Con casi el 60% de los votos, el presidente venezolano Hugo Chávez legitimó por tercera vez en la urnas su mandato popular pero recibió más de un millón de nuevas adhesiones respecto a los comicios del 30 de julio de 2000. En la octava ocasión en que el electorado venezolano respaldó su proyecto de hacer de Venezuela una sociedad más equitativa, el país se apresta a una novena contienda para elegir alcaldes y gobernadores en sus 24 estados, el 26 de septiembre.
Chávez obtuvo el 57,836 por ciento de la votación, según las cifras oficiales disponibles al cerrar esta edición (17 de agosto). Sobre un total de 14.037.900 (100%) de inscritos, estaban escrutados 8.502.114 (60,57%) sufragios, correspondientes al 79,82% de las actas o mesas, según el Consejo Nacional Electoral (CNE). De estos electores, exactamente 4.917.279 ratificaron el mandado del Presidente. Cuando se entregó este resultado, todavía faltaba por escrutarse el 20,18% de las actas, por lo que el resultado final podría alcanzar al 60%. Los resultados aún no conocidos incluían, además, a 1,59 millones de electores de lugares lejanos, cuya pobreza e incomunicación no hizo posible llevarles, por ahora, la sofisticada tecnología electrónica. Por lo tanto, el guarismo de 57,8% probablemente aumentará a 60% o más.
Con 2,3 millones de nuevos electores inscritos respecto al año 2.000, en que hubo 6.288.578 votos válidos y el total de inscritos fue de 11.720.660 ciudadanos, Chávez recibió esta vez 1.159.506 votos más que hace 4 años. Es decir, en vez de desgastarse en la gestión presidencial para que fue elegido por primera vez el 6 de diciembre de 1998, con el paso de los años atrae más adherentes, a contrapelo de la experiencia de sus colegas latinoamericanos. La otra gran derrotada en esta elección –aparte de la oposición de derecha– ha sido la tradicional abstención venezolana, que en las últimas cuatro décadas del siglo 20 fue de un 60%, en la elección presidencial del 2000 se redujo a 43,69% y esta vez bajaría por lo menos a 24%, si se conserva la tendencia de las cifras preliminares.
Cuestión de estrategia
El modelo chavista de una revolución sin violencia, con cambios estructurales en democracia y paz, se está convirtiendo en un paradigma para los demás países latinoamericanos que también sueñan un futuro de protagonismo popular, de justicia y equidad en una integración regional sin tutelaje. Por eso, el mandatario venezolano insistió que su victoria trasciende las fronteras, pues también es una victoria de América Latina.
Esta octava victoria electoral del chavismo en menos de seis años de gobierno fue, además, una jornada inédita en la historia política y en la participación popular de Venezuela. Una curiosidad es que Chávez manifestó en mayo su deseo de que la oposición reuniera las firmas suficiente como para convocar un referéndum y “volver a ganarles por nock out”. Pareciera que la estrategia política del ex militar atrajo al “enemigo” a una suerte de emboscada electoral, allanándole el camino al referéndum, porque todavía se cuestiona la legitimidad de los 2,4 millones de firmas reunidas a fines de mayo para convocar a la consulta “revocatoria” que resultó “ratificatoria”.
Otro detalle curioso es que la alianza opositora llamada Coordinadora Democrática (CD) se resiste a reconocer el veredicto de las urnas. La resonante victoria del proceso bolivariano fue oleada y sacramentada por los observadores internacionales, en particular el Centro Carter, con una delegación encabezada por el ex Presidente demócrata estadounidense, la OEA –con César Gaviria terminando su gestión– y la Asociación Americana de Juristas, entre muchos otros “veedores”. Los primeros en reconocer el triunfo fueron los gobiernos de Argentina, España y Brasil. Luego lo hizo Estados Unidos, pero Chile actuó tardíamente, aplicando una política más influida por la Organización Demócrata Cristiana Americana (ODCA) y Copei, el “partido hermano” venezolano en vías de extinción, la visión del observador DC Claudio Huepe –enviado a Caracas– y la calamitosa gestión del embajador Fabio Vio –más conectado a la oposición que al gobierno– y su entorno de asesores encabezado por Antonio Sánchez, un chileno residente del sector farándula mutado en “político” desde que organiza los shows de la CD en que actúa la cantante Soledad Bravo, su cónyuge, con financiamiento de la National Edowment for Democracy (NED) de EE.UU. y “Súmate”, su filial electoral en Venezuela.
Un virus que contagia
El bolivariano es un mal ejemplo como modelo contrahegemónico. Por eso no causó extrañeza la chanza de Chávez tras su nuevo triunfo -"seguimos invictos", dijo-: "me informaron que la pelota (de ese enorme batazo beisbolero) cayó en medio de la Casa Blanca, cayó en medio del jardín... Un regalo pa' Bush" -subrayó- y luego, muy seriamente, admitió su expectativa de que el gobierno de Estados Unidos cese la injerencia, es decir respete la soberanía nacional, sin intromisión en ninguno de los asuntos de exclusiva competencia de los venezolanos.
Ante la prensa extranjera, Chávez señaló que "no tenemos ningún plan para tomar Washington por asalto, para atacar a los Estados Unidos. Pero estamos dispuestos aquí a ser libres, defendemos la soberanía y Venezuela no es ni volverá a ser una colonia como lo fuimos durante casi toda nuestra historia. Aquí mandamos los venezolanos. Queremos llevar al menos una relación como la que llevábamos con el presidente Clinton; con él se podía debatir, discutir".
Los votos se pueden contar, pero la pasión, la responsabilidad, no puede ser cuantificada. Y Chávez, desencantado de la dirigencia intermedia, apostó a la pasión popular para hacer la campaña por el NO a la revocación en el referendo, desatando la fuerza de los brigadistas y de las “patrullas electorales” que hoy son una fuerza social organizada, un modelo organizativo que no es un partido ni un frente nacional, sino un pueblo movilizado, una masa organizada, "una fuerza moral" que ocupa cada lugar de la geografía del país.
Conciencia política popular
Este octavo triunfo electoral de Chávez genera una situación nueva en el mapa político nacional, pues representa el más duro revés recibido por sus adversarios y el apoyo popular más contundente otorgado por el pueblo al proceso bolivariano.
Ese pueblo que esperó a veces hasta diez horas de cola para ejercer su derecho a la participación, asumió que su futuro estaba en esta votación, porque iba más allá del rechazo o apoyo al Presidente. Fue una disyuntiva entre dos modelos de país, dos modelos de mundo; entre soñar con el futuro, para consolidar un proyecto político, económico y social, o impedirlo.
Seis de cada diez venezolanos votaron por el modelo de país bolivariano que busca superar la exclusión política, económica y social de las grandes mayorías, con una política social articulada en torno a las denominadas 'misiones', que ha logrado mejorar sustancialmente los indicadores de salud y educación del país.
No puede haber protagonismo si no hay conciencia política y ese es uno de los grandes avances que muestra hoy Venezuela. Los venezolanos quieren construir su propio destino. El 15 de agosto triunfó la Constitución Bolivariana de 1999, a través de un referendo único en el mundo que ratificó el modelo democrático participativo y protagónico de una patria para todos, sin exclusiones ni discriminación de ninguna índole.
¿Se terminó la desestabilización? Para casi todo el mundo, la cosa quedó clara: se trata de eso que muchos no entendían, de la democracia participativa; de cómo los venezolanos entendieron que ahora son sujetos de la política -y no sólo objetos, como los había condenado las elite-, con capacidad -y necesidad- de ser artífices de su propio destino.
Y fue así, la dinámica de los acontecimientos superó a los actores. Se llegó a la barrera del no retorno. Este proyecto de "estado social de derecho y justicia" relegitimado, reafirmado, ahora continuará profundizando el proyecto estratégico que dejará definitivamente atrás 40 años de democracia declamativa, representativa, formal. "La IV República ha muerto y su muerte fue lenta, difícil. Que descanse en paz. Con el acto del referendo nace definitivamente la V República", afirmó Chávez. Si terminó la transición... ¿ahora qué?
La nueva etapa de Venezuela
Se debe terminar con la transformación integral de las instituciones del Estado, entre ellas la Justicia, que ampara muchísimos actos de corrupción, garantiza la impunidad de los poderosos y dictaminó que el 11 de abril de 2002 no hubo golpe de Estado sino apenas un vacío de poder.
El falso dilema -de revocación o guerra civil- fue evitado, y ya nadie tiene dudas: el pueblo venezolano, por goleada, por paliza, apostó al futuro, negándose volver al pasado, ante la mirada perdida de Jimmy Carter y de César Gaviria que demoraron unas diez horas en ratificar las cifras oficiales, y las sonrisas de decenas de observadores internacionales, europeos, norteamericanos, latinoamericanos.
“En la democracia como en el fútbol hay que saber perder", afirmó el escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien actuó como observador internacional. "En estas elecciones no hubo fraude y nuestra visión se corresponde con la de la OEA (Organización de Estados Americanos) y el Centro Carter", agregó. También expresó: "Los venezolanos dieron una gran demostración de civismo. Saludamos el alto nivel de conciencia cívica que demostraron y el ejemplar desarrollo del Plan República" (el dispositivo de seguridad de las FF.AA.).
Los observadores subrayaron que el procedimiento electoral aplicado en la consulta ofreció satisfactorias garantías de fiabilidad, transparencia y rigurosidad técnica, asentadas sobre principios que impidieron el fraude y que reflejan fielmente la voluntad de los votantes. Lo que se temía, sucedió, finalmente. Inmediatamente después del anuncio del Consejo Nacional Electoral (CNE), cabizbajos dirigentes opositores afirmaron que no reconocerían los resultados y acusaron al gobierno de fraude. Sus rostros mostraban no sólo cansancio sino falta de respuestas creíbles: el referendo, que supuestamente revocaría al presidente Chávez, parecía haber terminado por revocarlos a ellos, poniendo en duda la posibilidad de retener -en las elecciones del mes próximo- más de cien alcaldías y la mitad de las gobernaciones que sus partidarios gobiernan.
"Creo que la gran victoria de la oposición venezolana -y ojalá por lo menos alguno de sus dirigentes reconozca la gran victoria de la oposición- es que han vencido la violencia, han vencido al golpismo, han vencido al fascismo y se ha venido con nosotros al camino democrático y constitucional", dijo el presidente Chávez, invitando a los dirigentes de la opositora Coordinadora Democrática a dialogar. Y los quedó esperando a almorzar el lunes 16. Les tendió la mano, pero inútilmente.
"Todavía espero que esos dirigentes de la oposición oigan este llamado al diálogo; los vuelvo a invitar a que recapaciten y acepten este llamado. Pero si ellos no lo hacen, si una vez más lo desatendieran, nosotros vamos a ampliar este diálogo, con gobernadores, alcaldes, de la oposición, la dirigencia económica del país, incluso con Fedecámaras (la central empresarial golpista), los dueños de los medios de comunicación, con una agenda de por medio, que está trabajando el vicepresidente José Vicente Rangel".
Venezuela cambió para siempre, recordó Chávez ante la prensa internacional. “Esto no tiene retorno. Cualquier diálogo es para avanzar, para echar para delante esta Constitución", agregó. El resultado electoral creó una situación nueva y extendió el acta de defunción de la llamada Coordinadora Democrática, donde ahora existe una crisis comparable a la que se produce al interior de una bolsa de gatos.
El nuevo escenario
El referéndum creó un nuevo escenario. El Presidente fue generoso en tender puentes hacia la oposición para acordar una convivencia democrática que permita seguir reconstruyendo al país por lo menos hasta el fin del período constitucional que expira en 2006. Las palabras “unión”, “comprensión” y “tolerancia” entre todos los sectores “para ir por el mismo camino” todavía resuenan en el palacio de Miraflores. Pero el conglomerado opositor deberá dirimir internamente sus conflictos y depurarse de los sectores más desquiciados e irresponsables que postulan “la lucha armada” con renovado vigor tras su derrota popular electoral.
La oposición más golpista orquestó un asesinato en la plaza Altamira de Caracas, al día siguiente del referéndum, con tres pistoleros que alcanzaron a ser fotografiados por la prensa, ante una multitud convocada para denunciar “el fraude electoral”. El organismo electoral acordó con la OEA y el Centro Carter auditar una muestra de 192 mesas para satisfacer los reclamos de “fraude”, pero pidieron una segunda auditoría que incluya al 1% de las mesas, es decir 239, con la vana esperanza de descubrir alguna trampa.
Lo más probable es que el correctivo a los berrinches del conglomerado derechista llegue desde Washington, donde diversos sectores están exhibiendo cansancio ante las prácticas de la derecha venezolana que antes ellos promovieron. El portavoz del Departamento de Estado Adam Ereli reconoció el 17 de agosto la transparencia del resultado electoral, pero a la vez exhortó a la oposición a reconocer su derrota o a presentar pruebas concretas de fraude. En definitiva, llamó a la Coordinadora a que no continúe “socavando el camino de la reconciliación nacional”. La paradoja es que todos los sectores reconocen la victoria electoral, menos quienes salieron derrotados. Pareciera que Venezuela no es viable sin la conducción de Chávez y hasta Estados Unidos lo admite de manera tácita, justo cuando comienzan a declinar los precios del petróleo, se revalorizan los bonos de la deuda externa venezolana y disminuye el riesgo país. En rigor, todos los analista de los mercados internacionales coincidieron en que la salida democrática de la crisis venezolana auspicia buenas noticias para la economía mundial y, en particular, para la estadounidense, a menos de tres meses de la elección presidencial.
Al interior de la alianza existen matices que desperfilan a la “bolsa de gatos” como un bloque homogéneo. El lema “unidos en la diversidad” perdió vigencia después del plebiscito. Ahora se acercan las elecciones de alcaldes y gobernadores de septiembre donde cada fuerza deberá bregar por sus propios resultados individuales. La votación de Chávez superó a la oposición en Carabobo (55,68%) y Zulia (52,03%), los dos estados más críticos para su gestión, cuyos gobernadores de oposición podrían perder la reelección. De los 24 estados que existen en Venezuela, Chávez perdió sólo en dos, Miranda y Táchira, pero por un margen mínimo de 3.000 y 4.000 votos, respectivamente.
La fuerza opositora mejor parada frente a la elección es el partido Acción Democrática (AD), cuya dirigencia se abrió del desesperado Carlos Andrés Pérez, que desde EE.UU. llama al magnicidio y en Caracas sus camaradas le responden que es un “decrépito”. Fue este partido el que convenció al resto de la alianza opositora a encaminarse por el carril del referéndum, soportando acusaciones de “criptochavista”, pero es el furgón de cola de un conglomerado hegemonizado por el golpismo. El actual jefe de AD, Henry Ramos Allup, invoca el fraude, que parece ser la consigna más popular al interior de la alianza, pero su lenguaje difiere notoriamente del de sus colegas. En el análisis de sus palabras no se encuentran invocaciones subversivas, al contrario. Por ejemplo: “Por Venezuela, por nuestra gente, por esa inmensa cantidad de hombres y mujeres que lo dieron todo este domingo, debe continuar esta lucha. Y quienes seguimos creyendo en la vía constitucional, ni siquiera con fraudes como éste nos sacarán de este camino". Reafirmó a su manera el apego a la vía constitucional, a pesar de la resonante derrota o del “fraude”, aunque actúa como el niño mimado que no consiguió el juguete mas caro. Pero hoy Washington parece poco dispuesto a los juguetes caros.
Bonanza económica
Junto con entregar esta lección de democracia y de participación popular sin precedentes, Venezuela vive una época de bonanza económica y crecimiento sostenido. La universalidad del referéndum, que adquirió una connotación comparable a la de las elecciones de Estados Unidos en noviembre, rompió el cerco mediático internacional, excepto quizás en Chile. El Mercurio no ha dicho claramente que ganó, aunque lo hizo La Tercera, cuyo dueño, Alvaro Saieh, es el propietario de CorpBanca, el sexto banco de Venezuela y la 29ª empresa más poderosa, según el ranking de 2001.
Falta también una rectificación de la política exterior chilena donde, seguramente, terminará la influencia de la ODCA cuando Soledad Alvear abandone el cargo para trabajar su postulación presidencial en las elecciones internas. A pesar que Ricardo Lagos celebró en la cumbre de Iguazú “el coraje de Chávez” por concurrir al referéndum, su portavoz, el ministro Francisco Vidal, dijo que era “prematuro” reconocer la victoria cuando ya lo habían hecho España, Brasil y Argentina, aunque todavía faltaba, claro, Estados Unidos. La remoción del embajador Vio pareciera también inminente.
Venezuela seguirá su camino. Los ingresos petroleros permean hacia las grandes mayorías, después que en más de 40 años la elite esfumó más de 300 mil millones de dólares, dejando un 80% de la población en condición de pobreza y una deuda externa de más de 24 mil millones de dólares. "A partir de hoy comienza una nueva etapa de la Revolución Bolivariana, hasta diciembre de 2006", que implica profundizar la lucha contra la pobreza, mediante la construcción del nuevo modelo económico endógeno, productivo y diversificado, que atienda las necesidades básicas de toda la población", dijo a millares de sus seguidores, un Hugo Chávez feliz y calmo, bajo la lluvia de la madrugada del lunes 16.
*) Aram Aharonian es periodista uruguayo-venezolano, director de la revista Question de Caracas.
**) Ernesto Carmona es periodista chileno, redactor de la revista Punto Final de Santiago.