En alusión a los terremotos

Bolívar: luchar contra la naturaleza y hacer que nos obedezca

Actualmente, cuando terribles y tenebrosos terremotos están destruyendo regiones casi enteras del planeta, dejando a su paso miles de miles de muertos, dolores insuperables por años o décadas y trastornos o desequilibrios sicológicos en millones y millones de seres humanos, algunos analistas han llegado a la conclusión que el Libertador carece de razón y su idea debe ser echada por la borda cuando dijo, ante las consecuencias del terremoto de 1812, sus célebres palabras de que si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. Eso quiere decir, que no es posible luchar contra la naturaleza y hacer que obedezca al ser humano. En otros términos: que la corriente siga sin que haya necesidad de meter la mano del hombre o de la mujer.

¿Será cierto y científicamente comprobado eso? Veamos. Lo primero que debe aclararse es que el Libertador Simón Bolívar, por lo menos en ese momento, no hizo su intervención oral como enemigo de la naturaleza ni creyéndose un ser superior y con poderes divinos para poner coto a todas las contradicciones y todos los procesos internos de la Tierra que existirán mientras tenga vida. Lo dijo, ciertamente con rabia pero con sus sentidos bien equilibrados a favor de la causa patriota, porque la Iglesia le estaba sacando partido o provecho al terremoto para convencer al pueblo de que debía resignarse de por vida al dominio del poder de España, y que desobedecer ese poder recibiría terribles castigos del Ser Supremo, ya que el rey era su enviado del Cielo para gobernar a los hombres y mujeres en la Tierra por su imperio conquistada.

Luego de aclarado ese punto, vayamos a la realidad. El ser humano está obligado no sólo aprovechar las bondades que le brinda la naturaleza para su existencia sino, que en determinadas condiciones, es imperiosa la necesidad de luchar contra ella (con raciocinio, técnica y ciencia) para que los encrespamientos de la misma no causen mayores efectos negativos a la humanidad, en primer lugar, y, en segunda instancia, a la misma naturaleza. Disculpen que haga uso de un término en forma muy seguida. Si esto lo aceptamos como una necesidad que nos impone la misma naturaleza, lo dicho por Bolívar en 1812, tiene la misma vigencia en la actualidad. Lo que debe descubrirse y ya está descubierto es que, entre otras cosas, en la época del Libertador había una guerra contra España `por la conquista de la Independencia latinoamericana, en general, y de Venezuela, en lo particular, pero ahora la lucha es contra el enemigo más poderoso que tiene la humanidad: el imperialismo capitalista.

En ese tiempo, tómese en cuenta, no existía –haciendo uso de tecnología sofisticada- una depredación, una contaminación ni deterioro del clima como lo es real en nuestra era. Si bien es cierto que los colonizadores depredaron por afán de lograr riqueza y, especialmente, oro, no estaban ni en capacidad ni en condición de contaminar la Tierra como lo ha hecho el capitalismo no sólo por saqueo de riqueza natural sino, igualmente, para construir espacios recreativos privados en lugares donde existen las mejores tierras, los mejores bosques y las mejores aguas. Y para eso hay que depredar mucha naturaleza.

En este tiempo, incluso, el capitalismo salvaje tiene a su disposición notables científicos y tecnólogos para crear fórmulas de contaminación ambiental, de destrucción de bosques, de proliferación de enfermedades, de destrucción de siembras por virus que nunca fueron –ni siquiera- imaginados por los hombres más ilustrados de la época de la colonia. El capitalismo, en su fase imperialista, convirtió a unos hombres, en contra de los demás seres humanos, en lobos, en fieras conscientes del exterminio social y de la destrucción de la naturaleza.

El recalentamiento global, cosa totalmente desconocida en tiempo de Bolívar, es obra del cerebro y de la mano del hombre. Muchos de los fenómenos “naturales” que actualmente sacuden la Tierra, destruyen infraestructuras, matan a miles de miles de personas, dejan en la peor de todas las miserias a millones de millones de personas y causan dolores que sólo serán superados cuando se conquisten las libertades indispensables para el racional funcionamiento de la humanidad, es el resultado de la irracionalidad en la explotación a la naturaleza, es el producto de prácticas de armas sofisticadas de destrucción masiva, es el resultado de un recalentamiento global que no toma en consideración las leyes internas de la naturaleza e, incluso, de pruebas conscientes para que se materialice un desequilibrio de fuerzas internas de la naturaleza con el propósito de facilitar la conquista de objetivos políticos al servicio de específicos intereses económicos. No hay que ser un científico para saber de esas cosas. Y esta realidad implica metamoforsear la idea de Bolívar; es decir, en vez de luchar contra la naturaleza y hacer que nos obedezca, lo que está planteado en la actualidad (como primordial para salvar al género humano y a la misma naturaleza de su pronta desaparición) es la lucha contra los imperialistas (capitalismo altamente desarrollado) y contra capitalistas (de países subdesarrollados) que explotan y oprimen a los trabajadores y son los fundamentales responsables del grave deterioro de la naturaleza y su medio ambiente.

Sin embargo la humanidad no puede vivir sin hacer uso de la naturaleza y sus bienes. Vayamos a un ejemplo de lucha contra ella para que obedezca a los buenos designios del ser humano: supongamos un río que se desborda en invierno llevándose por delante y destruyendo todo lo que encuentre a su paso en un vasto espacio a su alrededor. ¿Qué sería luchar contra ella y hacer que obedezca a la planificación del ser humano en provecho de la humanidad? Algo sencillo: construir un extenso muro de contención que garantice racionalmente que las aguas no se desborden y no sufran las comunidades ni se afecten las cosechas que viven y se cultivan a su alrededor como, igualmente, educar a las gentes para que no lancen al río objetos que la contaminen y le dificulten el fluido de su corriente. ¿O no es así?

Pregunto y si alguien se atreve a responder negándolo, mucho lo respeto pero no tiene razón: ¿Acaso domesticar animales y ponerlos al servicio de los buenos instintos y necesidades del ser humano no es luchar contra la naturaleza y hacer que nos obedezca? Entonces, nada justifica, a casi dos siglos, negarle la razón al Libertador Simón Bolívar para haber dicho que si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. Lo que necesita la naturaleza, para una sana prolongación de su vida y del mismo género humano, es que –fundamentalmente- el proletariado sin fronteras haga la revolución socialista para que sean los trabajadores y las ciencias, abrazados por muchísimos lazos de conocimiento y solidaridad, aplasten en su fuerte abrazo todos los obstáculos sociales que impidan la más completa felicidad de toda la humanidad y el más absoluto raciocinio en la utilización de los recursos de la naturaleza que nos brinda para nuestra existencia social.



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Freddy Yépez


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