, tuvieron incluso la indecencia de justificar el putsch (2), sin dudar un instante en asociarse a la euforia que manifestaron el Fondo Monetario Internacional, el Presidente de los Estados Unidos y el Primer Ministro español, José María Aznar, Presidente en ejercicio de la Unión Europea...
El último derrocamiento por parte de las Fuerzas Armadas de un presidente elegido en América Latina se remonta a septiembre de 1991, cuando en Haití Jean Bertrand Aristide fue depuesto.
Habiéndose terminado la guerra fría, se creía que Washington habría puesto fin al espíritu de la "Operación Cóndor" (3) que, durante los años setenta y ochenta, y en nombre del anticomunismo, favoreció la instalación de dictaduras en la América del sur. Se pensaba que toda conspiración contra regímenes que resultaran de elecciones libres sería condenada.
Desde el 11 de septiembre de 2001 el espíritu guerrero que sopla sobre Washington parece haber barrido estos escrúpulos (4). Desde entonces, como lo ha dicho el Presidente George W. Bush, "quien no está con nosotros está con los terroristas". Y resulta que el Presidente Chávez ha sido decididamente demasiado independiente. ¿Acaso no reactivó la OPEP; ese cartel de exportadores de petróleo, bestia negra de Washington? ¿No se encontró alguna vez con Saddam Hussein? ¿No visitó, además, Irán y Libia? ¿No estableció relaciones completamente normales con Cuba? ¿No rechazó sostener el Plan Colombia contra las guerrillas? Chávez había llegado a ser el hombre que tenía que ser abatido. Pero Washington no podía hacerlo a la manera sangrienta de antes; aquella manera empleada, por ejemplo, en 1954 en Guatemala, en 1965 en Santo Domingo o en 1973 en Chile. Ha sido ahora encargado de este asunto Otto Reich, Sub-secretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, quien ha observado que en el curso del último decenio, aunque no haya habido golpe de Estado, seis presidentes latinoamericanos democráticamente elegidos han sido derrocados —el último entre ellos fue M. De la Rua en Argentina— no por las Fuerzas Armadas sino por el pueblo.
Tal será entonces el modelo adoptado para derrocar a Chávez. En primer lugar, formar una coalición de los privilegiados —reuniendo a la Iglesia Católica (representada especialmente por el Opus Dei), la oligarquía financiera, el empresariado, la burguesía blanca y una corrupta central sindical— rebautizada con el nombre de "sociedad civil". En segundo lugar, los propietarios de los grandes medios de comunicación establecen entre ellos un pacto mafioso, comprometiéndose a sostener las campañas que cada uno lanzará contra el Presidente Chávez en nombre de la defensa de la "sociedad civil"... Sin retroceder frente a cualquier mentira, los medios van a inflamar la opinión pública dirigiendo siempre sus golpes a un blanco fijo:
"Chávez es un dictador"; algunos sin dudar en afirmar, cuando efectivamente no hay ni un solo prisionero por opinar políticamente (5), Chávez es Hitler" (6). Los medios martillaban siempre la misma palabra dirigida a la acción: "Hay que derrocarlo". Al mismo tiempo que los propietarios de los medios conspiran para abatir un presidente demócrata, esos mismos medios se emborrachan gritando términos como "pueblo", "democracia", "libertad", etc., organizan manifestaciones callejeras, transforman la menor crítica gubernamental que les concierne en "atentado grave contra la libertad de expresión" que incluso denuncian ante organismos internacionales (7), reinventan la huelga insurreccional y animan abiertamente el asalto contra el palacio presidencial y el golpe de Estado...
Dejándose llevar por la inclinación natural que da la propaganda, los medios de comunicación han confundido el pueblo virtual, en nombre del cual se cometió el golpe de Estado del 11 de abril, con el pueblo real, el que retornó, en menos de cuarenta y ocho horas, a Hugo Chávez al poder. Su arrepentimiento ha durado muy poco. Con redoblada ferocidad, y sacando provecho de una insólita impunidad, los medios de comunicación venezolanos prosiguen en este momento, a golpe de mentiras e intoxicación, la mayor operación de desestabilización jamás realizada contra un gobierno democrático. En medio de la indiferencia general, esta vez se proponen tener éxito en el crimen perfecto...
(1) Cf. Maurice Lemoine, "Hugo Chavez sauvé par le people", Le Monde diplomatique, mayo 2002.
(2) El País, 12 de abril de 2002.
(3) Cf. Pierre Abramovici, "Opération Condor, cauchemar de l'Amérique latine", Le Monde diplomatique, mayo 2001.
(4) Cf. Guerres du XXIe siècle, Galilée, Paris, 2002.
(5) Nota del traductor: antes del golpe de Estado sí había un único prisionero político, a saber, la Sra. Lina Ron, militante del "chavismo", quien fue a la cárcel ¡por defender a ultranza al gobierno de Chávez!
(6) Cf., por ejemplo, el editorial de la revista mensual Exceso, Caracas, abril 2002.
(7) La asociación Reporteros Sin Fronteras, cerrando sus ojos ante una de las campañas mediáticas más odiosas jamás realizada contra un gobierno democrático, se ha dejado manipular y ha publicado varios reportajes contra el gobierno de Chávez; un gobierno que ¡jamás ha atentado contra la libertad de expresión, jamás ha prohibido ningún medio de comunicación ni jamás ha arrestado un periodista!
(Traducción libre realizada por Jorge Dávila - Centro de Investigaciones en Sistemología Interpretativa; Universidad de Los Andes, Mérida – Venezuela)
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