31/12/12.-De gira por la Argentina, el dirigente de la izquierda griega explica cómo deforma el sector financiero de su país la situación argentina, rescata el desarrollo posterior a la crisis del 2001 y explica los desafíos de la oposición para superar al neonazismo y llegar al gobierno en Atenas.
A los 38 años, Alexis Tsipras es el líder de Syriza, el movimiento político y social griego que enfrenta al gobierno conservador y proyecta llegar al poder por la vía democrática para terminar con la austeridad como principio máximo de la política. Tras unos días de visita en la Argentina, Tsipras aceptó comparar las dos situaciones con todas sus similitudes y diferencias.
–¿La Argentina sigue siendo tema de discusión en Grecia por la contracción de deuda, el default y la reestructuración?
–Sí. Hablamos de ustedes.
–¿Del default o de la reestructuración?
–De todo.
–¿Y después de este viaje a la Argentina?
–Terminamos mucho más sabios. Estudiamos con detalle el proceso que se dio durante y después de la crisis. Vimos similitudes y también diferencias. De parte del Fondo Monetario Internacional las recetas fueron iguales en Grecia y en la Argentina. También fueron iguales en ambos países los medicamentos que se le dieron a Grecia y a la Argentina. Iguales y vencidos. Fracasaron. Nos llevaron a la catástrofe. El paciente griego internado en una cama europea está en coma. Todos los tubos y los medicamentos lo ligan al corazón de Europa. Es complejo. Si el paciente en coma muere, parece que la Eurozona tampoco puede sobrevivir. Por eso digo que tenemos similitudes y diferencias entre la Argentina del 2001 y la Grecia de hoy. Lo que es interesante es cómo presentan el ejemplo de la Argentina en Europa.
–¿Quiénes?
–Los sectores más ligados al sistema financiero. La Argentina es el ejemplo de un país que le dijo no al sistema financiero mundial. Los sectores financieros de Europa distorsionan lo que ocurrió aquí. El ejemplo molesta a los círculos financieros. Por eso los centros ultraliberales están tratando no solo de distorsionar las cosas en términos ideológicos sino de presentar una trayectoria histórica diferente. Cambian los hechos. Durante nuestra estadía en la Argentina y en los encuentros que mantuvimos, hubo cobertura en noticieros de la televisión griega. Entonces ponían una imagen mía encontrándome con un dirigente argentino y, en pantalla partida, mostraban ejemplos del corralito argentino y la gente golpeando las persianas de los bancos.
–¿Sin poner las fechas de cada cosa?
–Sin ninguna precisión. El mensaje es claro: “Sigan el camino que les propone la izquierda griega y llegarán a la bancarrota como en la Argentina”.
–¿Es interesante para Grecia el ejemplo de reestructuración de la deuda con quita?
–Sí, claro, pero primero debemos ver qué hay de parecido en cada país y en cada coyuntura histórica. La negociación que llevó a cabo el Estado argentino después de la crisis es un ejemplo para estudiar y examinar. En los próximos años seguramente esto va a ser un tema en las facultades de ciencias económicas. Eso prueba que cuando hay un acreedor y un deudor, los dos están en situación difícil. No uno solo. La propia negociación lo demuestra. Pero yo veo otros puntos positivos más allá de la reestructuración de la deuda. El desarrollo económico argentino posterior a la crisis aguantó aunque el país quedó fuera de los mercados de préstamo. Aguantó porque contó con una base productiva amplia, y exportadora. Soportó porque desde un principio pudo revitalizar la economía interna y cubrir las necesidades del pueblo. En su segunda fase las exportaciones fueron importantes y garantizaron el crecimiento del Producto Bruto Interno. Pero también hay que tener en cuenta que cuando la Argentina pasó por la fase de crecimiento alta, el crecimiento global también era alto. Y además todo ocurrió dentro de una coyuntura regional sudamericana positiva. Nosotros en Grecia no tenemos ninguno de los dos puntos positivos. Ni crecimiento global ni coyuntura regional favorable.
–El peor de los mundos.
–Sí, pero al mismo tiempo tratamos de hacer de la necesidad virtud. Con esa visión participamos dentro de la Zona Euro. Grecia tiene solo el 2,5 por ciento del PBI europeo y a la vez está en el centro de la opinión pública mundial. Esto no pasa, claro, por el hecho de que todos se preocupen acerca del sufrimiento del pueblo griego. El temor es el efecto dominó.
–O sea que un punto fuerte de ustedes es el temor.
–Es que, si Europa sigue así, el principal país que pensará en salir de la Zona Euro es Alemania. Eso quiere decir que un pequeño país como Grecia puede ser una piedrita capaz de romper esa máquina gigante del motor ultraliberal. Por eso sufrimos un ataque frontal a nivel mundial en las últimas elecciones. Auguraban que vendría el caos. Quizá pueden aguantar mínimamente un escenario posneoliberal. Pero no lo pueden aceptar en el núcleo duro de Europa.
–La clave, pareciera, es la capacidad de daño de Grecia.
–Muchas veces comparé la situación de Grecia respecto de sus socios europeos con otras épocas. Es como la Guerra Fría. Los dos sectores pueden tocar el botón, pero aunque uno lo haga ninguno ganará. La catástrofe será para todos.
–¿Cuál sería hoy ese botón?
–El botón sería la explosión del euro. Pero el que pierda en esta Guerra Fría es el primero que dé un paso atrás. Por eso nosotros nos preparamos para un gran enfrentamiento. Hemos dicho claramente que desde el gobierno vamos a romper con los tratados de austeridad. Seguiremos en ese camino aunque nos corten los préstamos. No es un chiste. Lo vamos a hacer. Pero necesitamos el apoyo popular.
–El movimiento político de la izquierda griega produce en el mundo progresista admiración y preocupación. Admiración por su crecimento veloz en los últimos años. Preocupación por si esa velocidad no fuera suficiente.
–El movimiento empezó en dos plazas de Atenas. Vamos a llamarlas de alguna manera: la de abajo y la de arriba. La plaza de abajo fue siempre más politizada, con asambleas temáticas, con diferentes charlas. Participaba mucha juventud. Practicaba democracia directa. Pero lo importante es que estas manifestaciones fueron completamente pacíficas con gran participación de masas, con muchísima gente.
–¿Qué pasaba en la plaza de arriba?
–Fue menos participativa. Por eso el sistema se asustó más con la de abajo. No era lo mismo que romper un banco o romper un cajero electrónico. Romper fortalecía al sistema. En cambio la actitud pacífica sí les marcó un alerta. Hay que tener en cuenta que estas reacciones espontáneas y masivas derivaron en la caída de dos gobiernos. Pero en cambio, volviendo a la comparación de las dos plazas, los bancos quemados y las pequeñas propiedades quemadas no dieron resultados políticos. Es muy simple: con los incendios, el gran capital encontraba un pequeño comercio para llorar.
–¿Y ahora?
–Ahora hay un reflujo del movimiento, una recesión política relativa. La gente espera cambios políticos agudos y pone más esperanza en un enfrentamiento político con más resultados. Por eso en las dos elecciones en mayo y en junio no pudimos ganar. Eso también creó un tipo de cansancio. Es duro ver que tampoco había resultados en un sentido de cambio.
–¿Cuál es el cambio deseable para la coalición de izquierda?
–El único camino es derrocar al gobierno por una vía democrática. Tenemos una responsabilidad de la cual somos conscientes: una gran parte de la población puso sus esperanzas en el proyecto alternativo y debemos reforzar esa meta. Pero eso es al mismo tiempo positivo y negativo para nosotros. La gente espera de nosotros muchísimas cosas.
–¿Eso es lo positivo?
–Sí. Y lo negativo es que deposite sus esperanzas y solo espere. El riesgo de la pasividad no existe solo cuando uno está en la oposición. Incluso en un futuro gobierno no podemos plantear una opción verdaderamente alternativa sin participación popular.
–¿Qué hacen para resolverlo hoy?
–Lo primero que hacemos es decírselo a la gente permanentemente. Y vamos a seguir como antes de las últimas elecciones, con las asambleas populares en los barrios, en las grandes ciudades y en los lugares de trabajo. También pedimos a la gente que asista a las huelgas y sea parte de los movimientos obreros y sindicales que se están llevando a cabo. Al mismo tiempo estamos construyendo una gran red social de solidaridad. La llamamos solidaridad para todos. Dentro de la crisis, cualquier movimiento social es también muy político. Pero queremos crear una conciencia social colectiva. No es filantropía. Es conciencia social. Estas redes pueden ser el núcleo de una nueva organización social de masas, que a su vez puede ser el núcleo de grandes cambios sociales.
–Escuché que le preocupaba el neonazismo en Grecia. ¿Cuál es el nivel de arraigo popular de los neonazis?
–Es un acontecimiento muy triste. Este contexto político nació dentro de la destrucción de la cohesión social de la sociedad, en combinación con el terror y el temor. Al mismo tiempo con dificultades. En ese contexto aparecen como chivo expiatorio las grandes masas de inmigrantes.
–¿De dónde?
–En los últimos años Grecia se convirtió en una prisión de inmigrantes. En Europa tenemos Dublín II, el famoso tratado, que “protege” a los países del norte y del centro de Europa. Eso crea un colchón de inmigrantes en Italia, España y Grecia. En nuestro país gran parte de la frontera es agua. Son islas. Hay grandes organizaciones mafiosas que traen especialmente inmigrantes a través de Turquía. La mayoría, cuando llega, ya caminó miles y miles de kilómetros. Vienen de países en guerra o de naciones que sufrieron cambios climáticos dramáticos... Venden lo que pueden a los mafiosos, que los trasladan en barcos como sardinas en lata. Cuando llegan a Grecia los meten en centros. Después los dejan libres. Hacen lo que pueden para sobrevivir. Pero son muy frágiles ante la manipulación del crimen organizado. Decenas de personas viven hacinados en pequeños departamentos. Hay lugares dentro Atenas que ya son ghettos. En esos lugares hay grandes enfrentamientos. Es dentro de esa compleja situación que nace la ideología de la xenofobia y del fascismo. Hay una base real de donde salen estas ideas.
–La crisis en todas sus dimensiones.
–Con la crisis esto se multiplica. Es triste, porque el pueblo griego no tiene comportamiento racista. No está en su tradición. Es un pueblo de inmigrantes. ¿Cómo puede ser racista? ¿Cómo un pueblo que organizó partisanos antifascistas puede permitirse que de su seno crezcan movimientos neonazis? Por eso existe un hombre de 92 años, Manolis Glezos, que fue guerrillero y estuvo en el Parlamento griego para dar lecciones de historia.
–¿Los pueblos aprenden de la historia?
–La Historia la escriben los que ganan. Hay que ver si esa Historia es la verdadera. Pero nosotros queremos guardar la memoria histórica de nuestro pueblo de generación en generación en la construcción de una conciencia social colectiva. Grecia sufrió mucho porque es un territorio vital. En el último siglo tuvimos dos ejemplos de batallas heroicas. Primero la resistencia en la Segunda Guerra Mundial, cuando el Frente de Liberación Nacional estuvo muy cerca de llegar al poder y la invasión a nuestro país no lo permitió. Segundo ejemplo, la resistencia contra la Dictadura de los Coroneles, entre el ’67 y el ’74. Eso tiene un peso histórico muy fuerte y seguiremos adelante mirando ese faro.
–¿Por quién se sienten acompañados en Europa?
–Europa está pasando por una fase de transición. Afrontamos la mutación de la socialdemocracia en una fuerza neoliberal pura. Deja un hueco político inmenso porque rompe sus lazos de tradición con capas sociales importantes. Son las capas que convirtieron a la socialdemocracia en hegemónica. Syriza nació en gran parte dentro de ese hueco político. En el resto del sur del Europa tendremos esa misma trayectoria, pero con pasos quizás más lentos. Por eso nuestras alianzas europeas comienzan a la izquierda de la izquierda y terminan a la izquierda de la socialdemocracia. Los aliados más fuertes en el continente europeo son los movimientos sociales y los que se convencen cada día más de que la austeridad no es el camino. Ahí comienzan nuestras alianzas.
–En Grecia debe ser una tentación inspirarse en figuras clásicas, ¿no?
–¿Mitológicas o reales?
–No sé. Queda a gusto del consumidor.
–Elijo una figura mitológica, entonces: Hércules. Cuando los dioses lo castigaron, una de las tareas de Hércules era limpiar la mierda. Pasó meses y meses sacándola. Terminó su obra. Entonces le encargaron otra tarea: debía cortar la cabeza de la hidra. El problema es que cuando cortaba una cabeza salían otras dos nuevas. Eso pasa con el sistema financiero internacional. Tenemos que limpiar la mierda y enfrentar a la hidra. Por eso queremos construir una gran fuerza política: porque no será fácil.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-210888-2012-12-30.html