Créame que estoy también en el tren de la denuncia y el rechazo de la iglesia católica, pero así no (http://www.aporrea.org/actualidad/a89622.html), así no! Reducir toda afiliación a la iglesia católica a una automática legitimación del Vaticano, a una defensa del papa de turno, al poder históricamente genocida de la institución, es —aunque ello parezca a priori una vía de razonamiento sensato— demasiado simplista, injusto y exagerado. Haciendo tal cosa simplemente omitimos deliberadamente ciertos "matices" que en honor a la precisión hacen toda la diferencia.
Históricamente, mucha gente importante, humanista en el más puro sentido, ha estado afiliada a la iglesia. Y es que esa institución que con tanta razón rechazamos y denunciamos hoy en día nunca ha estado compuesta exclusivamente por una sola facción. El hecho de haber estado prácticamente siempre dominada por una sola y nefasta tendencia, no implica que su estructura verdadera sea intemporalmente unitaria, indivisa, uniforme, monolítica.
En el seno del Vaticano ha existido siempre una lucha intestina, y nuestro ateísmo no es suficiente para invalidar tal realidad. Tampoco lo es nuestro socialismo, nuestro materialismo histórico ni nuestro positivismo científico. Simplemente, dentro de la creencia legítima en un mito como el de Cristo han habido dos o más bandos que han vivido por siglos disputándose la representatividad del culto. Digo creencia legítima en tanto que creación humana y frente a la cual el ser humano tiene derecho, por lo tanto, a creer en ella —más allá de toda realidad objetiva— (por si acaso, recordemos que es bajo este principio que toleramos el derecho al libre culto y por el cual no consideramos justo, en nuestras leyes actuales, la prohibición de las religiones).
El sector que ha dominado siempre en la iglesia católica ha sido sin duda mayoritario y ha sometido a los sectores minoritarios y disidentes, los cuales han mantenido una existencia difícil, secreta y altamente riesgosa en su interior, pero sobre todo no claudicante. Es gente que tiene generalmente una actitud revisionista vis à vis de la dogmática oficial teológica y que, dentro de su creencia o fe original en el mito, atenta contra el poder central a través de pequeñas proposiciones polémicas que requieren de mucha astucia para evitar la supresión vertical definitiva de sus postulantes. La excomunión en tiempos modernos, antaño la cremación in vita.
No se puede negar la fuerza y convicción internas de muchos creyentes a través de la historia, su persistencia, y el riesgo asumido. La reforma de Lutero es un ejemplo incontestable de ello, el cual da cuenta ante todo de un esfuerzo personal (gigantesco por parte suya), aunque el mismo sólo haya podido dar nacimiento a una escisión y no a una conquista política interna. Luego, en lo subsecuente, la iglesia protestante tuvo en su historia nuevos debates y rompimientos internos, como lo han tenido la anglicana y la ortodoxa. El Vaticano es por supuesto "la gran bestia" de todas, insuperable históricamente.
Ahora bien, sin comparar a Teresa Forcades con ningún personaje contemporáneo de notoria disidencia, no veo sin embargo razones suficientes para asimilarla al poder central antes que —al menos— al reformista, por no decir disidente o alternativo. Desde nuestro punto de vista de no creyentes, ateos y anti-vaticanistas es demasiado fácil asimilarla a la institución a la cual nominalmente pertenece; invalidar toda disidencia, crítica y libre exégesis que pueda tener la monja. Por esa misma vía podríamos entonces negar toda incidencia social y política positiva llevada a cabo históricamente por la Teología de la Liberación, o la iniciativa individual de muchos curas, entre ellos el padre Wuytack, hechos positivos para las comunidades que son incontestables, más allá de toda discusión filosófica sobre la existencia de dios y de la propuesta laico-socialista.
Es no solamente injusto sino un tanto perverso pensar que la intención inicial de tales movimientos e iniciativas de inclusión y trabajo social fuese la de un reforzamiento de la línea oficial del Vaticano. Sin ir muy lejos, y desde un punto de vista pragmático, el beneficio del pueblo a través de estas iniciativas ha sido más directo que la acción dirigida de gobiernos u organizaciones humanitarias laicas. Simplemente, estas acciones ensotanadas han correspondido a la creencia religiosa particular de estos grupos y personas, y a la moral desprendida de dicha creencia, la cual se revela en muchos casos directamente contra su representación jurídica oficial en Roma. Aquellos que criticamos y repudiamos el Vaticano no podemos omitir esto, y en tanto que ateos y defensores de un racionalismo científico no podemos menos que aprobar, muy a pesar nuestro, el gesto directo y bien material de estos religiosos (muy a pesar de sus creencias y mitos, los cual devienen para el caso prácticamente irrelevantes).
Por eso, decir o afirmar que Teresa Forcades mantiene con su denuncia de la vacuna una agenda doble al servicio del Vaticano, es demasiado fácil, incluso gratuito. Se trata de uno de esos automatismos deductivos propios de toda postura maniquea, o lo que es lo mismo, de todo comodismo pseudo-sintético. Ese no es el tipo de campaña que nos corresponde, MC, eso abarata nuestra propuesta de laicismo.
Decir que toda persona adulta que porte los hábitos de una religión como la católica se convierte automáticamente en cómplice genocida del Vaticano, y que debemos rechazar de plano toda acción social objetiva y concreta que pueda ofrecer, y que debemos entonces meter en el mismo saco a un feligrés de la Teología de la Liberación y a un opus-deista, no sólo des-legitima nuestra causa sino que nos reduce a vulgares fundamentalistas de la intolerancia, por no decir resentidos autómatas de la historia.
De la misma manera que no podemos tomar a todo individuo nacido en Alemania por un nazi, o que todos aquellos nacidos en ese país pueden reivindicar hoy en día sus valores culturales germanos sin ser tomados por nazis, de igual modo los creyentes en un cristianismo, digamos, primitivo, o en la historicidad real y esencialmente divina de Jesús, tienen derecho a defender sus postulados de fe sin ser tomados por cómplices del atroz curriculum del Vaticano.
Muchos individuos se han acercado a esta "congregación" con intenciones reivindicativas de dicho supuesto legado original y decididos a depurar la institución. Que tal empresa sea factible o no es materia de juicio personal. Otros se han "congregado" sin claridad política institucional alguna, más bien por el simple deseo de experimentar el lado exclusivamente místico de la religión. Tampoco a éstos podemos llamarlos inquisidores ni genocidas. Muchos hacen más bien al semejante que hordas de respetuosos ateos, agnósticos, eruditos catedráticos y hombres de ciencia. Tenemos que reconocerlo.
En suma, creo que no apresurándonos a condenar a Teresa Forcades por ser monja católica no somos menos ateos ni defensores cabales de la laicidad, como tampoco más transigentes, inefectivos o débiles opositores al Vaticano. La cosa no va por ahí, y debemos tomarlo en cuenta antes de lanzarnos a cualquier tipo de campaña denunciatoria, especialmente si para ello hay que pasar sobre la cabeza de un individuo; es decir, personalizar una causa, como si ésta necesitase sistemáticamente justificarse mediante buc emisarios.
No hay que confundir la naturaleza del debate ni adulterar las formas de lucha, de resistencia. La amalgama es un atraso. No se puede comparar ni tiene nada que ver la presencia puntual de Teresa Forcades en un encuentro de Teología de lo que sea, con el espacio permanente del cura Ocanto en el canal del Estado, o con la misa dominical televisada por el mismo medio, y tantas cosas más.
No defiendo la Teología de la Liberación, sino la Liberación del ser humano de toda Teología; pero eso no me impide reconocer que internamente la iglesia católica tiene sus fracturas, así como me resulta claro que a esta monja sus acciones y propósitos le han valido más jalones de orejas que cumplidos por parte del establishment monástico. James E. Pike y el propio Alan Watts me recuerdan de algo parecido, aunque en la iglesia anglicana. Ambos terminaron dejándola.
En fin, ¿por qué hablar, en forma tan obvia y fácil, de "estafa"? Parece una cruzada, o más bien una cruz de tabla rasa...
xavierpad@gmail.com